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miércoles, 25 de julio de 2012

¿Y POR QUÉ SE DESPLOMAN EL ORO Y LA PLATA? Parte II

En la primera parte de esta entrega, abordamos las causas exógenas de las caídas tan pronunciadas que hemos observado en los mercados de oro y plata durante los últimos meses.
Ahora es turno de llegar a la sustancia, a la causa de las causas que explica cómo y por qué, durante años, sus precios han permanecido artificialmente deprimidos.
De entrada es justo recordar que, para que un mercado auténtico exista, tiene que ser libre. Esto es así, pues en el intercambio de cualquier tipo de bienes o servicios, y por tanto, en el establecimiento de sus precios, no debe mediar más que la voluntad expresa de las partes, el mutuo acuerdo sujeto a las fuerzas de oferta y demanda.
En este entendido, cualquier intervención exógena –peor aún si esta es gubernamental, que pretenda imponer condiciones, límites, precios, etc., no solo coarta la libertad de los que en él participan, sino que además terminará por degenerar en una artera distorsión con consecuencias insospechadas para todos: individuos, empresas y por supuesto en la provisión de las mercancías afectadas. El caos.
La evidencia histórica nos demuestra cuán desastroso es el final para aquellos casos en que el mercado libre es violado, pues sus colosales fuerzas siempre terminan por imperar, y el castigo para los responsables es proporcional al tamaño y período de la manipulación.
Ahora bien, oro y plata son dos “materias primas” que resaltan de entre las demás por sus cualidades monetarias. Ambas, cumplen con todas las funciones del dinero, y por tanto, lo son por antonomasia. Por cierto, uno elegido por la espontaneidad de la propia acción humana, que explica por qué lo han sido en todos los rincones del planeta a lo largo de los tiempos.
Es justo por esa incómoda condición y la de ser un dinero que por su naturaleza es finito, que los emisores y principales beneficiarios de otro “infinito”, el dinero fíat (el creado en papel o como dígitos en computadoras), se han enfrascado en una oscura guerra sin cuartel para mantener oprimida a la dupla de metales preciosos, a niveles en los que no estarían en un mercado de verdad. El móvil de este artilugio es entonces, no solo económico, sino también político.
La razón es clara: la cotización del oro, y en cierta medida la de la plata, es el indicador inequívoco de la devaluación del dinero fíat que, luego de agosto de 1971 –cuando se abandonó el patrón oro, tiene como eje de su modelo global al dólar estadounidense. Al menos así lo es en condiciones de mercado libre, que quieren evitar a toda costa, pues la corrupción de ese orden basado en la expansión ad infinitum del crédito, y por ende de la creación monetaria, pretende ser llevada hasta sus últimas consecuencias. Los beneficios que han obtenido, bien lo valen para ellos.
La herramienta principal en este ardid han sido los derivados financieros y el sistema de reserva fraccionario de los Bullion Banks (bancos especializados en metales preciosos), capaz de generar una falsa sensación de sobre oferta, que rebasa por mucho las existencias físicas. Dicho mecanismo en esencia consiste en la posibilidad de vender o prestar con interés varias veces un mismo lote de oro, a costa de todos los clientes que al no demandar la entrega material, se sienten simultáneamente propietarios de los mismos lingotes. En otras palabras, se auto dotan del poder de crear “oro” papel.
Jeff Christian, especialista de CPM Group, grupo especializado en materias primas y apologista del sistema fraccionario, ha declarado ante instancias oficiales de Estados Unidos, que: “los metales preciosos […] son intercambiados en múltiplos de cien veces su respaldo en físico”.
Por su parte, bancos centrales y privados tampoco dejan solos a ambos metales, pues son conocidos sus esfuerzos por manipular y/o “moderar” su sintomática alza. Los primeros, como ya se dijo, para no evidenciar la caída descomunal en el valor de sus divisas, y los segundos, para obtener utilidades prontas producto de su juego intencional con operaciones de derivados.
Una historia conocida ahora que se ha destapado la cloaca del escándalo del Líbor, pero de alcances todavía mayores. Tanto, que hace parecer a los manipuladores de ese tipo de interés como simples “niños traviesos”.
En esta trama juegan un papel principal las coordinadas ventas “en corto” (short selling) por parte de grandes corporaciones financieras de la talla de JP Morgan. Esas y otras acciones sospechosas han llevado a la CFTC (órgano regulador estadounidense) a conducir una investigación sobre una “potencial” manipulación del mercado de la plata, que no obstante ha tomado cuatro años sin llegar a conclusiones definitivas. Se espera que dicha indagatoria publique sus resultados en septiembre u octubre próximos.
Pese a ello, no se tienen muchas esperanzas de que se acabe con este fraude en el corto plazo, pues como han acusado voces autorizadas como la del especialista Ted Butler (http://bit.ly/NXIm8c), la propia CFTC podría estar jugando del lado de los señalados.
Dicho lo anterior, queda claro oro y plata tienen un largo trecho alcista por recorrer, lo mismo que todos nosotros en nuestro camino por exigir transparencia en los mercados. No podemos soslayar que esa batalla, es un frente más en una lucha mucho mayor y permanente: la lucha, por nuestra libertad.
memob@hotmail.com

