El lunes pasado la Cámara de Diputados
aprobó que los remanentes de operación del Banco de México (Banxico) se
destinen al pago de deuda del gobierno federal. Así lo había prometido el
secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Esa es la buena noticia. La mala es que
no se utilizará el 100 por ciento para ese fin, pero algo es algo.
En total, 70 por ciento del
remanente se destinará desde 2016 al pago de obligaciones gubernamentales
federales, mientras el 30 por ciento restante irá a parar al Fondo de
Estabilización de los Ingresos Presupuestarios.
En este espacio fuimos desde el
año pasado duros críticos de los intentos del banco central que preside Agustín
Carstens, por tratar de “atenuar” la depreciación del peso frente al dólar. Y
es que aunque de manera oficial la intervención de Banxico por medio de
subastas no tiene dicha intención, la realidad es que sí la tiene.
Si hubiese un compromiso con la
“libre flotación” plena, se haría valer siempre, sin importar si el peso se
aprecia o se deprecia.
Pero los hechos demuestran que el
Instituto Central –o mejor dicho, el gobierno, que es quien maneja la política
cambiaria del país a través de la Comisión de Cambios-, se siente cómodo con un
dólar barato. La razón es que políticamente vende bien como argumento de
“solidez y confianza” en la economía mexicana.
Bajo esa lógica, cada vez que se
encarece el dólar tendríamos que hablar de “debilidad y desconfianza” en los
fundamentos económicos del país. La realidad es que ni una ni otra cosa son
ciertas del todo, pero el punto es ilustrar que usan cualquier caso para usarlo
a su conveniencia.
En este sentido, cuando hay una depreciación
continua y acelerada como ocurrió este año, se habla siempre de que “viene de
fuera”, que se debe a la “volatilidad internacional”. Con esos argumentos
justifican que la libre flotación se ponga en espera. No por nada entraron en
operación subastas de dólares que, reiteramos, aunque nunca se admitirá como
tal, sí tienen la intención de tratar de influir –por no decir manipular- el
tipo de cambio a la baja.
Aquí dijimos que no se valía una
“libre flotación” sólo cuando el dólar bajara, y querer meter “mano negra”
cuando subiera.
Además, se queman de manera
inútil miles de millones de reservas de dólares que por cierto, cada vez será
más difícil reponer –debido a la caída de los precios y de nuestra producción
de petróleo-, cuando ni siquiera atravesamos por una crisis financiera global.
A ello se debe que las reservas sigan hilando semanas a la baja.
Cuando el dólar se disparaba a
repetidos máximos históricos, a muchos sorprendía que ni siquiera con las
subastas extraordinarias de Banxico se contuviera el alza, lo que dio un punto
adicional a nuestro favor de que las reservas se quemaban “a lo tonto”. Nadie,
ni Banxico ni el gobierno, tienen más dinero que el mercado. La cura para el
dólar caro, sostuvimos, era el dólar caro. A determinado tipo de cambio los
dólares fluirían a raudales y el peso encontraría su nivel por las fuerzas del
mercado, como debe ser.
Pero la realidad –como bien
identificó Sergio Negrete Cárdenas en una de sus columnas-, era que las
subastas de dólares tenían una intención oculta adicional: generar los ya
aludidos remanentes, producto de vender más caros, dólares que se adquirieron a
un precio menor. En épocas de carencias presupuestarias, estos pesos les caían
del cielo.
De manera que el riesgo era que
se usara ese dinero recién impreso para financiar el gasto del gobierno, pues Banxico
está obligado a entregárselo. Según la ley que lo rige, sólo puede dar crédito
al gobierno Federal mediante el ejercicio de una cuenta corriente que lleve a
la Tesorería de la Federación.
Sin embargo, en los hechos estos
remanentes generados son una forma encubierta de imprimir dinero fresco, “de la
nada”, al gobierno. Por eso, es una buena noticia que, aunque sea el 70 por
ciento, se use para el pago de deuda.
Desde este espacio hacemos un
llamado a los legisladores federales, para que presenten una iniciativa que dé
autonomía plena al Banxico. El manejo de la política cambiaria sigue siendo una
asignatura pendiente en esa materia, por lo que la Comisión de Cambios debe
desaparecer. Asimismo, debería quedar en la ley del banco central la obligación
de usar siempre la totalidad de los remanentes, cuando los haya, para
finiquitar deuda. Ojalá nos hagan caso.
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