Imagen: dealbreaker |
Los mercados parecen confundidos.
Lo están por algo que ocurre muy pocas veces, y que por lo mismo, no pueden
creer: el presidente de la Reserva Federal (Fed)
de Estados Unidos, Ben Bernanke, dijo la
verdad esta semana en su comparecencia ante el Congreso.
Hay quien asegura que la Fed ha
mandado un mensaje ambiguo que embrolla a los inversores, pero no tiene por qué
ser así.
En todo caso, Bernanke ha pecado
de una muy pobre comunicación en su
intento por mandar señales precisas, de lo que también iba a poder leerse el
mismo miércoles más tarde, en las minutas de la última reunión del Comité de
Mercado Abierto de la Fed (FOMC, por
sus siglas en inglés).
Por eso resulta necesario
descodificar su mensaje.
De entrada debemos partir de lo
obvio: una cosa es la posibilidad de comenzar a reducir el ritmo de las
llamadas “flexibilizaciones cuantitativas” (QE,
en inglés) –estímulos de impresión monetaria que se inyectan a la economía que
hoy suman 85 mil millones de dólares mensuales, y otra muy distinta es hablar de comenzar a retirar esa liquidez.
Esa diferencia es sustancial. Si
un pueblo está siendo inundado porque las compuertas de la presa que lo
mantenía seco se han abierto como nunca, cerrarlas un poco no detendrá la
inundación y los afectados, no sentirán gran diferencia.
Es más, incluso si se cerraran
por completo, eso no significaría tampoco que el agua que ya había fluido
desaparezca como por arte de magia. Ese es un problema aparte.
De forma análoga, el discurso de
la Fed y de Bernanke no deja lugar a dudas de una nueva consideración, que
antes no se admitía: la posibilidad de
reducir la velocidad de las compras de activos, o de incrementarlas, en función del desarrollo del mercado de
trabajo y de los riesgos inflacionarios.
A eso se refiere el FOMC, cuando
afirma que la impresión monetaria continuará “hasta que la perspectiva del mercado laboral haya mejorado
sustancialmente en un contexto de estabilidad de precios”.
No hay doble mensaje, es su verdad.
Sí podrían reducir el ritmo de
las rondas QE, pero también
aumentarlo. Faltaría quizás que aclararan que podrían mantenerlo.
En todo caso, lo relevante para
los inversores debe ser que esta “inundación” de dólares, bajo ninguna circunstancia, está por detenerse. No todavía.
La “presa” de la Fed, seguirá abierta hasta que reviente desde
dentro.
En este sentido, debido a las
actuales condiciones y a las expectativas económicas que se tienen en este
momento para 2013, en las que la Fed detecta un “ritmo moderado” de
crecimiento, es más probable que el nivel de QE se quede como hasta ahora unos meses más, para luego decidir si
moverlo hacia arriba o hacia abajo.
Esto porque las minutas acusan todavía
un elevado desempleo –pese a que su tasa bajó en marzo a 7.6%, y una
lentificación en la creación de nuevos puestos de trabajo de la que poco se
habla.
Este factor interno es el que habrá que seguir como principal
indicador de las futuras acciones de la Fed, debido a su mandato de
maximizar el empleo. Cabe resaltar que la meta de 6.5% en la tasa de desempleo,
está todavía muy lejos.
El otro de sus objetivos, el de
la estabilidad de precios, no es definitorio, porque como hemos explicado, los
estímulos monetarios están propiciando un fenómeno de deflación. De esta forma,
bajo la óptica oficial, la inflación seguirá pareciendo “bajo control”.
Ahora, a diferencia de un
documento escrito como las minutas, que son interpretadas en su totalidad en
fracciones de segundo por sofisticados robots, Bernanke tenía que decidir si
insinuar primero que expandiría o mantendría la flexibilización cuantitativa, o
bien que podría aminorarla en futuras reuniones del FOMC. Pero las dos cosas, las tenía que decir.
Decidió con pleno conocimiento
del impacto que tendría en los mercados, que primero daría a entender que
restringir la expansión monetaria podría poner en peligro la “recuperación”, y
luego, “esterilizaría” los efectos de sus dichos asegurando que sí podría
llevarse a cabo ese recorte. Plan con
maña, preparado de inicio.
De una cosa podemos estar
seguros. Ni Bernanke ni los miembros del FOMC, están dispuestos a tolerar un
derrumbe bursátil como el de este jueves en el Nikkei de Japón (-7.32%).
Al primer indicio de esto, bajas
prolongadas o de una inminente recesión en Estados Unidos, pasaría al
anecdotario la posibilidad de recortar el QE.
Para decirlo sin titubeos, en cualquiera
de las variantes, el planeta seguirá inundándose de billetes verdes. No hay
estrategia de salida.
La burbuja en las bolsas y los bonos soberanos, por eso, podría
seguirse inflando una vez que se apacigüe el nerviosismo de esta semana.
Como todas, esas burbujas
seguirán llegando a nuevos límites difíciles de imaginar, y seduciendo a más y
más inversionistas a la vista de todos, con una ilusión de riqueza.
Tras bambalinas, mientras tanto,
las manos fuertes de los inversores en oro y plata físicos, continuarán retirando más y más metal del mercado,
para su seguridad, pues el desenlace de esta “bacanal” de expansión crediticia,
solo puede ser trágico. Estas, como todas las burbujas, acabarán reventando.
En el símil del pueblo inundado, los
tenedores de esos metales preciosos monetarios, serían personas con botes
salvavidas muy bien escondidos para escapar con sus familias de la tragedia que
veían venir, y desde los que miran cómo otros, incluyendo los que se creían
dueños de un bote que no existía, se quedan a padecer las consecuencias.
Very well explained the whole issue however few things are still required more explanation.
ResponderEliminarMienten y tambien están comprando oro Y plata solo que jamas lo diran los banqueros judios mas poderosos del mundo
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