ARTURO
DAMM ARNAL
Lo primero que hay que tener presente
al considerar a los bancos centrales, cuyo principal poder es producir dinero
(imprimir billetes y acuñar monedas), es que son armas de dos filos que, en
manos poco escrupulosas y/o con malas reglas del juego, terminan destruyendo el
dinero, y no porque quemen billetes y/o fundan monedas, sino porque minan su
poder adquisitivo, porque generan inflación.
El dinero no es riqueza (la riqueza
son los bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades), sino
el medio de intercambio de la riqueza (aquello que los otros aceptan a cambio
de los bienes y servicios que demandamos para satisfacer nuestras necesidades),
de tal manera que lo único que justifica su multiplicación es que previamente
se haya multiplicado la riqueza, sobre todo si el objetivo del banco central
es, tal y como debe ser, preservar el poder adquisitivo del dinero, que no es
suyo, sino de los trabajadores, consumidores y ahorradores.
Que el dinero preserve su poder
adquisitivo quiere decir que, a lo largo del tiempo, con la misma cantidad de
dinero se puede comprar la misma canasta de bienes y servicios (misma cantidad
y misma calidad), preservación del poder adquisitivo del dinero que se mide por
el comportamiento, no de los precios de los distintos bienes y servicios que
integran la canasta, sino por la evolución del Índice de Precios al Consumidor,
que se calcula a partir de aquellos precios, pero siendo distinto.
Lo anterior quiere decir que un banco
central, que tenga como objetivo preservar el poder adquisitivo del dinero,
cumple su tarea, no si los precios no varían, sino si se mantiene constante el
Índice de Precios al Consumidor, para lo cual se requiere que el aumento en
algunos precios se compense con la baja en algunos otros. El Banco de México,
¿cumple con su tarea? Veamos. La inflación anual de los últimos cinco años para
el mes de octubre ha sido: 3.20, 4.60, 3.36, 4.30 y 2.48 por ciento, esta
última un mínimo histórico.
Continuará.
Twitter: @ArturoDammArnal
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