Imagen: Sipse.com |
En octubre pasado luego de no haber visto durante meses –o quizás años, circular una moneda de 20 pesos, en octubre recibí en una sola semana, varias de ellas en diferentes lugares y momentos. No dudé nunca en aceptarlas porque sabía que, aunque rara vez eran vistas, no habían sido desmonetizadas, por lo que tenían que conservar su valor facial. Sí me topé con que la primera reacción de las personas que recibieron de mí dichas monedas, era de cierto desconcierto, y en un caso sí de plano, me la rechazaron. Sin embargo, el hecho mismo de que comenzara desde entonces a verlas circular con extraordinaria regularidad, me llamó la atención.
Fue entonces que me di cuenta que coincidentemente, había ya anuncios de Banco de México (Banxico) en diversos medios de comunicación, en los cuales se enfatizaba que tanto las monedas de 20, como los billetes de 1 mil pesos, debían ser recibidos y usados en cualquier transacción. Esto claro, tomando en consideración todos los elementos de seguridad con que cuentan. Decidí entones solicitar información al Instituto Central para conocer su versión del por qué habían decidido emprender una campaña de aceptación de estas monedas y billetes. La respuesta arrojó revelaciones interesantes. Por ejemplo, la autoridad monetaria asegura que ha recibido múltiples quejas por la no aceptación de las monedas de 20 y los billetes de 1 mil pesos, y que además, detectó en sus estudios cuantitativos periódicos, que solo un muy bajo porcentaje de la población los ha usado. En el caso de las monedas de 20, el 32 por ciento, y en el de los billetes de mil solo el 14.5 por ciento.
Como es obvio, Banxico tiene interés en promover el uso de estos billetes y monedas de denominaciones más altas a lo que hasta ahora estamos acostumbrados. Detrás, hay una razón de fondo que el banco central quiere hacer como si no existiera: nuestra crónica enfermedad inflacionaria.
Para comprobarlo basta con echar un vistazo al Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) que publica el INEGI. Usando este, se puede estimar que los billetes de 1 mil pesos –que comenzaron a circular en octubre de 2001, de entonces a noviembre pasado habían perdido ya el 42.16 por ciento de su poder adquisitivo. Es decir, esos mil pesos de hoy equivalen a unos 578 pesos de entonces. Por eso podemos decir que los billetes de mil pesos, son los nuevos de $500. Dado que con 500 pesos actuales solo se compra el equivalente a 289 pesos de 2001, Banxico se vio en la necesidad de promover la aceptación de los billetes de mil, pues con $500 ya alcanza para comprar muy poco.
Las mismas proporciones de pérdida de valor, por supuesto, aplican para las monedas de 20 pesos, que son las nuevas de $10. Así que váyase acostumbrando.
En el fondo, la inflación es la misma causa de que las monedas “amarillas” de 50 centavos, más grandes (22 mm. de diámetro) y de aleación de bronce- aluminio (92% cobre, 6% aluminio y 2% níquel), estén en peligro de extinción en las manos del público. Esto porque se aproximaron a su “punto de fusión”, que es aquel después del cual conviene más retirar la moneda y fundirla por el valor de su contenido metálico, que por su valor facial. Esas monedas fueron sustituidas por otras que para Banxico tienen un costo mucho menor, pues son más pequeñas (solo de 17 mm. de diámetro) y de acero inoxidable. Lo mismo puede decirse de las viejas monedas amarillas de 20 centavos, y las de 10 y 5, que para fines prácticos ya no se usan.
Así que Banxico, que tiene la obligación de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda, no ha hecho bien su papel en todos estos años. A pesar de que lo políticamente correcto sea hablar de que en lo que va del siglo ha habido una supuesta inflación “moderada”, la realidad es muy distinta. Sí, ha sido moderada en términos relativos, sobre todo si se le compara con las hiperinflaciones de los 80s de hasta 180 por ciento anual; o de los 90s, de más de 50 por ciento anual, pero eso no es ningún consuelo. Al contrario, preocupa que ahora bajo el gobierno de Agustín Carstens, nuestro banco central se vea más preocupado por “estimular” el crecimiento bajando las tasas de interés que por vigilar con ojo de halcón el alza de precios.
En lugar de respaldar la mala decisión intervencionista del gobierno Federal para “contener” la subida del dólar, o lo que es lo mismo, la devaluación del peso, Banxico debería subir ya, y pronto, su objetivo de tasa de interés interbancaria a un día. No olvidemos que la inflación a noviembre de este año (4.17%) se mantiene por arriba de su tope autoimpuesto de 4 por ciento anual desde julio pasado. Ahorro y no más gasto excesivo es lo que necesita la economía, ese es el mensaje subliminal de la inflación. Dejar de aniquilar a los ahorradores debe ser prioritario para el banco central.
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