El tema
económico de la semana en México, ha sido el de la presentación de la Reforma
financiera. Ésta forma parte del paquete de cambios que ha propuesto el
presidente Peña Nieto, y que como sabemos, ya ha dado algunos resultados
positivos, como el de la Reforma educativa.
Imagen: monitornacional.com |
El Pacto por
México después de todo, pese a algunos tropiezos recientes, sí está rindiendo
frutos.
La Reforma
financiera tiene prácticamente como único propósito el expandir la oferta de créditos para los mexicanos, a precios más
competitivos, es decir, con tasas de
interés más bajas. El resto de los ajustes propuestos a la legislación,
están en función de ese objetivo.
Es muy claro
que el gobierno de la república tiene en mente el cumplimiento de sus ofertas
de campaña, entre las que se encuentran un mayor crecimiento y la generación de
empleos.
Esto no se
puede alcanzar si las instituciones financieras, en particular los bancos, no
cumplen con una de sus funciones principales, que es la de ser intermediarios entre
los ahorradores y los demandantes de préstamos.
No hay duda de
que una vez aprobada, esta reforma será muy exitosa en la consecución de su
meta central. La situación del mundo con tasas (manipuladas) en mínimos históricos, y un "tsumani" de capitales auspiciados desde los principales bancos del mundo, le darán el empujón.
No obstante,
es ahí donde reside el mayor de los riesgos que implica, y del nadie está
hablando: que se llegue al extremo que
ya conocemos de sobra en el país, el del exceso de endeudamiento.
Se olvida que antes del crédito, va el ahorro, y al menos durante la presentación de la Reforma, no se mencionó ni siquiera una vez esta palabra. Alentar el endeudamiento pero no el ahorro, es muy peligroso.
Se olvida que antes del crédito, va el ahorro, y al menos durante la presentación de la Reforma, no se mencionó ni siquiera una vez esta palabra. Alentar el endeudamiento pero no el ahorro, es muy peligroso.
Y es que hay
muy pocas cosas tan fáciles y seductoras como abaratar el dinero. Por eso es
que tanto políticos de “derecha” como de “izquierda”, no le ponen objeción a la
expansión crediticia.
Mientras fluya
el dinero a raudales, el efecto de felicidad que produce lo podríamos equiparar
al del alcohol. Mientras éste abunde la fiesta sigue, pero el problema llega
cuando las botellas se terminan y la resaca aparece.
De la misma
manera sucede con las deudas. Mientras a uno le presten y le presten, siempre
se podrá conseguir un poco más para pagar las atrasadas, pero el inevitable
momento de pagar lo que se ha acumulado, llega
tarde o temprano. El “arma”, es de doble filo.
Entre los
aspectos positivos de la reforma, están el incentivar la competencia y brindar
mayor información a los usuarios, para ayudarles a tomar decisiones. También,
fortalecer a la Condusef para que emita recomendaciones firmes a instituciones
financieras, y determinar cuáles son las sanas prácticas para la
comercialización de servicios financieros.
Asimismo,
facilitar la movilidad de los clientes para que no se sientan atados a un solo
banco.
A estos, se
les simplificaría la ejecución de garantías para que, en caso de no pago, les
sea más fácil recuperar su inversión.
Por el lado de
la banca de desarrollo, se promoverá que financien más y mejor a las pequeñas y
medianas empresas, apoyándolas con garantías, mejores plazos y condiciones,
etc., para propiciar la innovación, creación de nuevas patentes y proteger sus
derechos de propiedad industrial.
Las bondades
de la reforma han llevado al propio gobernador del Banco de México, Agustín
Carstens, a señalar que el impacto en el Producto Interno Bruto sería de
alrededor de medio punto porcentual en dos o tres años.
En fin, se están echando las campanas al vuelo.
Tanto, que se presume que no se cayó en el error de reducir las tasas de
interés “por decreto”.
Sin embargo el
reto, insistimos, está en cuidar que las autoridades –que ahora tendrán más
“dientes” para evaluar la colocación crediticia de los bancos y poner topes a
sus inversiones en otros instrumentos, no
conviertan esa evaluación en presión, para que presten a como dé lugar. Eso
sería tan malo o peor, que el decretar tasas bajas.
Las
tentaciones a resistir son muchas. Por eso, ojalá que los legisladores pongan
manos a la obra y apliquen candados para
que esto no ocurra, y podamos estar más tranquilos de que esta reforma, en
el futuro, no traerá una nueva crisis. Esperemos que así suceda.
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