Columna Invitada
Gabriel Quadri De la Torre*
Confrontar el cambio climático va a implicar una nueva revolución industrial en el mundo. No está claro que México tenga conciencia plena de ello, en particular de las consecuencias lógicas del compromiso nacional (Intended Nationally Determined Contribution) hecho recientemente con miras hacia la COP 21 de Paris que se celebrará a finales de año, y donde se espera la concreción de un nuevo tratado internacional en la materia.
México se compromete
incondicionalmente a reducir 25% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero
(GEI) al año 2030 por debajo de lo proyectado en un escenario tendencial (línea
base), lo que incluye abatir en 51% las emisiones de partículas de carbono
elemental (hollín, humo, aerosoles o black
carbon en inglés). Lo más significativo: el compromiso mexicano contempla
alcanzar un máximo de emisiones en 2026, e iniciar ahí un abatimiento absoluto
y continuo hasta el 2050, donde las emisiones deberán ser equivalentes a la
mitad de lo registrado en el año 2000. También ofrece una estrategia de adaptación ante los riesgos del cambio
climático.
Como sabemos, los GEI (CO2) se
producen por uso de combustibles fósiles y deforestación esencialmente, y en
menor medida por tiraderos de basura y granjas pecuarias (metano-CH4),
fertilizantes (N2O), y refrigerantes y solventes (HFC y PFC). El carbono
elemental resulta de quemas agrícolas y ganaderas y de bosques y selvas, y combustión
de diesel, carbón y combustóleo (principalmente en termoeléctricas). El
compromiso de México establece que si existen un carbon tax internacional o un
mercado de carbono global funcional, un
sistema de aranceles compensatorios por GEI al comercio, financiamiento preferencial, y transferencia y
cooperación tecnológica, la reducción consecuente ascendería a 40% (que
significa abatir en 70% el carbono elemental).
El compromiso conlleva una verdadera
revolución económica, aunque al parecer México no ha valorado a fondo criterios
de eficiencia, instrumentos de política
y reformas institucionales para
cumplirlo. En primer lugar, es preciso transparentar la metodología seguida
para proyectar emisiones de línea base y reducciones al 2030. Significa un
ejercicio complejo en economía sectorial y simulación a través de un modelo de equilibrio
general, lo que arrojaría forzosamente un precio
sombra derivado de la restricción de emisiones de GEI y por tanto de
consumo de combustibles (o sea el carbon
tax implícito). También hace falta un inventario sectorial de GEI
actualizado y un análisis de costos marginales de reducción de emisiones en
cada sector, indispensable para una planeación y políticas racionales y
eficientes. Téngase en cuenta que el sector transporte es quien asume la mayor
responsabilidad en emisiones de GEI, seguido por la generación de electricidad,
la industria petrolera, el sector agropecuario, y algunas industrias
estratégicas (cemento, siderurgia), en ese preciso orden.
El compromiso significa ni más ni
menos, que a partir de 2026 se contraiga asintóticamente y para siempre la
demanda de combustibles fósiles; se acaben prácticamente las quemas agrícolas y
ganaderas; alcanzar una deforestación
cero al 2030; cerrar termoeléctricas de combustóleo y carbón (Petacalco, Río Escondido); y minimizar o erradicar el
consumo de diesel en el transporte. Tales cosas sólo pueden lograrse con un carbon tax muy severo a los combustibles
automotrices e industriales, nuevas instituciones e instrumentos para el campo
y para la conservación (tierras públicas, nuevas y grandes Áreas Naturales
Protegidas, reorientación de subsidios al agro, cuerpo especializado de Policía
Federal o Gendarmería), y metas obligatorias muy ambiciosas de Certificados de Energía Limpia en
electricidad (de acuerdo a la Reforma Energética). Desde luego, también significa
adquirir capacidades institucionales para el desarrollo de infraestructura
hidráulica de almacenamiento, trasvase, tratamiento y reuso de agua, y de protección costera a gran escala; así
como para regular el desarrollo urbano y relocalizar asentamientos de alto
riesgo. ¿Estamos conscientes?
*Ingeniero Civil, Economista, Ambientalista, Badmintonista, ex candidato a la presidencia de la República.
Twitter: @g_quadri
*Ingeniero Civil, Economista, Ambientalista, Badmintonista, ex candidato a la presidencia de la República.
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