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viernes, 26 de agosto de 2011

ESTAMOS EN EL "HOYO" (JACKSON HOLE)

Hoy los ojos del mundo estarán puestos en un lugar llamado Jackson Hole, Wyoming, E.U., por el discurso que rendirá el presidente del Banco Central estadounidense (Fed), Ben Bernanke. Y no es para menos. Las caídas bursátiles y la posterior volatilidad sufrida en los mercados financieros luego de ser degradada la calificación crediticia de aquel país de AAA a AA+, ha multiplicado la especulación de una tercera ronda masiva de impresión monetaria (QE3). Sin embargo, hay un consenso entre los economistas de que el presidente de la Fed, no anunciará (todavía) una nueva compra masiva de bonos del Tesoro.

Por eso, las esperanzas de muchos medios especializados e inversionistas que animaron algunos rebotes en los índices de valores  hace unos días, podrían quedar en eso: simples anhelos. De ocurrir así, quizás no hayamos visto todavía los mínimos bursátiles del año, además de tener la certeza de que la volatilidad permanecerá por largo rato. No obstante, no debemos perder de vista el “bosque” contemplando un árbol. Es indudable que, en un sistema adicto al endeudamiento exponencial, la creación de más y más dinero “de la nada”, está garantizada en el futuro cada vez que las condiciones empeoren. En este sentido, sólo es cuestión de tiempo (y de más desplomes en las bolsas), para el lanzamiento de un QE3, QE4, QE5, etc., los que sean “necesarios”.

Esto lo podemos prever, pues está claro que los impresores de dinero como Ben Bernanke, un estudioso de la Gran Depresión del ’29, no tienen miedo alguno de lo que ellos crean (inflación), sino de su antítesis: la deflación. La razón es muy simple. Si la casa de naipes que es el sistema financiero global tiene sus cimientos en una perpetua y creciente deuda, entonces el desendeudamiento, el ahorro, la disciplina fiscal y monetaria significan su aniquilación.

Si por culpa de gobiernos y personas “insensatos”, que ante la tormenta económica o su circunstancia individual comienzan a liquidar sus préstamos, a equilibrar sus presupuestos, etc. (sin contar a los que nunca debieron de haber recibido créditos por ser incapaces de liquidarlos), se aparece el fantasma de la deflación, el hueco dejado por esa contracción en la oferta monetaria buscará ser compensada por los impresores de dinero. Hoy, estamos en ese “hoyo”, y por eso la Fed lidera la carga gracias al monopolio que tiene de la divisa de reserva: el dólar.

El problema mayúsculo, es que esto constituye una manipulación del mercado que, bien se sabe, no durará para siempre. Se pretende hacer creer a todos que es posible salir de una borrachera descomunal de deuda, sin sufrir las consecuencias. Es evidente que esto es algo que tiene sin cuidado a Bernanke y compañía, pues finalmente los que pagarán los platos rotos son los ciudadanos no solo de Estados Unidos, sino de todos los países que, como México, no deja de acumular reservas en billetes verdes condenados a perder su valor. No es gratuito que, aquellos que ven venir el tamaño del “huracán” económico que se aproxima, busquen el amparo infalible del enemigo número uno del dinero fíat, el real (oro y plata).

Para quien tenga alguna duda respecto al futuro actuar de la Fed, debería recordar que hace poco más de un mes, el propio Bernanke en un desliz afirmó que una mayor debilidad económica y riesgos de deflación, implicarían la necesidad de mayores estímulos monetarios. ¿Hacia dónde nos dirigimos si no es hacia allá, cuando hay datos que evidencian que la supuesta “recuperación” está agotada?

Y con estos fundamentos, ¿por qué hay quien se atreve a repetir que el oro está en una burbuja que acaba de reventar? Por favor, sean serios y buena suerte, la van a necesitar.

viernes, 12 de agosto de 2011

P.D. A 40 AÑOS EL REY ORO NO HA MUERTO,¡VIVA EL REY!

Este 15 de agosto de 2011, se cumple un aniversario más de aquella fatídica fecha en que, por decreto del presidente norteamericano Richard Nixon, se abandonó lo que quedaba del patrón oro. Ese acontecimiento marcó, de hecho, el primer “default” (incumplimiento de pago) de Estados Unidos, al que sin embargo solo después de cuatro décadas la calificadora Standard & Poor’s se atrevió a degradar de la nota más alta (AAA).

