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viernes, 18 de marzo de 2011

JAPÓN: UN TSUNAMI QUE SUBIRÁ LOS PRECIOS DE COMBUSTIBLES

La catástrofe que sufrió Japón hace unos días y que ha consternado al mundo entero, no es una tragedia más, sino una que quedará marcada con tinta indeleble en la historia de la humanidad. Si bien hay desastres de toda índole que ocurren año con año a lo largo y ancho del planeta, existen algunos que sirven de referencia obligada para marcar cambios en los paradigmas existentes.

Entre estos sucesos se cuentan desde fenómenos meteorológicos y extinciones masivas de especies, hasta grandes guerras. Así pues, el terremoto, posterior tsunami y posible gran tragedia nuclear en el país del Sol Naciente, será uno de esos hitos históricos al margen de lo que suceda de aquí en adelante.

Por supuesto, lo más doloroso sin duda es que miles de personas hayan perdido la vida, y que millones de afectados más, tendrán que cambiar sus hábitos, costumbres y actividades cotidianas para habituarse a una nueva realidad. No me refiero solamente al pueblo japonés, sino incluso a aquellos que nos encontramos en otros continentes, a los que nos serviría tomar conciencia de que esta desgracia acelerará procesos de cambio, en un ámbito que incumbe a toda la humanidad: la economía.

En este sentido, debemos entender otra cara del problema originado en Japón que poco se ha abordado: las consecuencias que tendrá en los precios de alimentos, combustibles y materias primas en general. Su tendencia alcista no sólo sigue intacta, sino que además se ha reforzado y acelerado con lo ocurrido.

Así pues, mientras Alemania decreta un cierre temporal de sus plantas nucleares más viejas, y Estados Unidos y México realizan nuevas revisiones en los sistemas de seguridad de las propias, el descrédito que recibe la energía atómica la condena sin remedio a soportar una pesada carga de la que no será fácil desprenderse.

El beneficiario directo de esto es el petróleo, que junto con el carbón y el gas natural, constituye el principal recurso para la generación de energía eléctrica. Esto se traduce en que, a pesar de las caídas en precios que se puedan observar en el corto plazo, la realidad es que podemos esperar que esta década el crudo y sus derivados sigan encareciéndose.

No podemos hacer a un lado que hace mucho no se descubren nuevos yacimientos súper masivos del “oro negro” que, por su accesibilidad, pudieran asegurar un pronto crecimiento de la oferta para descender su cotización. Es más, gracias a los cables de Wikileaks, ahora se sabe que la embajada de Estados Unidos en Arabia Saudita, reportó a Washington entre 2007 y 2009 sus sospechas fundadas de que los sauditas habrían exagerando hasta en 40 por ciento las reservas petroleras que dicen tener.

Este aliado de los estadounidenses, siempre ha prometido elevar su producción de crudo en el caso de que precios altos comprometan el ya por sí mermado crecimiento económico yanqui. ¿Qué pasaría entonces si se comprueba que, pese a su compromiso, Arabia Saudita fuera incapaz de producir más petróleo? No hace falta explicarlo.

En fin, al pueblo japonés no nos queda más que desearle que la contingencia que enfrenta se resuelva pronto, e inicien su reconstrucción. Mientras tanto, en el resto del mundo vayámonos preparando para lo que, todo indica, será un “tsunami” en el precio de los energéticos que, afortunadamente, sí podemos predecir.

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