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viernes, 17 de junio de 2011

LAS MENTIRAS DE GRECIA

Grecia se encuentra al borde de un profundo abismo. Los excesos de gasto y endeudamiento que cometieron y siguen cometiendo los griegos, los han conducido a toda velocidad a un callejón sin salida llamado “bancarrota”. Para quien guste de pensar con base en el sentido común, ese inevitable desenlace estaba “cantado” desde un principio, y pese a ello, hay todavía quienes se empeñan en afirmar que el problema griego tiene solución sin incurrir en una moratoria de pagos, o reestructuración, como se le suele llamar eufemísticamente a una quiebra.

¿Usted le prestaría dinero sin límite a algún vecino apurado, que necesita el dinero para poder pagar los intereses de su hipoteca? La única respuesta lógica, es no. Toda proporción guardada, Alemania y en menor medida Francia se han convertido en esos vecinos acaudalados, que han financiado gran parte de las deudas de países periféricos como Grecia, Irlanda y Portugal.

En ese mismo orden, todos han ido cayendo como fichas de dominó para terminar suplicando por rescates financieros a las puertas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE), para poder hacer frente a sus compromisos de pago de deuda. El juego no sólo amenaza con no detenerse, sino con arrastrar también tarde o temprano a España e Italia.

Las sirenas de alerta que ha lanzado el mercado, advirtiendo estos peligros, llevan mucho sonando por la vía de los rendimientos de los bonos de deuda gubernamental. Cuando las tasas de rendimiento van a la alza, se debe a que el valor de sus bonos va a la baja. Esta aparente contradicción, se explica gracias a los básicos de oferta y demanda: un bono altamente demandado será más caro, y al tener que pagar más por él, los intereses fijos que paga serán menores en proporción al capital invertido.

En cambio, un bono con poca demanda verá sus rendimientos dispararse, pues la desesperación del tenedor lo hará liquidarlo incluso con pérdida, con tal de deshacerse de él; de este modo, el adquiriente obtiene una mayor utilidad vía cobro intereses respecto a lo invertido… en teoría.

Y es que por supuesto, para que ese último caso opere, tiene que darse una condición obvia: que el deudor, de veras pague lo que ha prometido. Es justo ese el problema con Grecia, pues las apuestas apuntan a que más temprano que tarde, terminará por no cumplir. Para darnos cuenta de lo que dice el mercado, la tasa que “pagan” los bonos griegos, irlandeses y portugueses están en máximos históricos.

El rendimiento del bono griego a dos años, por ejemplo, está sobre niveles de 28.15 por ciento, que contrasta en forma dramática con el alemán de apenas 1.44. Frente a frente, uno es evidenciado como basura.

Las muchas mentiras de Grecia, que empezaron cuando su primer ministro decía que ni siquiera sería necesario un rescate, se siguen multiplicando. Por eso, los alemanes ya han dado muestras de no estar dispuestos a seguir pagando los platos rotos. No por nada la canciller Ángela Merkel quiere aplazar un segundo plan de rescate que quizá no quiera. Los únicos que parecen seguir creyendo en los helenos, son los funcionarios del FMI que se dicen dispuestos a mantener los apoyos, si se toman las medidas de austeridad y ahorro que, hay que decirlo, tampoco han querido cumplir por la presión social sobre el gobierno.

Las proyecciones del propio BCE cifran en 166 por ciento del PIB la deuda bruta de la República Helénica para 2012, cuando para este año la estiman en 157.7, por lo que cualquier ayuda será mero dinero bueno echado a la hoguera.

Por eso, ya que muchos funcionarios se sienten aún con el poder suficiente para desafiar al mercado, es de esperarse que haya más rescates tipo Grecia para aplazar de nuevo lo inevitable, hasta que una nueva crisis haga caer por su propio peso este enorme castillo de naipes. Eso sí, que no se nos olvide que, del otro lado del planeta, existe un gigante enfermo que tiene peores síntomas que el “enano” griego, y que hoy ruega por que le permitan elevar su techo de endeudamiento para seguir con vida.

Si los problemas de un pequeño causan tanto revuelo, más nos vale ir tomando previsiones para la caída del coloso. No vaya a ser que a algún despistado, lo vaya a agarrar sin una buena armadura de plata, y un escudo de oro.

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