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viernes, 25 de marzo de 2011

OPTIMISMO OFICIAL EN MÉXICO

Hace algunas semanas, el secretario de Hacienda se lució con una pifia que opacó la nota que quería presumir: la del crecimiento de la economía mexicana en 2010. Sólo para recordarlo, aquel resbalón fue conocido por decir que con seis mil pesos de ingreso mensual, había mexicanos que pagaban casa, carro y escuela privada para sus hijos, al más puro estilo de la canción “Peso sobre peso” del famoso Chava Flores. Pues bien, Ernesto Cordero sigue dando de qué hablar, y si antes nos hizo recordar a la “Bartola” de la canción, ahora hace lo propio con aquel personaje conocido como “La Chimoltrufia”.

Y es que en menos de una semana, ha mandado mensajes bastante contradictorios. Al más puro estilo de la creación de “Chespirito” (que repetía su frase de “así como digo una cosa, digo otra”), primero el lunes declaró que la reciente alza en los precios del petróleo significaban una amenaza mayúscula para la economía del país. En lo que parecía una esperada entrada en razón, admitió abiertamente también que nuestra recuperación está en función de la de Estados Unidos, y que la apreciación del peso se está convirtiendo en una “mala noticia” para las arcas nacionales, al recibirse menos pesos por cada dólar que ingresa.

Sin embargo, sólo un día más tarde, el secretario pareció olvidar los riesgos de los que hablaba por el alza del crudo, al referirse a “una fuerte posibilidad” de que el PIB en 2011 crezca a una tasa aún mayor que la del año pasado, de 5.5 por ciento. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Le debemos creer al Cordero realista o al optimista?

Queda claro que la primera perspectiva luce más sustentada, en un escenario que cada vez se asemeja más a una tormenta perfecta para los precios del crudo. A factores como la creación masiva de liquidez monetaria (a cargo de los principales bancos centrales), las apretadas reservas petroleras mundiales y la demanda creciente, se suman ahora la inestabilidad política en Medio Oriente, África del Norte y la crisis nuclear japonesa; todos, elementos que fortalecen su tendencia alcista. Aunque todavía estamos lejos de los máximos históricos (alrededor de 150 dólares el barril) vistos en 2008, la cotización ya está de nuevo arriba de los 100 dólares. Las probabilidades de una recaída económica mundial, avanzan a la par de los precios del oro negro. Por eso se antoja muy complicado que nuestro principal motor, Estados Unidos, pueda vigorizar su producción en un marco de combustible caro.

Eso sí, no debemos perder de vista que el petróleo y sus derivados, con todo y su importancia, forman parte de las materias primas. En este sentido, otras aún más importantes como los alimentos, están experimentando encarecimientos por razones similares, y que en conjunto merman a diario la capacidad de compra de la gente. Eso explica en gran parte, por qué la recuperación que tanto anuncian en los medios genera serias suspicacias. ¿O acaso de veras estamos mejor con gasolina y tortillas más caras?

Ahora que si el bando de los optimistas quiere conservar los adeptos que tiene, que no voltee a Europa ni a ver las cotizaciones del dinero real (oro y plata), pues corre peligro de irse de espaldas. Ayer mismo el oro tocó un máximo histórico por arriba de 1446 dólares la onza, y la plata uno de 31 años en 38.09 dólares/oz, mientras Europa se cimbra ante la inminencia de un rescate financiero para Portugal.

Visto de esta manera, tal vez Ernesto Cordero quiso remediar el descontento que generó con la anécdota de los seis mil pesos, ideando una manera de estar siempre en lo correcto, como aquella trampa en los “volados” en que uno dice: “sol, yo gano; águila, tú pierdes. De ser así, ¿usted de qué lado lo apoya?

viernes, 18 de marzo de 2011

JAPÓN: UN TSUNAMI QUE SUBIRÁ LOS PRECIOS DE COMBUSTIBLES

La catástrofe que sufrió Japón hace unos días y que ha consternado al mundo entero, no es una tragedia más, sino una que quedará marcada con tinta indeleble en la historia de la humanidad. Si bien hay desastres de toda índole que ocurren año con año a lo largo y ancho del planeta, existen algunos que sirven de referencia obligada para marcar cambios en los paradigmas existentes.

Entre estos sucesos se cuentan desde fenómenos meteorológicos y extinciones masivas de especies, hasta grandes guerras. Así pues, el terremoto, posterior tsunami y posible gran tragedia nuclear en el país del Sol Naciente, será uno de esos hitos históricos al margen de lo que suceda de aquí en adelante.

Por supuesto, lo más doloroso sin duda es que miles de personas hayan perdido la vida, y que millones de afectados más, tendrán que cambiar sus hábitos, costumbres y actividades cotidianas para habituarse a una nueva realidad. No me refiero solamente al pueblo japonés, sino incluso a aquellos que nos encontramos en otros continentes, a los que nos serviría tomar conciencia de que esta desgracia acelerará procesos de cambio, en un ámbito que incumbe a toda la humanidad: la economía.

En este sentido, debemos entender otra cara del problema originado en Japón que poco se ha abordado: las consecuencias que tendrá en los precios de alimentos, combustibles y materias primas en general. Su tendencia alcista no sólo sigue intacta, sino que además se ha reforzado y acelerado con lo ocurrido.

Así pues, mientras Alemania decreta un cierre temporal de sus plantas nucleares más viejas, y Estados Unidos y México realizan nuevas revisiones en los sistemas de seguridad de las propias, el descrédito que recibe la energía atómica la condena sin remedio a soportar una pesada carga de la que no será fácil desprenderse.

