La mayoría de economistas e inversores reconocen con
facilidad que el periodo actual de activismo del banco central –caracterizado
por episodios prolongados de flexibilización cuantitativa y tasas de interés de
cero por ciento–, es un sendero recién abierto en la historia de la economía. Y
mientras que algunos chocan con estas políticas por parecerles contrarias a la
razón, de final abierto e inimaginablemente costosas, la mayoría expresa
confianza en que nuestros banqueros centrales – extremadamente educados y
basados en datos –tienen gran idea de hacia dónde se dirige este nuevo sendero y
de cómo mantener los vagones unidos durante el recorrido del mismo.
Pero resulta que en
realidad no hay mucha necesidad de conjeturas. A medida que los Estados Unidos
entran en su octavo año de tasas de interés de cero por ciento, nosotros
deberíamos estar buscando un guía disponible a lo largo del camino de la
flexibilización perpetua. Japón ha estado haciendo lo mismo por, al menos, 15
años más que nosotros. Por desgracia, a nadie parece importarle o sorprenderle,
que ellos sean tan incapaces como lo somos nosotros de encontrar una salida
viable. Cuando Virgilio guio a Dante a través del infierno, al menos sabía cómo
salir de ahí. Pero Japón no tiene ni idea.
A pesar de su mucho
más larga experiencia en estímulos monetarios, la economía de Japón sigue
siendo lánguida y continuamente ha coqueteado con la recesión. A pesar de su
fracaso, los líderes japoneses, especialmente el Primer Ministro Shinzo Abe (y
su aliado en el Banco de Japón (BoJ), Haruhiko Kuroda), han reducido doblemente
todas las apuestas anteriores. Esto ha significado que el estímulo japonés
ahora está tomando ominosas dimensiones que aún están por verse aquí en los
Estados Unidos. En particular, el Banco de Japón está considerando usar su
presupuesto de Flexibilización Cuantitativa para comprar grandes cantidades de
acciones de empresas japonesas que cotizan en la bolsa.
Así que para
aquellos que aún tienen dudas, Japón nos está indicando hacia dónde lleva este
gigante experimento monetario: hacia la deuda, el estancamiento y la
nacionalización de la industria. Este es un destino con el que ninguno de
nosotros, con la posible excepción de Bernie Sanders, debería estar feliz.
El evangelio que
une a los banqueros centrales alrededor del mundo es que la cura para la
contracción económica es la creación de demanda. Tradicionalmente, ellos creían
que esto podía lograrse simplemente bajando las tasas de interés, lo cual estimularía
la adquisición de préstamos, el gasto y la inversión. Pero cuando eso resultó
insuficiente para sacar a Japón de la recesión a principios de los 90’s, nació
el concepto de Flexibilización Cuantitativa (QE). Al entrar activamente al
mercado de bonos a través de la compra de valores a más largo plazo, la QE fue
capaz de bajar las tasas de interés a lo largo de la duración entera del
espectro, un resultado que la política monetaria convencional no podía lograr.
Pero desde
aquel tiempo, la QE en Japón ha sido virtualmente permanente. Por desgracia, la
economía de Japón no ha sido capaz de recuperar nada de su antigua salud
económica. El experimento ha continuado por tanto tiempo que el Banco de Japón,
ya posee más de 30% de los títulos de deuda pública en circulación. También ha
aumentado sus gastos mensuales de QE al punto en que ahora excede la nueva
emisión de deuda del gobierno (al igual que la mayoría de estímulos
artificiales, los programas de QE necesitan agrandarse continuamente para
producir algún efecto deseable). Esto ha dejado al Banco de Japón en extrema
necesidad de algo más que comprar. Y ha puesto inevitablemente, la mirada en el
mercado de valores japonés.
En el 2010, el
Banco de Japón, empezó a comprar posiciones en la equidad japonesa de Fondos de
Comercio de Intercambio (Exchange Traded Funds ETFs). Estos valores, que siguen
el desempeño subyacente de la bolsa de valores japonesa en general, están a un
paso de la propiedad de las propias empresas. Después de cinco años de la
política, el Banco de Japón ahora posee más de la mitad del mercado de ETFs de
la nación entera. Pero eso no le ha impedido que expanda el programa. En el
2014, triplicó su compra de ETFs a $3 mil billones de yenes por año ($25 mil
millones), y el programa podría triplicarse de nuevo en el corto plazo. En tan
sólo otro ejemplo de cómo la QE es una ventaja para la industria de servicios
financieros, las empresas de inversión japonesas actualmente están emitiendo
nuevos ETFs tan sólo para darle algo que comprar al Banco de Japón.