Twitter: @memobarba

martes, 17 de julio de 2012

¿Y POR QUÉ SE DESPLOMAN EL ORO Y LA PLATA?

Todos los mercados que existen se mueven en un constante péndulo que, una veces, los tiene con los precios de sus productos deprimidos, y otras, absurdamente altos. Así es, ha sido y seguirá siendo la forma en que estos se comportan. Ese vaivén también se replica a escala mayor, en el que con claridad se observa que, cuando toca el turno protagónico a los activos financieros o intangibles, los “duros” o materias primas son relegados, y viceversa.

La búsqueda de la mayor ganancia, sin lugar a dudas, es la que mueve las voluntades de los inversionistas que colocan sus capitales donde apuestan que la obtendrán. Bien sabido es que dos emociones son las únicas responsables de esa toma de decisiones: la ambición, y el miedo.

En este sentido, esas mismas sensaciones son las que, en el corto plazo, son capaces de mover en sentido contrario las cotizaciones de cualquier mercancía o valor, pese a encontrarse dentro de un mercado alcista o bajista mayor. En otras palabras, algo que está destinado a seguir para arriba o para abajo, a lo largo de su camino tendrá oscilaciones que la harán por momentos (que pueden ser meses o años), ir hacia el otro lado. Las circunstancias económico-financieras, desde luego, serán las detonantes.

Esos movimientos o “correcciones” que citamos, depuran el mercado y consolidan la tendencia que más tarde será retomada hasta culminar en frenesí. Eso es justo lo que ha estado ocurriendo, a propósito, con la dupla de metales preciosos, el oro y la plata, que acumulan meses a la baja mientras su mercado alcista mayor (bull market), permanece intacto.

La corrección del primero comenzó en septiembre pasado, cuando alcanzó un nuevo máximo histórico por encima de los mil 900 dólares por onza troy. La segunda hizo lo propio desde finales de abril de 2011, después de haber tocado casi los 50 dólares/Oz.

Ese camino temporal hacia abajo los ha llevado hoy a niveles alrededor de 1580 y 27 dólares, respectivamente. En ambos casos, es muy importante tener presente que las correcciones fueron precedidas por “mini euforias”, que antes los llevaron a subir muy rápido en poco tiempo. El péndulo, por supuesto, debía regresar.

En su momento advertimos con anticipación que las correcciones en oro y plata eran inminentes (http://bit.ly/Q4Btqa y http://bit.ly/nKbUZ1), pero pocos escucharon. La ambición y el miedo, cuando se acercan al clímax, estorban la razón y ciegan a los inversores. Esa misma opacidad es la que ahora les estorba para ver que, aunque las bajas podrían ser aún mayores en este punto –sobre todo en el oro, la pareja de metales preciosos se aproxima de forma acelerada a tocar fondo.

En este caso, las críticas circunstancias en Europa y las evidentes e innegables señales de una recesión global en puerta, como los recientes malos datos observados en Estados Unidos y China, por ejemplo, siguen impulsando el “factor refugio” que orilla a grandes inversionistas a liquidar (vender) posiciones en activos considerados de mayor riesgo, como las materias primas, para irse a los más “seguros”.

Por paradójico que pudiera parecer, a causa la endeble situación fiscal de los estadounidenses, en esa categoría se encuentran por un lado sus bonos del Tesoro, que conforme siguen inflando su burbuja comprimen todavía más sus rendimientos; y por otro, el dólar.

De ahí que los desplomes que nos ocupan, que además se ven magnificados por las grandes ventas de oro y plata papel, sean la otra cara de ese juego de vasos comunicantes de capitales.

