México, D. F., 20 Enero 2012 (Guillermo Barba) – La última semana nueve países europeos, entre ellos Portugal, Italia, Francia y España, sufrieron una baja en su calificación crediticia por parte de Standard & Poor’s (S&P), que desató toda clase de reacciones negativas. Ante ello, los políticos europeos deben ser muy cuidadosos para no tropezar con la misma piedra, al desacreditar de plano a aquellas firmas que, es cierto, tienen un negro historial de equivocaciones cuyos alcances llegan hasta el mismo detonante de la crisis global.
No se puede soslayar que las agencias calificadoras fueron las que otorgaron la máxima nota a las famosas hipotecas “subprime” en Estados Unidos, que el tiempo y el mercado demostraron que eran basura. Sus pecados, son sus pecados.
Sin embargo, culparlas de las caídas bursátiles o de “ataques especulativos” a los mercados de bonos soberanos y de elevar los tipos de interés, por ejemplo, es un error tan grande como el que las propias calificadoras cometieron.
Cualquiera que en su vida haya hecho un examen escolar, sabe que la nota que se obtendrá en realidad ya fue adquirida a lo largo del desarrollo mismo de la evaluación, no cuando el profesor entrega las calificaciones.
O, ¿acaso las agencias se gastaron el dinero que derrocharon irresponsablemente los gobiernos que pensaron que la fiesta del dinero barato y abundante duraría para siempre? Para nada.
Es más, las tibias degradaciones de S&P llegan tarde, una vez más, pues los elevados niveles de déficit, deuda y el estancamiento económico que sobre todo los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) se han auto infligido con sus excesos, hace pensar que sus calificaciones deberían ser incluso más bajas.
El caso griego es paradigmático y sirve de preludio a la suerte que correrá en un futuro el resto de los PIIGS.
Cómo olvidar que fue cuestión de meses para que pasáramos del “No necesitamos un crédito” del primer ministro Papandreu, al primer “rescate” financiero; de los compromisos de austeridad y recorte del déficit a la admisión de que no los cumplirían en tiempo y forma; de rendimientos de bonos a un año de 3% (en enero de 2010) a más de 450% ayer.
Las tensas negociaciones entre el país helénico y sus acreedores privados evidencian las debilidades de un acuerdo por el que se condonaría el 50% de su deuda en bonos, que ya se ve que no era tan “voluntario” como se afirmó. Es un hecho por un lado que las quitas tendrán que ser incluso mayores, pero también que una vez que se concreten sentarán un precedente para que más tarde otras naciones exijan lo mismo. En otras palabras, el escenario de deflación (contracción del crédito) luce espeluznante, y como ha ocurrido antes podría propiciar liquidaciones masivas de activos y una revaluación del efectivo, que en todo caso los más astutos aprovecharán para canjearlo por metales preciosos.
Pese a que el dúo Merkel-Sarkozy asegura que el caso griego es excepcional, ¿con qué cara podrán decirle a los portugueses, italianos o españoles que no “merecen” las mismas concesiones que los griegos? ¿Puede la moneda única sobrevivir a una catástrofe financiera con meros cambios políticos?
No obstante, no debemos subestimar la capacidad política de inventar nuevos mecanismos que, aunque no resuelven nada de fondo, siempre les permiten ganar tiempo. Las pretensiones del FMI de recabar medio billón de dólares adicionales para enfrentar la crisis del euro, son la prueba de que buscarán seguir echando dinero bueno al malo, es decir, tratando de salvar lo insalvable. Es ahí donde el error de la impresión monetaria para compensar la deflación, seguirá alimentando a la divisa que más se beneficia de esa falla estructural: el oro.
Las medidas de austeridad si bien son inevitables, no servirán de nada mientras los grandes tenedores de bonos, no estén dispuestos a asumir las pérdidas que deberían.
Cuando la implacable fuerza del mercado obligue a estas correcciones al estilo griego, algo que quizás sea lo mejor para propiciar una auténtica recuperación de las naciones en aprietos, la historia del euro, al menos como existe hasta hoy, habrá llegado a su fin.
© Guillermo Barba/OroyFinanzas
Twitter: @memobarba
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