Ayer se consumó la moratoria
griega con el Fondo Monetario Internacional a quien le debía abonar más de 1.5
mil millones de euros. Conforme se aproxima el domingo, día en que se celebrará
el referéndum en el que se preguntará a los griegos si aceptan o no las
condiciones que les quieren imponer sus acreedores a cambio de ayuda financiera,
las presiones continúan subiendo de tono con mentiras y amenazas de ambos bandos.
Del lado europeo no cabe duda que
no toleran la permanencia en el cargo del primer ministro griego Alexis
Tsipras. Quizá la crítica más dura sea la de Sigmar Gabriel, vice-canciller
alemán, quien calificó a Tsipras y su
radicalismo como una amenaza para el orden europeo.
A juzgar por las notas de los
medios predominantes ya están en campaña abierta por el “sí”, e irán de la mano
del resto de países de la eurozona en un esfuerzo para tumbar al jefe de
gobierno griego. Tsipras ha dicho que podría dimitir si pierde el referéndum,
pero una victoria para el “no”, en cambio, le significaría tener una mano
invencible: la troika no podría
exigirle austeridad y disciplina financieras que el pueblo no respalda formalmente.
Tsipras tiene confianza en que no
los echarán del euro por los elevados costos
–más allá de los financieros, que tendría para toda Europa y en particular para
Alemania. Por eso decidió jugarse su futuro en el referéndum.
Pero del otro lado también dan la
batalla. El vice-canciller Gabriel también declaró amenazante que si gana el no,
los griegos estarían votando “en contra de permanecer en el euro”. Como se
dice, quieren asustar a los votantes
“con el petate del muerto”, nada más.
Ayer por cierto, la canciller
alemana Angela Merkel desechó también la solicitud de Atenas de más ayuda, y
aclaró que no negociará nada antes del domingo. La apuesta es hacer campaña
abierta por el sí. Reiteramos, esto se ha convertido en el juego de “todos
mienten”.
El mentiroso
confeso de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, dijo en
un largo discurso que “(el) no significaría que Grecia le está diciendo que no
a Europa”, y recomendó a los griegos que “no cometan suicidio porque tienen
miedo de morir”. Sí, es cierto que una eventual salida del euro significaría
para el país helénico el caer en una depresión muy profunda, pero de todos
modos ya está en ella y al final, no
sería el fin del mundo.
Miente también el gobierno alemán
porque, aunque nunca lo dirá en público, está más que dispuesto a mantener a
Grecia en la Unión Monetaria casi al costo que sea. Su proyecto continental no
lo echará por la borda por un pequeño país sureño.
Miente además Alexis Tsipras
porque vende el referéndum como una forma de empoderar a la gente, cuando en
realidad solo la quiere utilizar para sus planes de seguir haciendo de la
República Helénica un parásito de Europa.
En el camino, está dispuesto a sacrificar al extremo a los ciudadanos que no
pueden retirar sus ahorros del banco, con el único fin de seguir manteniendo el
dispendio público, privilegios y un Estado obeso. La izquierda pues, ahorcando
al pueblo.
Este “estira y afloja” no es más
que una doble puesta en escena cuyo
único propósito es, en realidad, llegar a un mutuo acuerdo de quita para las
deudas griegas.
Así que ni Alexis Tsipras es “un
peligro para Europa y el euro” como se le pinta, ni Grecia será echada de la
Unión Monetaria.
En el fondo unos –los acreedores,
quieren que la quita sea la menor posible, mientras Atenas se juega el todo por
el todo para que le perdonen la mayor cantidad de deuda que se pueda. Los dos
resistirán hasta el límite. Cuando las conversaciones vuelvan a fallar, es de
esperar más “gritos y sombrerazos” que terminarán en un apretón de manos que no satisfará a nadie, pero calmará los
titulares y los mercados.
El mayor riesgo colateral es que les
guste o no, se sentará un precedente para que otros países europeos en apuros
levanten la mano y pidan también el “borrón” en su deuda, en especial, si
partidos o coaliciones de izquierda radical al estilo de Syriza llegan al
poder.
A final de cuentas, lo relevante
es que este mal experimento del euro
terminará por fracasar más tarde de todas maneras. Lo que mal se diseña,
mal acaba.
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