En el artículo del lunes le conté
que el analista financiero internacional, James G. Rickards, autor del best
seller The Death of Money (La Muerte
del Dinero), escribió hace unos días un importante artículo titulado “Cómo se
podría crear inflación en 15 minutos”. En su texto, dijo que la Reserva Federal
–banco central estadounidense-, se sentía muy frustrada luego de tres grandes rondas
de impresión monetaria que no han servido para
lograr su meta: crear inflación.
Dijo que llegado el momento, la
Fed podría “sacar del sombrero” una medida desesperada para alcanzar su
objetivo, decretando que con efecto inmediato el precio del oro fuera de 5 mil dólares la onza troy
(hoy ronda los 1,170 dólares). Para mantener esa cotización, el banco central
estadounidense llevaría a cabo “operaciones de mercado abierto” –comprando o
vendiendo oro de las reservas del Tesoro, según fuera el caso-.
Nos llamó la atención que tomara en
específico el nivel de 5 mil dólares, y prometimos consultarle el por qué. Su sorprendente
respuesta llegó pronto y aquí la
compartimos.
El también autor de Currency Wars nos contestó vía correo
electrónico que “El precio de 5 mil dólares se seleccionó como ilustración. El
precio no-deflacionario real del oro bajo un patrón oro, es de entre 10 mil y 50 mil dólares la onza, dependiendo de los
supuestos sobre la estructura del nuevo patrón oro.”
De manera que, en efecto, si la
Fed llegase a tomar una medida como la de restablecer un patrón oro para “romperle
la espalda” al dólar –su objetivo explícito-, quedaría en manos del Comité de
Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) el establecimiento del precio
del oro dentro del rango que bien ha
establecido Rickards.
A estas alturas a muchos
sorprende la aparente contradicción que hay en que sea el propio emisor de una
divisa el más interesado en corromperla y aniquilar su valor.
En el fondo no tiene nada de
raro. Tienen que hacerlo así para aliviar la carga de la pesada y exponencial
deuda de los gobiernos. De hecho, los bancos centrales –la “normalidad” de hoy
en día- fueron creados con la intención de fungir como prestamistas de última
instancia. Dicho de otro modo, su existencia se “justifica” en salvar banqueros de la quiebra y en satisfacer
las necesidades de financiamiento de los gobiernos, “por el bien de todos”.
De ahí que una condición indispensable
para el sostenimiento del sistema sea expandir el crédito ad infinitum, pues si dicha expansión se detiene, todo ese esquema
de dinero de papel se viene abajo.
El problema es que las deudas,
por más que se quiera, no se pueden expandir al infinito: tarde o temprano las cuentas se tienen que pagar, y llega el momento
en que no se puede hacer adquiriendo más crédito.
Incluso el “todopoderoso” Tío Sam
tiene que pagar, y no precisamente en papel moneda. De nuevo, siempre se
alcanza el punto de no retorno tras el cual, las divisas inconvertibles en oro son repudiadas y alcanzan su
verdadero valor: cero. Así ha sido hasta hoy y lo seguirá siendo, como ya
explicamos en el artículo “El
verdadero precio del dólar”.
No es casual entonces que para
los bancos centrales el tema de la inflación sea de vida o muerte, que la deflación sea su peor miedo y el oro su
enemigo público número uno. A diferencia del dinero de papel, no se puede
crear tanto oro de la nada como se necesite para “pagar” a los acreedores, y así
salvar a gobiernos y banqueros. Por eso los medios predominantes –al servicio
de los grandes intereses financieros globales- no tienen en su agenda otra cosa
que denostar al patrón oro.
La deflación sí es “mala”. Lo que
no dicen es que es mala para los intereses aludidos. El consumidor difícilmente
podría sentirse ofendido con precios a la baja, pues con ello su poder adquisitivo toma fuerza. No. La
deflación que sí destruye es la de activos, que por cierto, es provocada primero
por la expansión crediticia de los bancos centrales, que generan burbujas en esos
mercados. Cuando esas burbujas revientan, sus ondas deflacionarias de choque tienen
repercusiones negativas a escala mundial. Seguimos a la espera de una nueva
oleada.
En este contexto, ¿llegaremos a
ver los precios del oro de los que habla Rickards? Es posible. La duda en todo caso es más si será por decisión
oficial o por la abrumadora fuerza del mercado, y el momento. En cualquier
caso, la suerte del actual sistema monetario
basado en el dólar, está echada.
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