En este sentido, pocas esperanzas abrigan al alcohólico, por ejemplo, que ni siquiera es capaz de reconocer que lo es, y peor aún, si llega a concluir que su situación mejorará a medida que bebe más. No dudo que una de sus frases favoritas sea “evite la cruda, manténgase ebrio”. Una locura.
Este último caso, es una buena analogía de lo es ahora la economía mundial: una adicta a una droga maravillosa, llamada Deuda. Sí, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) reveló a través de un reporte hace unos días, que para apoyar el crecimiento económico global, los niveles de crédito deben duplicarse en esta década, a niveles de 103 billones (millones de millones) de dólares.
De ese tamaño es la “botella” que necesita nuestra enferma, que se encuentra en estado de comapor los excesos cometidos, sobre todo, en los últimos diez años. Si el diagnostico de estos “doctores” es que este alcohólico necesita más de lo mismo, la verdad es que el resultado no puede ser más que aterrador.
Fue justo la abusiva expansión monetaria y crediticia, la que nos condujo a un interminable ciclo de crisis cada vez más severas desde 1971, cuando por decreto del presidente estadounidense Richard Nixon, se abandonó lo que quedaba del patrón oro.
Es curioso que estos economistas del WEF, incluyeran el término y monto de lo que consideran “crédito sostenible” en su texto, pero lo es más que para definirlo, consultaran a directores generales de la industria financiera, ejecutivos de agencias calificadoras, banqueros centrales y reguladores, pues este selecto grupo ha sido precisamente el mayor beneficiario de las burbujas crediticias que se han inflado en el planeta.
Total, ya saben que a la hora de los problemas, los gobiernos los rescatarán echándose a cuestas (con cargo a los contribuyentes) las pérdidas que dejaron.
Así ocurrió ya en México hace unos años, en Estados Unidos hace menos y en unos meses más sucederá en España, que ya anunció que nacionalizará sus Cajas de ahorro hacia la segunda mitad de 2011. El común denominador es siempre “proteger a los ahorradores”, “evitar nuevas crisis”, bla, bla, bla… sin admitir jamás que se trata de un “socialismo para ricos”, no vaya a ser que pierdan el dinero de sus inversiones estos señores banqueros.
Eso sí, está garantizado que una vez que pasen las turbulencias, les será reintegrada la empresa para seguir haciendo negocio.
Por eso, da igual escuchar a los funcionarios norteamericanos o a los europeos, el discurso, es el mismo. La muestra más reciente la puso la vicepresidenta económica de España, Elena Salgado, que ofreció consuelo a sus ciudadanos diciendo que las ayudas financieras estatales no cuentan para su déficit fiscal, “nada más” engruesan la deuda pública. Menos mal.
En fin, el mercado nos enseña que por la buena o por la mala, los ajustes se tienen que dar. La moraleja es muy sencilla: no se puede por avaricia andar prestando dinero incluso a quien no puede pagar, sin que tarde o temprano se sufran las consecuencias.
Tal vez convendría regalar a nuestros políticos, un diccionario de la Real Academia Española, para que lo abran en la siguiente palabra, pues en una de sus acepciones dice: “Droga: Deuda, a veces la que no se piensa pagar”. ¿Será?
Guillermo Barba