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viernes, 30 de septiembre de 2011

EL ORO DE MÉXICO, DEBE TRAERSE AL PAÍS DE INMEDIATO

El artículo de la semana pasada (“¿Y dónde está el oro del Banco de México?” http://bit.ly/nflUPw), gracias a sus amables lectores le ha dado la vuelta al mundo. En este espacio agradecemos a todos y en especial al presidente de la Asociación Cívica Mexicana Pro Plata, Don Hugo Salinas Price, por haberlo traducido al inglés (http://bit.ly/ptwz0M), así como al equipo del Comité de Acción Antimonopolio del Oro (www.gata.org) que encabeza Bill Murphy, por difundirlo tan ampliamente entre la comunidad global de especialistas del mercado de metales preciosos. Como suele suceder, parece haber tenido incluso mayor impacto en el extranjero que en México, pues recibimos más opiniones y comentarios de los más diversos y lejanos puntos del orbe que de aquí, expresando su preocupación por lo que las evidencias apuntan a una compra masiva de oro “virtual”, de parte de nuestro Banco Central.

Y es que la imposibilidad que tuvo de contestar una pregunta en apariencia muy sencilla (¿cuántos lingotes componen la reciente adquisición de 93 toneladas de oro que realizó el Banco de México en el primer trimestre de 2011?) dejó en evidencia que no tiene ese oro en sus propias bóvedas. De haber tenido a la mano los lingotes, o siquiera el registro de inventario correspondiente, hubiese podido contestar –obligado por la Ley Federal de Transparencia, sin dejar lugar a dudas  ni sospechas.

Cabe recordar que en su momento el gobernador del Banxico, Agustín Carstens, declaró que la compra de oro se debía a una estrategia para “reducir” los riesgos inherentes a las reservas internacionales. No obstante, mientras el metal no esté al alcance del Instituto Central dentro de las fronteras mexicanas, estaremos innecesariamente expuestos a que nos apliquen el mexicanísimo “debo no niego, oro no tengo”. Quizás los encargados de operar esta transacción, ni siquiera conozcan una de las reglas fundamentales de la inversión en metales preciosos, que predican con el ejemplo los auténticos gurús en la materia: si no puedes tocar tu oro y tu plata, en realidad tú no eres el dueño.

No por nada cada vez que sus mercados son atacados con inducidas liquidaciones masivas que tumban los precios (a través de los mecanismos que explicamos la semana pasada) –como en las últimas semanas, esas “manos fuertes” no solo no se deshacen de su metal, sino que adquieren más en físico para fortalecer sus posiciones. El valor, que no el precio, es lo importante. A escala macroeconómica, es indudable que está ocurriendo también una transferencia de esa riqueza física de Occidente a Oriente.

Queda claro entonces que una promesa de papel no es oro hasta verse materializada. No por nada promesas de ese tipo ya se han roto en el pasado. La más importante de ellas ocurrió cuando el presidente estadounidense Nixon, en agosto de 1971, escindió al dólar de lo que quedaba del patrón oro, que les impedía crear del aire tanto dinero fíat (de papel o digital) como quisieran. Todos los países que esperaban o creían que sus dólares en reserva fueran certificados que amparaban cierta cantidad de oro, se quedaron nada más con los billetes. Las consecuencias de este experimento, de antemano se sabe, serán catastróficas, pues el mundo no puede vivir de la ilusión que consiste en pensar que se puede crear riqueza de la nada. Si así fuera, todos seríamos ricos.

Esa, y no otra, es la causa fundamental de los problemas estructurales de las principales economías del mundo como Estados Unidos y Europa. Por eso, ninguna medicina que no pase por dramáticos ajustes en el gasto público y la asunción de las pérdidas que implicará la que ha sido la mayor expansión de crédito de la historia humana, nada más agravará la resaca que, sin remedio, habrá de llegar.

De ahí que, insistimos, es condición indispensable que el Banco de México demande la entrega física de su oro cuanto antes, y hasta seguirlo adquiriendo. Actitud que además, en lo individual, quizás todos deberíamos considerar. Un escudo físico de oro y plata, nunca estará de sobra.

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