Grosso modo, el estándar vigente hasta entonces implicaba que el billete verde era tan bueno como el metal áureo: para obtener una onza, bastaban 35 billetes verdes a una tasa de cambio fija, a la que se sujetarían todas las demás monedas. No obstante, esta relación implicaba un límite a la creación de dinero de papel, pues para emitirlo debía estar amparado antes por su equivalente en metal, cuya disponibilidad desde luego, es limitada.

Los déficits de las cuentas estadounidenses con el exterior (por comprar mucho más de lo que vendían al mundo) acumulados por varios años, les significaron ver cómo rápidamente sus arcas comenzaron a vaciarse, pues países como Francia demandaron se les entregara el oro que les correspondía por los dólares que poseían. Sin la orden de Nixon, pronto se hubiesen quedado sin un gramo de oro. En otras palabras, no podían pagar, estaban quebrados.

Lo que es cierto, es que esa decisión les permitió vivir la época de mayor expansión económica de su historia, pues por su posición hegemónica el planeta entero asumió de facto, un patrón dólar. Gracias a él, podrían vivir más allá de sus propios medios con solo imprimir dinero, por supuesto, mientras todas las demás naciones estuvieran dispuestas a aceptar sus billetes.

Para hacer una analogía, es como si a cualquiera de nosotros se nos permitiera pagar cualquier cosa con billetes del “Monopoly” (“Turista” en México), y cuando se nos acabaran pudiéramos sacarles copias fotostáticas desde la comodidad de nuestro hogar, para seguir la fiesta y el derroche. Un absurdo total.

El problema fundamental de este nuevo sistema, vigente hasta hoy, es que se sostiene en algo que, por definición, no puede crecer al infinito: el endeudamiento. Tarde o temprano, todas las cuentas se tienen que pagar, de un modo o de otro; por la buena o por la mala. Cada billete ya no está respaldado por oro, ni por la supuesta capacidad de pago del emisor, nada más por su promesa de hacerlo, por mera deuda.

Por este motivo, el dólar ya no es lo que alguna vez fue. Su posición como divisa internacional de reserva, se debilita cada minuto, pues ya no estamos todos tan dispuestos a aceptar una la moneda de una nación que, como en 1971, está en quiebra. Grave error, por tanto, es la soberbia que se demuestra en palabras como estas, pronunciadas por Obama: "Los mercados bajan y suben. No importa lo que diga una agencia de calificación. Estados Unidos es y siempre será un país  triple A”. O peor todavía, las de Ben Bernanke, presidente de su banco central (Fed), que con desprecio ha dicho que el oro “no es dinero”. Ese mismo desdén, fue con que Nixon humilló en su momento al oro, al rebajarlo de su calidad de ser el dinero por excelencia, a una simple “materia prima”.

Muy a su pesar, en 2011 el metal amarillo sigue cobrando fuerza y, 40 años después, ridiculiza al dólar. Si entonces bastaban 35 unidades de aquél para valer igual que 31.1 gramos de oro (una onza), ahora han llegado a necesitarse más de 1,800, evidencia irrefutable de que toda divisa de papel eventualmente regresa a su valor original…cero. ¿Podrá solucionarse una enfermedad estructural como esta, combatirse con más impresión de dinero como ahora no sólo lo ha hecho la Fed, sino el Banco Central Europeo, el japonés, el suizo, etc.? ¿Puede más alcohol curar al alcohólico?