No obstante, lo que no podemos perder de vista es que la Reserva Federal americana, capitaneada por Ben Bernanke, tarde o temprano volverá a actuar para dar respiración artificial a su enferma economía. El formato será el conocido: nuevas rondas de flexibilización cuantitativa (impresión monetaria) con métodos ya conocidos u otros menos “convencionales”, que aseguran que los metales preciosos y en general los activos tangibles, retomarán con diligencia y firmeza, su camino al cielo.

jueves, 5 de julio de 2012

MANIPULACIÓN DE LAS TASAS DE INTERÉS: EL ERROR FATAL

Ayer en lo que pareció una acción deliberadamente concertada, tres de los más importantes bancos centrales del mundo lanzaron medidas que pretenden, se supone, coadyuvar a la recuperación económica. El Banco Popular de China recortó su principal tasa de interés por segunda ocasión en un mes, mientras que el Banco Central Europeo hizo lo propio bajándola a un récord histórico de 0.75 por ciento, y su tasa de depósitos a cero. Por su parte, el Banco de Inglaterra incrementó los alcances de su programa de compra de bonos (impresión monetaria) en 50 mil millones de libras (78,000 mdd) para llegar hasta 375 mil millones.

Estos estímulos cumplieron con lo que el consenso de los economistas esperaba para esta semana, sin embargo, lo que suponían sería recibido con agrado por los mercados, no dio los resultados deseados.

No al menos a juzgar por los índices bursátiles que, en toda Europa y América, terminaron mayoritariamente en números rojos. Tampoco por los rendimientos de los bonos soberanos italianos y españoles a 10 años, que se dispararon respectivamente 3.66 y 5.71%.

El oro y la plata también cayeron, cuando las alzas de los días previos habían sido argumento para que los especialistas, especularan sobre la inminente reducción de tasas e impresión de billetes que, debemos decirlo, continuará beneficiando a largo plazo al mercado alcista mayor en que se encuentra la dupla de metales preciosos.

El gran ganador como suele ocurrir en estos casos, fue el dólar estadounidense que vio surgir su índice (DXY) en 1.24%, mientras los rendimientos de los bonos del Tesoro se siguieron comprimiendo.

Lo revelador de estos movimientos coordinados, no es solo que tengan reacciones adversas, sino que constituyen evidencia clara, para el que lo quiere ver, de que los tomadores de decisiones no tienen la mínima idea sobre lo que deben hacer para “estimular” el crecimiento económico. La única receta que conocen –reducir tasas y expandir sus hojas de balance, no solo es vieja sino que además ha demostrado su rotundo fracaso.

De ahí que el mercado las rechace por una razón fundamental: no resuelven el problema de fondo de países que, en lugar de perder el tiempo con rescates inútiles, deberían componer sus finanzas reduciendo drásticamente sus gastos, sí, pero sobre todo enfrentando la dura realidad de que no podrán pagar sus obligaciones. Jugar por más años a que se puede apostar con más dinero barato y derrochándolo, sin que al final los acreedores asuman pérdidas colosales, es un callejón sin salida. El quebrado, debe quebrar de una vez y no prolongar su agonía.

No olvidemos que todas estas medidas ya fueron probadas desde el inicio de la recesión global en 2008, y en el mejor de los casos, provocaron un rebote de una economía de “gato muerto”. Los esfuerzos fueron liderados desde entonces por la Reserva Federal de Estados Unidos que, podemos asegurarlo, volverá a actuar con flexibilizaciones cuantitativas ad infinitum. La situación fiscal de aquella nación es tan adversa, que cuando estalle esa bomba de tiempo hará que la crisis europea parezca un juego de niños.

¿Por qué entonces si en el fondo saben que no funcionará, repiten sin cesar las mismas decisiones? Muy sencillo. El temor supremo de los bancos centrales es la deflación (contracción del crédito) que, por desgracia, no tiene cura. El remedio para la deflación es la deflación misma, que será la consecuencia inevitable de la mayor borrachera inflacionaria (de expansión crediticia) que haya existido en la historia humana. El péndulo, siempre, tiene que regresar al lado opuesto.

Querer presionar a los entes financieros a que presten y a los individuos y empresas a que se endeuden, es un absurdo. Más deuda no solucionará un problema de sobreendeudamiento. En cambio, la manipulación de tasas a niveles ínfimos, como es el caso, solo alentará la especulación (burbuja) en el mercado de bonos considerados “libres de riesgo” (como los treasuries), que redundará en el empeoramiento de la deflación que se quería evitar (http://bit.ly/zfrhYR). De ahí que la reducción artificial de tipos de interés, que en un mercado libre serían muy distintos, quedará marcada, como un error fatal.

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