Imagen: Zerohedge |
El blog de esta semana tiene el
gusto de informar una excelente noticia: el tema que le traje aquí en exclusiva
la semana pasada, le está dando ya la vuelta al mundo, por lo que es hora de
preguntar: ¿estará seguro Banco de México (Banxico) de que tiene oro y no
barras de tungsteno en las reservas? La pregunta no es ociosa.
Vayamos al antecedente. Por si no
lo leyó, el artículo en comento versó sobre el “jalón de orejas” que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) le dio al Banxico, en su Informe
del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2011,
por ni siquiera verificar que existieran las 100 toneladas de oro que
compró ese año.
Le explicamos que la Auditoría
comprobó que el Instituto Central soltó 4.5 mil millones de dólares al Banco de
Inglaterra, sin ver dónde estarían guardados sus lingotes, cuáles serían estos
y sin que le entregaran cuando menos una lista de todas de las barras con sus características
de composición.
En otras palabras, se compró un metal imaginario que se supone
está en algún lugar de Londres. Por eso,
cobra mayor relevancia nuestra exigencia de que las reservas de oro no solo se certifiquen,
sino que se traigan al país para que dejen de ser solo “oro papel”.
En México, Proyecto 40 fue el
único canal de televisión nacional que lo dio a conocer, y después, solo un
importante medio financiero y un noticiero de radio le dieron difusión. Los
detalles y el análisis, por supuesto, fueron publicados en este blog.
Sin embargo, es la versión del
mismo en inglés, titulada Mexico’s Federal Audit Demands Physical Inspection of Sovereign Gold Holdings (Auditoría Federal de México Demanda la Inspección Física de sus Tenencias Soberanas de Oro) la que ha
causado revuelo a nivel internacional. Por desgracia, mucho más que en el país.
Esta, ha aparecido en varios de
los más conocidos portales del mundo de los metales preciosos, como el Comité de Acción Anti monopolio del Oro
(Gata.org por sus siglas en inglés), Goldsilver.com, Jesse’s Café Américain y JSMineset entre muchos otros, lo que permite
dar indicios a los más escépticos, de la trascendencia de la “recomendación” que
ha hecho la ASF, para que se realice una inspección física a estas reservas en el
extranjero.
El proceso de verificación
implica, por lo general, tres etapas en las que se analiza la autenticidad de
las barras áureas, pues cada una de ellas es diferente aunque sea en mínima
proporción.
Por eso se utilizan
primero instrumentos muy precisos de pesaje, capaces de medir hasta milésimas
de gramo. Luego se checa cada barra con rayos “X” para examinar los componentes
exactos del material de su superficie y pureza, para finalmente por medio de
ultrasonido comprobar la homogeneidad del oro en todo su cuerpo. Solo estas pruebas demuestran su
autenticidad.
La pureza debe ser cuando
menos de 995 partes de oro fino por cada mil, y pesar entre 10.9 y 13.4
kilogramos. Es usual que se trate de lingotes de 12.5 kg.
Claro, hacer esto tendrá
un costo por su meticulosidad, como se queja Banxico, pero será menor que el
riesgo de que, cuando lo solicitemos, nos demos cuenta de que nos dieron gato por liebre. No es ni una
exageración ni ciencia ficción. Esto lo debe saber la ASF y el propio Banxico.
Están documentados casos
de fraude con lingotes de diferentes tamaños rellenos de tungsteno en diversos puntos del planeta como (ojo) Londres,
Nueva York, Hong Kong, etc.
¿Por qué de este
metal? Muy sencillo: este elemento es el que tiene la densidad más aproximada a
la del oro (19.25 y 19.30 gramos por cm. cúbico, respectivamente), por lo que
es más difícil de detectar si no se le realizan todas las pruebas referidas al
lingote.
Claro, pese a su
similitud en peso, el precio es en extremo distinto: el oro tiene a la fecha un
precio cercano a los 1,600 dólares la onza (31.1 gramos), mientras que el
tungsteno apenas cuesta más de un dólar la misma unidad.
Un ejemplo. La
empresa australiana ABC Bullion dedicada
a la venta de metales preciosos, anunció el año pasado que uno de sus
proveedores londinenses les proporcionó evidencia fotográfica (aquí anexa) de
una barra de un kilo de “oro”, relleno de tungsteno.
Parecía perfecta pues hasta contaba con su certificado original, pero con un “detalle”: pesaba dos gramos menos. Esto condujo a la sospecha y a la eventual partición del lingote que descubrió la verdad; entre 30 y 40% no era oro.
Parecía perfecta pues hasta contaba con su certificado original, pero con un “detalle”: pesaba dos gramos menos. Esto condujo a la sospecha y a la eventual partición del lingote que descubrió la verdad; entre 30 y 40% no era oro.
Como ve, el trámite que Banco de México quiere ahorrarse, podría salirle más caro de lo que piensa. ¿Sabrá todo esto el Doctor Carstens y sus subordinados? Ojalá nos contestaran.
Lo cierto, es que cada
día se refuerzan los argumentos a favor de la repatriación de nuestro metal precioso. Nuestro “escudo” contra
crisis, aunque pequeño, nos pertenece y nadie más que nosotros, debe tenerlo en
su poder.
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