Una cosa es cierta, la historia muestra que todos los experimentos de este tipo, han tenido desenlaces terribles; el dinero de papel siempre termina autodestruyéndose y su emisor arruinado. Así que para los que quisieran ver al monarca de los metales desaparecer de la faz de la Tierra, el mensaje es claro: el Rey no ha muerto, y muy pronto reclamará su lugar en el sistema monetario global ¡que viva el rey!

viernes, 5 de agosto de 2011

¡SE HUNDEN LAS BOLSAS! LLEGÓ EL GRAN COLAPSO

Las señales del colapso estuvieron siempre para el que las quiso ver. Por supuesto, en este rango no entran gobernantes, periodistas y medios que, una y otra vez, afirmaron que la recuperación económica estaba en marcha. Ante lo que no quisieron ver –u ocultaron, esta semana los mercados financieros los evidenciaron con un mensaje claro y contundente, al desplomarse los índices bursátiles. Este jueves negro en México, vio a la Bolsa Mexicana de Valores tener su peor caída desde 2009 (-3.37%), mientras que en Wall Street el Dow Jones y el S&P500 perdieron 4.31 y 4.78%, respectivamente.

Al cierre de esta columna, los índices asiáticos los imitaban teniendo su peor derrumbe desde marzo. En palabras llanas, el rebote económico provocado por todo el arsenal de estímulos fiscales y monetarios que soltaron, se agotó; estas caídas, son solo un reflejo. Descanse en paz su “recuperación”.

Como es evidente, cuando el dinero sale de un lado después entra en otro, por lo que el dólar, el franco suizo y los bonos del Tesoro estadounidense destacaron entre los ganadores del día, con lo que no queda lugar a dudas que, la madre de todas las burbujas, es la de los “treasuries”. Y es que por contradictorio que parezca, tanto el billete verde como sus bonos soberanos siguen siendo considerados aún, como un refugio seguro. De ahí que sus rendimientos, a pesar de ser ya tan bajos, sigan comprimiéndose.

Eso sí, llegará el día en que esta farsa global –en  la que todo el sistema se basa en dinero fíat (de papel), tendrá que caer por su propio peso, y entonces el dinero real (oro y plata) con su propia burbuja, verá estallar ante sus ojos la de los bonos yanquis.

Mientras tanto, la realidad es que como ya hemos señalado con anterioridad, es posible (y deseable) que ante el gran colapso que ha reiniciado, se presente una liquidación mayor en metales preciosos y otras commodities, que podría ser la última gran oportunidad de compra. Su “bull market” (mercado alcista), por lo tanto, seguirá intacto y más fuerte que nunca.

Por supuesto, la evidente tendencia bajista verá por momentos algunos rebotes temporales, hasta que las voces desesperadas de los inversionistas y grandes capitales de hoy, se conviertan mañana en exigencias de más de esa poderosa droga a la que el sistema es adicto: la impresión monetaria. De hecho, esta ya inició en Japón y Suiza que han tenido que inyectar (crear) dinero para tratar de controlar la apreciación de sus monedas. Asimismo, el Banco Central Europeo a través de su torpe titular, Jean-Claude Trichet, ha indicado que está listo para volver a intervenir en forma selectiva en el mercado de bonos irlandés y portugués.

¿Queda alguna duda de que nadie quiere una moneda fuerte? Por lo tanto, la guerra de divisas continuará también, hasta que el propio presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, termine anunciando alguna modalidad de “relajamiento cuantitativo” (QE3).

Ahora bien, para los escépticos que a estas alturas dudan que recaigamos en una recesión, habría que decirles que según estadísticas de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), desde 1945 a la fecha, Estados Unidos ha caído en recesión luego de un promedio de 59 meses de expansión. No obstante, en ese periodo ha habido extremos en los que la misma fue tan breve como 12 meses (’81-’82), y tan larga como 10 años (1991-2001). O sea, una recaída en todo caso, es sólo cuestión de tiempo. Si como mero ejercicio tomáramos la media de meses de crecimiento (casi 5 años), eso marcaría altas probabilidades de contracción hacia 2014.

Para como están las cosas, se ve muy difícil que la economía aguante tanto, sobre todo si consideramos que en 2008-2009, cuando estalló la crisis, ni siquiera había reventado el problema en Grecia, España, Portugal, Irlanda, ni tampoco Estados Unidos tenía los problemas que enfrentó recientemente para elevar su techo de endeudamiento.

¿Qué “estímulos” les quedarán para la próxima vez? Si añadiéramos un ingrediente más, una eventual desaceleración china, el trazo de la tormenta perfecta queda concluido para lo que algún día, en definitiva, quedará marcado como la Gran Depresión que nos tocó vivir.

Twitter: @memobarba