Esos mismos funcionarios y sus medios afines, son los que suelen expiar sus culpas descargándolas en especuladores que “atacan” mercados como el de bonos para obtener ganancias y poner de rodillas a naciones enteras.
Si fuera cierta la idea de que un segundo paquete europeo de ayuda va a curar de facto la crisis, podríamos estar seguros de los rendimientos de los bonos portugueses, irlandeses italianos y españoles comenzarían a volver ya a niveles considerados normales, pero sin duda eso está lejos de ocurrir. Luego de una previsible baja, volverán en todos los casos a los máximos históricos observados hace poco, alejándose cada vez más de los bajos rendimientos que pagan los seguros bonos alemanes.
A decir verdad, diversos mecanismos e instrumentos financieros sí permiten a los inversionistas más avezados, obtener utilidades en mercados al alza o a la baja, pero en ningún caso ellos son la causa de los problemas económicos. Su trabajo es ganar dinero y, si las torpezas de los gobiernos les permiten tomar posiciones para maximizar sus ganancias, lo van a hacer. Echarles la culpa, es como responsabilizar a los apostadores en un mundial de fútbol, por el fracaso del equipo peor clasificado del torneo.
De antemano se puede saber que una selección extremadamente débil, tiene ínfimas probabilidades de ganar la copa. Los números, no mienten. ¿O acaso los especuladores derrocharon el dinero con el que se endeudaron los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España)? ¿Puede contagiarse una enfermedad que ya tienen y que ellos mismos se auto provocaron?
Los apoyos a Grecia anunciados ayer, constituyen la admisión tácita de algo que ya se sabía desde un principio: no podrían cumplir sus compromisos como estaban pactados, pues desde siempre, estuvieron quebrados. Es así que por donde se le vea, el rescate griego es de hecho un “default” (impago) disfrazado.
El paquete de financiación consistirá en 109 mil millones de euros de la unión monetaria y el FMI, más 50 mil millones de la banca privada que de manera “voluntaria” tendrá que cambiar sus bonos por otros de mayor plazo. La tasa de interés se rebaja más de un punto porcentual hasta el 3.5%, y se amplían los tiempos de pago de siete y medio a mínimo 15 y máximo 30 años.
Uno de los protagonistas de esta historia, el señor Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, ha subrayado: “lo que hemos hecho por Grecia no lo vamos a hacer por otros países”. Solo el tiempo dirá si tendrá que comerse sus palabras, como ya lo hicieron otros en su momento: “No necesitamos un crédito”, dijo el griego Papandreou; “no tenemos que pedir prestado dinero alguno”, presumió el irlandés Cowen; “Portugal no necesita el rescate”, desdeñó Sócrates.
Es decepcionante ver cómo el sentido común y la razón, son hechos a un lado por la prepotencia y la soberbia de los que, sintiéndose todopoderosos, pretenden manipular las fuerzas del mercado, lo mismo en Europa que en América. Esto porque se ha anunciado también que los estados miembros, reforzarán los usos del denominado Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) de 440 mil millones, para que pueda comprar deuda pública de países en problemas, refinanciar bancos, etc. para “impedir” nuevos rescates. En otras palabras, estará facultado para intervenir en el mercado secundario cuando éste mande señales de alerta, y fingir (engañar) que todo está bien.
La peor parte para estos neo planificadores centrales, es que la historia no está de su lado. Echar el polvo debajo de la alfombra nunca funcionó para recomponer las cosas, y nunca funcionará. El tiempo que hoy han ganado con estas medidas, solo se equipara a lo que también harán en unos días los legisladores estadounidenses al aprobar un nuevo techo de deuda, pero tarde o temprano todos pagaremos más caro el costo de su estupidez, que nada más puede ser resuelta con un doloroso pero necesario “reset” (reinicio) de todo el sistema. En fin, allá ellos, y que algún día, el oro y la plata los rediman.
Guillermo Barba
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