Hoy la Reserva Federal (Fed) –banco central de Estados
Unidos-, cumplió con la expectativa mayoritaria de subir sus tasas de interés
en 0.25 por ciento. Se trata de la
primera alza desde junio de 2006. Así, su objetivo para la tasa de fondos
federales quedó en el rango de 0.25 a 0.50 por ciento. Con esta decisión, se da
por terminada –por el momento- la era de los tipos de interés en cero por
ciento.
De acuerdo con las declaraciones vertidas por su presidenta,
Janet Yellen, la Fed en apariencia está
bastante decidida a mantener un ciclo de alzas en las tasas por los
próximos años. Dijo que si las condiciones económicas avanzan conforme a lo
esperado, para finales de 2016 el nivel de su tasa de interés estaría en
niveles de 1.5 por ciento, y para 2017, en 2.5 por ciento. En cambio, si la
economía decepciona los incrementos podrían ser menores.
Esta es quizá la parte más relevante del discurso de Yellen, pero también la que debemos ver con mayor
escepticismo. La razón es que la Fed es por completo susceptible a lo que
suceda con los mercados financieros. Su presidenta reconoció que estarán
vigilantes del precio del petróleo y del comportamiento del dólar entre otros
factores, mismos que “tomarán en cuenta” en caso de que no respondan conforme a
lo esperado.
Lo que en teoría nos quiere decir el Comité de Mercado
Abierto (FOMC por sus siglas en inglés) de la Fed es que “normalizará” su política monetaria pase lo que pase: más
rápido si la economía estadounidense crece, y más lento si sucede lo contrario.
Esto último es lo que resulta difícil de creer.
De ser cierto, sería una aparente buena noticia, pues como
aquí hemos sostenido hace meses, el FOMC debió comenzar el alza hace mucho,
incluso si eso significaba comenzar a reventar las burbujas que antes infló su
política expansionista. Dicho de otro modo, hay que pasar el trago amargo de
una nueva recesión, subir las tasas,
asumir los costos de haberlas deprimido de forma artificial y de haber
expandido su hoja de balance, reducir el
consumo y aumentar el ahorro. Es imposible saltarse la resaca de una
borrachera de impresión monetaria.
Sin embargo, la realidad es que la institución que preside
Janet Yellen difícilmente soportará sin
deprimir de nuevo los tipos y sin lanzar otra ronda de inyección de liquidez
(QE), en el caso de que se presentara un desplome bursátil como el de 2008-2009,
por ejemplo.
En suma, nunca confíe en la palabra de los banqueros
centrales.
Hasta el momento la reacción de los mercados no ha sido
abrupta, lo que confirma que la mayor parte del movimiento de tasas en efecto
ya había sido descontada. Pese a ello, no
pueden descartarse sobresaltos en las próximas horas.
Esta vez a diferencia de septiembre, la Fed no mencionó las
circunstancias económicas y financieras globales para fundamentar su decisión.
Llama la atención porque el mundo en términos de dólares está sufriendo ya la peor recesión desde los años 60 del siglo pasado.
En el gráfico de abajo –cortesía
del Deutsche Bank- puede verse del lado izquierdo la tendencia de largo
plazo del PIB nominal del G7, y del lado derecho el crecimiento global medido
en dólares.
Con una Fed retirando liquidez mientras otros bancos
centrales quieren seguir estimulando (o sea, debilitando sus monedas), no es difícil imaginar el curso futuro del
dólar ni el del PIB mundial en dicha divisa. Tampoco el de la economía de
Estados Unidos.
Reiteramos lo dicho en otros artículos: lo que es bueno para el billete verde no es buena noticia para todo lo
demás, incluido por supuesto el petróleo, el peso, el oro, etc. En el oro, hemos sostenido que la oportunidad de compra será histórica. ¿Mantendrá de
verdad la Fed el curso que ahora promete? Y de ser así, ¿hasta cuándo? Hagan
sus apuestas.
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