PESOS
Y CONTRAPESOS
El más reciente Premio Nobel de
Economía, Angus Deaton, escribe en su libro The Great Escape, lo siguiente: “Existe el peligro de que el rápido
crecimiento de los ingresos superiores pueda reforzarse a través del acceso
político que el dinero puede traer consigo. Las reglas no se fijan teniendo en
la mira el interés público sino en el interés de los ricos, quienes usan esas
reglas para volverse aún más ricos y más influyentes (…) Preocuparse por estas
consecuencias de la desigualdad extrema no tiene nada que ver con sentir
envidia de los ricos y tiene todo que ver con el temor a que el rápido
crecimiento de los ingresos superiores sea una amenaza para el bienestar de
todos los demás”.
A lo que hace referencia Deaton es al
capitalismo de compadres, el famoso crony
capitalism, por el cual el “éxito” empresarial se debe, no al haber sido
más productivo (hacer más con menos) y más competitivo (hacerlo mejor que los
demás en términos de precio, calidad y servicio) en mercados con la mayor
competencia posible, sino al haber conseguido, consecuencia del poder que da el
dinero, algún privilegio gubernamental, que en esencia consisten en eliminar o
limitar la competencia, permitiéndole a quien recibe tal privilegio obtener una
renta, es decir, cobrar un precio mayor del que cobraría si en el mercado en el
que ofrece su mercancía hubiera la mayor competencia posible.
Lo que hay que tener claro es que el
capitalismo de compadres es consecuencia, no de la mayor generación y
acumulación de ingresos de parte de los más ricos, sino de los privilegios
otorgados, a los ricos, por los gobernantes. La culpa no es de quien pide sino
de quien da. La culpa no es de quien genera y acumula más ingreso, sino de
quien “gobierna” no para garantizar los derechos de todos los ciudadanos, sino
para defender los interés de unos cuantos empresarios, que ante todo son
compradores de voluntades, voluntades que alguien termina vendiendo. ¿Quién? El
mal gobernante.
Twitter: @ArturoDammArnal
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