Que los chinos manipulan sus
cifras de crecimiento económico, no es una novedad. Por supuesto, esto nunca se
aceptará de manera oficial, pero no hace falta cuando existe un régimen que
decide qué es lo que puede publicarse y lo que no. Es un hecho. Lo anterior
aplica para el gigante asiático lo mismo que para Venezuela o cualquier otro
país con un gobierno de este tipo.
El viernes pasado China
sorprendió al mundo con una nueva baja de su tasa de interés, la sexta en los
últimos 12 meses. El punto es que se supone que aquella economía “marcha bien”,
y de ser cierto, no hacía falta otro
“estímulo”.
La oficina de estadísticas de ese
país reveló una cifra de crecimiento del PIB al tercer trimestre mayor a lo
esperado (6.9%), y dijo que un resiliente sector servicios compensó la
debilidad observada en las manufacturas y bienes raíces.
Sin embargo, aunque se supone que
las ventas minoristas ayudaron a dicho crecimiento, la realidad es que los centros comerciales lucen vacíos.
Aquí ya le contábamos hace unas
semanas que el antes pujante sector de artículos de lujo en Hong Kong,
daba señales de una debilidad económica mayúscula. Esta vez, el reporte es del
sector minorista en la China continental.
Reuters da cuenta hoy de cómo los centros comerciales chinos están
sufriendo por la falta de clientes. Pone como muestra el Di Mei, localizado en el centro de Shanghái –una de las ciudades
más importantes-, al que califica como un
lugar deprimente para comprar. “A veces no puedo vender ni siquiera un
vestido en un día”, dijo un propietario de una tienda de ropa ubicada en el
lugar.
Lo visto en Di Mei es sólo un reflejo de la creciente tasa de establecimientos comerciales
disponibles para renta en China. Se supone que esto se debe a una creciente
competencia de las ventas en línea, pero lo cierto es que estas propiedades
inmobiliarias constituyen parte central
en la burbuja que infló el gobierno por la vía del crédito. Bienes raíces
que no producen flujo de efectivo, son sinónimo de hipotecas que no se pagan, y
de un efecto dominó entre bancos.
La deuda corporativa en el país
asiático asciende a 160 por ciento del PIB, el doble que en Estados Unidos. Reuters cita un reporte de la China
Chain Store Association y Deloitte que muestra que este año el total de nuevos
centros comerciales será de 4 mil, 40 por ciento más que en 2011. La burbuja sigue.
En este espacio advertimos hace
unos años el problema al que se enfrentaría Beijing por expandir su crecimiento
de forma artificial usando el crédito. La orden oficial a los bancos después de
la crisis de 2008-2009 fue prestar, y así, se construyeron ciudades fantasma, centros comerciales adonde nadie va, transportes que
nadie usa, etc.
De modo que el dato del PIB chino
de cerca de siete por ciento, es casi de risa. Si acaso siguen creciendo, es a
una tasa mucho menor, pero claro, igual que en Occidente se trata de posponer o
atenuar la debacle con más “estímulos” monetarios
y baja de tipos de interés.
Así que la “lógica” de gobiernos
y bancos centrales en todo el mundo sigue siendo: si tiene una crisis provocada
por exceso de deuda, consumo y crédito, soluciónelo con más de lo mismo. Un
absurdo brutal.
No olvidemos que la misma semana
pasada el Banco Central Europeo sugirió que extendería también su programa de
“flexibilización cuantitativa” (QE) y que recortaría su tasa de depósito para
combatir la caída de precios.
En este contexto, se confirma que
en los hechos –con otros bancos centrales estimulando y países en desarrollo
liquidando reservas de dólares para intentar contener la depreciación de sus
divisas-, la Reserva Federal (Fed)
estadounidense no podrá comenzar a subir las tasas de interés.
En la práctica, ya estamos viendo
efectos como si la Fed hubiese hecho ese movimiento, por lo que reiteramos,
ante la fragilidad de la economía estadounidense es más probable que veamos
antes un QE4 y/o tipos negativos, que
una subida de los mismos.
Dado que esas medidas no solucionan
el problema de fondo (la expansión forzada del crédito) sino que la agravan
inflando burbujas de activos, las presiones deflacionarias que provocan sus
explosiones seguirán rondando peligrosamente al mundo. Lo peor aún está por venir.
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