Sin embargo, estas
compras no han demostrado ser especialmente eficaces en hacer mucho, con la
excepción de posiblemente elevar los precios de las acciones de ETFs. Pero aún
eso ha sido un arma de doble filo. Se supone que los ETFs sean el carro impulsado
por los mercados (que funcionan como caballos). Pero tratar de mover al mercado
a través de la compra de ETFs crea un nivel completamente distinto de
distorsiones potenciales de los precios. También tiende a limitar el impacto de
los poseedores de activos financieros, antes que a la economía en general. Por esta
razón el Banco de Japón ahora está contemplando la acción más directa de la
compra de acciones en empresas japonesas individuales.
Estas compras
permitirían al gobierno japonés acumular considerables intereses electorales en
algunas de las compañías más grandes de Japón. La participación en el capital
permitiría entonces, de acuerdo con un economista citado en Bloomberg, que la
Administración de Abe demande que las corporaciones japonesas se adhieran a las
prioridades del gobierno para los aumentos salariales y el aumento del gasto
corporativo. El mismo economista sugirió que este “micro” estímulo
proporcionado por las empresas controladas por el gobierno puede resultar más
eficaz para estimular la economía que las “macro” adquisiciones de bonos del
gobierno.
Estas posibilidades
deberían aterrar a cualquiera que aún conserve alguna fe en el libre mercado.
Los más de cuatro billones de dólares de bonos del gobierno comprados a través
del programa de QE de la Reserva Federal desde el 2008 ahora se sientan en la
cuenta de la Fed. Aunque estas compras pueden haber distorsionado el mercado de
bonos, creado falsas señales a la economía y pueden vislumbrarse como un
peligro para el futuro (cuando los bonos tengan que ser vendidos), son
principalmente un medio de la monetización de la deuda, por lo que el gobierno
se vende la deuda a sí mismo. Pero las compras de acciones implicarían una sigilosa
nacionalización de la industria, y representarían un fuerte giro hacia el
comunismo.
Muchos observadores
estadounidenses se reconfortarán en la creencia de que los Estados Unidos ya han
concluido su experimento de QE y en que ahora estamos yendo en la dirección
opuesta, hacia una era de ajuste monetario. Pero esto es en gran medida, una
mala interpretación la situación actual.
La economía
estadounidense se está desacelerando notablemente, y a pesar de las
afirmaciones continuas de la Fed de que el alza en las tasas es probable en un
futuro muy cercano, yo considero que estamos atorados tan firmemente en la
trampa de los estímulos como lo está Japón. La principal diferencia entre los
E.U. y Japón, es que Japón empezó este “experimento” desde una posición
económica mucho más fuerte. Japón era un país acreedor, con amplio ahorro
interno y grandes superávits comerciales. En contraste, Estados Unidos empezó
como el mayor país deudor del mundo, con un ahorro mínimo y enormes déficits
comerciales. Así que si Japón, con su posición económica superior, no pudo
librarse a sí mismo de esta trampa, ¿qué esperanza tiene Estados Unidos?
Si la Reserva
Federal no es capaz de elevar las tasas de cero, tampoco tendrá la capacidad de
cortarlas para luchar la próxima recesión. Así que la próxima vez que se
produzca una recesión económica (y una ya podría estar en camino), la Reserva Federal
tendrá que lanzar de inmediato la siguiente ronda de QE. Cuando la QE4 resulte
tan ineficaz como las tres últimas rondas, para crear un crecimiento económico
real, la Fed puede tener que considerar las ideas radicales que contempla
actualmente el Banco de Japón.
Así que este es el
final de la QE: la explosión de la deuda, distorsión financiera, estancamiento
prolongado, recesión recurrente y la toma eventual del gobierno de la industria
y la economía. Esta parece ser la alternativa preferida de los políticos y
banqueros que simplemente se niegan a dejar que los mercados libres funcionen
de la manera en que se supone que lo hagan.
Si las tasas de
interés jamás hubieran sido manipuladas por los bancos centrales y la QE nunca
hubiera sido inventada, los mercados podrían haberse purgado a sí mismos de las
burbujas especulativas y las malas inversiones desde hace años. Claro que
podríamos haber tenido una recesión más profunda, pero también podría haber
sido mucho más corta, y podría haber sido seguida de una recuperación mucho más
robusta y sostenible.
En lugar de eso,
Washington se ha unido a Tokio en el camino a Leningrado.
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