El beneficiario directo de esto es el petróleo, que junto con el carbón y el gas natural, constituye el principal recurso para la generación de energía eléctrica. Esto se traduce en que, a pesar de las caídas en precios que se puedan observar en el corto plazo, la realidad es que podemos esperar que esta década el crudo y sus derivados sigan encareciéndose.

No podemos hacer a un lado que hace mucho no se descubren nuevos yacimientos súper masivos del “oro negro” que, por su accesibilidad, pudieran asegurar un pronto crecimiento de la oferta para descender su cotización. Es más, gracias a los cables de Wikileaks, ahora se sabe que la embajada de Estados Unidos en Arabia Saudita, reportó a Washington entre 2007 y 2009 sus sospechas fundadas de que los sauditas habrían exagerando hasta en 40 por ciento las reservas petroleras que dicen tener.

Este aliado de los estadounidenses, siempre ha prometido elevar su producción de crudo en el caso de que precios altos comprometan el ya por sí mermado crecimiento económico yanqui. ¿Qué pasaría entonces si se comprueba que, pese a su compromiso, Arabia Saudita fuera incapaz de producir más petróleo? No hace falta explicarlo.

En fin, al pueblo japonés no nos queda más que desearle que la contingencia que enfrenta se resuelva pronto, e inicien su reconstrucción. Mientras tanto, en el resto del mundo vayámonos preparando para lo que, todo indica, será un “tsunami” en el precio de los energéticos que, afortunadamente, sí podemos predecir.

viernes, 11 de marzo de 2011

¿BANCOS CENTRALES CONTRA LA INFLACIÓN? (NUNCA COMBATA UN INCENDIO CON GASOLINA)

Es curioso que los principales responsables de la expansión monetaria y del crédito, los bancos centrales del mundo, se dividan ya entre los que no ven la inflación y los que comienzan a “preocuparse” por ella. Ninguno tiene remedio, pues si bien la desvergüenza de los primeros es mayor, los segundos se rasgan las vestiduras en el tema como si en ello no tuvieran nada que ver.

Las muestras más representativas de cada caso, son la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE). Banco de México ha tomado partida del lado de la Fed, pues además sus respectivos titulares han concluido lo mismo: no hay presiones inflacionarias serias, pero de llegar a existir por los precios del petróleo y demás commodities, éstas serán “temporales”. Basta revisar las declaraciones de Bernanke y Carstens para notar sus coincidencias.

Estas falaces conclusiones, así como la fingida preocupación por el incremento de precios, nos revelan su nula comprensión de este fenómeno monetario o su desfachatez. Esta semana, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, coordinó conversaciones entre los principales banqueros centrales en las que descargó toda la responsabilidad de lo que llamó “amenaza de inflación”, en los precios del crudo y alimentos. En otras palabras, fue capaz de ver el peligro presente pero ninguna de sus causas estructurales, como si la inflación fuese un asunto de generación espontánea. En cambio, siempre será más fácil atribuir las vicisitudes a coyunturas externas como la inestabilidad en Medio Oriente.

Para contrarrestar estos riesgos, Trichet dio señales de que está listo para comenzar a subir las tasas de interés en la zona Euro. Sin embargo, poco éxito puede augurarse a su intento, pues contra el incendio inflacionario más grande de la historia un solo carro de bomberos con un chorro insignificante de tipos de interés, nada podrá hacer contra las grandes oleadas de combustible (dinero de papel) que se arrojan desde América a todo el orbe.

La apuesta de Carstens, Bernanke y Trichet es que el sobrecalentamiento de economías emergentes como la china, provoque una desaceleración que alivie las presiones en las commodities. Pero el tsunami de liquidez que devalúa al dólar, no se detendrá en el corto plazo, por lo que tanto alimentos como energéticos continuarán su tendencia alcista. Es más, incluso de presentarse una pronunciada desaceleración, los problemas de oferta que atraviesan las commodities seguirán presionando los precios.

Por ese motivo, la lucha de “todos contra la inflación” sólo puede ser liderada por los propios ciudadanos. Aquél que piense que los banqueros centrales le pondrán fin a este problema, verá perder con impotencia la capacidad de compra de su dinero. De ahí que resulte indispensable proteger el valor de lo ganado, jugando las contras a los que se empeñan en robar de los bolsillos de todos. El ahorro en onzas de plata amonedadas como la “Libertad”, en México; las “Eagles”, en la Unión Americana; las “Maple Leaves”, en Canadá, etc., es sin duda una opción insoslayable.

A propósito de la plata, las últimas semanas ha tocado máximos de 31 años, y aunque una corrección parece inminente, lo cierto es que los fundamentos para que su “bull market” (mercado a la alza) continúe, siguen sólidos. A pesar de eso, con tristeza vemos que en México, por un lado, se sigue desaprovechando la oportunidad de monetizar la onza Libertad, y por otro, que la demanda de dicha moneda podría estarse desacelerando.

Según informa Banxico en respuesta a la solicitud de información OFI006-3646 realizada por este columnista, la colocación de onzas Libertad se disparó de 375,282 piezas en 2007, a 1,275,731 en 2008, cuando inició la crisis. Sin embargo, para 2009 sólo creció 20.25 por ciento más, y para 2010 cayó 26.07 por ciento a 1,134,043 unidades. ¿Será acaso que haya quien sí se esté creyendo el cuento de la recuperación? Que cada uno decida qué camino tomar, pero ante la posibilidad de una gran tormenta, más valdrá siempre estar preparados.