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En el mundo solo hay dos grandes
fuerzas emocionales que mueven a cualquier mercado, o mejor dicho, a sus
participantes: miedo y ambición.
Ambos son los responsables de los grandes colapsos financieros de la historia,
como también de las burbujas más absurdas de que se tenga registro.
Y es que las grandes masas de
inversionistas, sin importar cuántas veces se repita, cometerán siempre el error de auto convencerse de que, si todos
piensan igual, no pueden estar equivocados.
Esto, sin embargo, representa una
enorme oportunidad para una minoría que desde fuera, observa cómo aquellos se
dirigen en la dirección contraria a la de sus propios intereses, como si se
tratara del viejo mito del suicidio colectivo de los “lemmings”.
De ahí que ese juego tenga un
desenlace invariable: ganan pocos,
pierden muchos.
Quizá lo más curioso y no casual del
caso, es que en ese tránsito los medios siempre contribuyen a que la situación,
sea permanente. Después de todo, no son
ellos los que pierden.
El tema que nos ocupa, el del
mercado del oro, es buen ejemplo de una situación en la que el pánico, hace de
los inversores más apalancados, ingenuos, crédulos y/o desesperados, las
víctimas consentidas que salen a venderlo todo. Son lo que se conoce como “manos débiles”.
Estas son sin saberlo, presas de
aquellos que, tras bambalinas, manipulan el mercado a su antojo con grandes
ventas de “oro” y “plata” papel, para engañar con su falso mensaje: el oro es una “reliquia barbárica”, una simple
materia prima cuyo valor se desvanece. Dolosa conclusión.
Mientras tanto, las manos fuertes
del llamado “dinero inteligente” sacan provecho en el mercado de metal físico,
ansiando y comprando a precio de ganga lo que “nadie” quiere, abordando el barco que supuestamente “se hunde”.
¿Qué saben ellos que los demás
no? Nada más allá del alcance del sentido común.
Así se nota en el comportamiento
de verdaderos expertos internacionales de la talla del afamado Jim
Rogers.
El autor de “best sellers” como “Hot Commodities” y creador del Rogers International Commodity Index
(índice de futuros de materias primas), ha expresado en numerosas ocasiones su
visión pesimista sobre el devenir económico-financiero, y positiva respecto a productos
agrícolas, metales preciosos, entre otros.
Todo, cortesía de las irresponsables políticas expansionistas
de los bancos centrales, y de gobiernos que pretenden estimular la economía con
gasto público.
En particular sobre el oro,
comparte la visión optimista de este blog, en el mediano y largo plazos.
En sendas entrevistas recientes
con Tekoa
Da Silva y el portal Hard Assets Investor, ha dicho cosas
que no se pueden pasar por alto, como que “no
se ha visto todavía una burbuja en el precio del oro”.
Las señales son muy claras y tan
simples para el que las quiere ver, como que aún se lee en las calles numerosos
anuncios de “compro oro y plata”, y
que en cambio, cuando exista una burbuja de verdad, los anuncios que se verán
cambiarán a “vendo oro”.
La gente, entonces, se formará para comprarlo en grandes cantidades a
precios exagerados. Lo mismo sucederá en los principales centros
financieros globales.
Todos los grandes mercados
alcistas terminan en ese frenesí. Como decíamos, el ciclo de siempre: pierden
los “lemmings”, ganan las “manos fuertes” que invirtieron en valor, no solo en el precio.
Por eso Rogers dice que sí presta
atención a lo que está pasando, que sabe que el oro está colapsando, pero que no escucha a otras personas que tratan
de convencerlo de que el metal está acabado, para no cometer el mismo error.
En cambio, recomienda: “descubran qué ha bajado más y dónde está la
mayoría de pesimistas […] No sé si hay más pesimistas en plata, oro o en azúcar
en este momento. Pero donde quiera que ellos estén, es donde ustedes deberían
mirar.”
Vaya divergencia de discurso de
alguien con décadas en el mercado real, respecto al de un simple agorero anti
oro como el académico Nouriel Roubini, que muy a su pesar ha estado equivocado ya
antes en su expectativa catastrofista respecto al metal áureo.
Sean leyendas de la inversión o académicos serios como Antal
Fekete, fundador de la Nueva Escuela Austríaca de Economía, la coincidencia
es la misma respecto a la valía indiscutible del oro, y más, en las
circunstancias económicas actuales.
Por primera vez en años, Rogers
ha declarado de forma abierta esta semana que compró oro, pues asegura que “usualmente cuando tienes este tipo de
liquidación forzada, te estás acercando al fondo, tal vez no al fondo final,
pero ciertamente a un fondo”.
Asimismo, debemos considerar lo
que este blog le ha revelado en su entrega anterior: los precios del oro y la plata ya se
encuentran por debajo de sus costos de producción, lo que implica que
las provisiones de ambos metales se irán limitando cada vez más, en un contexto
en el cual las existencias físicas siguen desplazándose de Occidente a Oriente
–sobre
todo India y China, de donde no volverán.
De igual modo, la estrechez del
mercado físico se hace evidente con el fenómeno
de “backwardation”, que también hemos explicado, y que en última instancia
derivará en el colapso del mercado de futuros.
Así que la próxima vez que quiera
seguir a todos en el mercado, piénselo dos veces. No vaya a ser que, con el
tiempo, descubra que cometió un grave error.