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Un gran clásico dijo alguna vez
que aquel que engaña siempre encontrará a alguien que se deje engañar. Tenía
toda la razón. No aprendemos. En el mundo de las finanzas esto aplica con toda
su fuerza, sobre todo, porque dos son las emociones que mueven al mercado: miedo y codicia. Cuando alguna de ellas
entra en acción, la razón pasa a segundo
término. En el caso de las estafas piramidales y esquemas Ponzi, la
ambición de obtener ganancias altas, rápidas y “seguras”, son siempre el
anzuelo que muerden personas que, muchas veces, terminan poniendo en manos de
verdaderos lobos financieros los ahorros de toda su vida.
El desarrollo de tecnologías como
Internet mismo, ha hecho posible que enormes fortunas se puedan crear en tiempo
récord de manera legal, pero también ilegal.
En ocasiones los fraudes son tan
grandes y cometidos en las narices de las autoridades, que por eso la gente
cree que “no hay riesgo”. El
fraude Ficrea en México, por ejemplo, es sólo el escándalo más reciente de
un esquema Ponzi que los reguladores no fueron capaces de detectar a tiempo. La
moraleja es: nunca confíe en que el
gobierno hará bien su trabajo de proteger a los ahorradores e inversionistas.
No hay nada mejor que la autodefensa con educación financiera.
Aunque hay similitudes entre los
engaños Ponzi y piramidales, como el prometer rendimientos extraordinarios a sus
clientes, y que solo pueden sostenerse mientras el número de incautos atrapados
siga aumentando, hay algunas diferencias.
Los Ponzi por lo general ofrecen
servicios de administración de carteras o inversiones, cuyas “súper ganancias”
en realidad son financiadas con entradas adicionales de nuevos clientes. Esta
es una característica fundamental que dota de apariencia de legalidad y
funcionamiento a la estafa: al principio
a los beneficiarios se les cumple de tal manera que ellos mismos son quienes la
recomiendan. La bola de nieve no deja de crecer hasta que el número de
clientes que quieren retirar su dinero supera las entradas, y entonces todo se
convierte en nada o casi nada. Nunca
la confiscación o congelación total de los bienes del defraudador es suficiente
para devolver lo debido.
El escándalo Madoff es considerado
el esquema Ponzi privado más grande de la historia, pero la lista es
interminable a escala global. Casi siempre una
sola persona o un grupo muy pequeño son los orquestadores del plan, con
independencia de que usen los servicios de gente contratada para aumentar sus
“ventas”.
El nombre del esquema proviene de
Carlo Ponzi, un famoso delincuente de origen italiano que
estafó a inversores hacia 1920 en Boston, Massachusetts, prometiendo
elevadísimos beneficios por comprar cupones postales extranjeros a bajo precio,
que se supone revenderían más caros en Estados Unidos. De este modo, Ponzi pasó
de ser empleado a prominente “empresario” en muy poco tiempo. Sin embargo, su insostenible sistema terminó colapsando
pronto, lo que le valió permanecer por varios años en la cárcel. Murió
arruinado en un hospital de caridad de Río de Janeiro en 1949.
Por otra parte, los esquemas
piramidales fraudulentos consisten en reclutar nuevos miembros que –lo sepan o
no, son convertidos por los estafadores en una especie de “Carlo Ponzi” en
miniatura. Y es que cada uno de ellos debe a su vez incorporar a más gente que
haga lo mismo. En ocasiones se trata de dar la apariencia de legalidad
vendiendo algún producto, pero en realidad, las ganancias de los inversionistas de niveles superiores se pagan con
la entrada de nuevos reclutados. De nuevo, para recibir las prometidas
“utilidades”, tienen que incorporar a más personas.
Como en el caso del esquema
Madoff, Ficrea, etc., al inicio –que puede significar años enteros– es
necesario que el negocio dé los resultados esperados. No obstante, se está echando
toda la carga de la pérdida en los
geométricamente crecientes hombros de los participantes de niveles inferiores.
Por razones de su crecimiento exponencial, llega un punto de quiebre tras el
cual el sistema se viene abajo, pues la base de la pirámide es tan grande que,
para sostener las ganancias de los de arriba, tendría que inyectar recursos de
forma permanente.
Es justo este punto la principal
diferencia entre una estafa piramidal y un negocio multinivel legal, pues en este
último –aunque también tiende a la saturación, el flujo de efectivo proviene en gran parte de las ventas que los
miembros hacen hacia fuera de la pirámide. Es decir, el dinero y por
tanto el esquema puede durar “a perpetuidad”, siempre y cuando haya clientes
que, por preferir sus productos, están dispuestos a seguir adquiriéndolos incluso
sin el mínimo interés de volverse miembros. Además, las empresas multinivel venden de forma inmediata a sus afiliados y con descuento,
justo para que en caso de reventa, puedan obtener una utilidad.
En cambio, en la pirámide fraudulenta los flujos de efectivo vienen sobre todo “desde dentro”, por lo que
suele no haber descuento sobre la mercancía ofrecida a sus afiliados. Es más,
puede darse el caso de que los precios de sus productos resulten más caros que
en el mercado abierto por “gastos de operación” o similares. Debido a lo anterior
hay altos incentivos para que la gente “reinvierta”
lo ganado en vez de retirarlo, que cada vez, se vuelve más difícil. Es insostenible.
Esto porque a pesar de que
puedan vender algo, en realidad con lo
que se engancha a los incautos es con la promesa de grandes ganancias. Después
de todo, si alguien solo quisiera comprar el producto que la pirámide ofrece,
podría acudir a cualquier otra empresa del mercado sin tener que esperar a
reclutar a alguien para recibirlo. Debido a ello y al exponencial número
necesario de intervinientes, estos últimos tarde o temprano se cansan de
esperar las ganancias y dejan de regalar su dinero a cambio de promesas. Al
final, el sueño se convierte en una pesadilla con mucho más defraudados que
beneficiados.
En este espacio consideramos que
las decisiones de inversión y sus consecuencias –pérdidas y ganancias, deben
ser asumidas a nivel personal. Nada más. Cada uno decide qué hacer con su
dinero y dónde lo pone. Pero por el trabajo que cuesta ganarlo, hay que tener los ojos bien abiertos para
evitar ser injustas víctimas de estafadores. Tenga cuidado.
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