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viernes, 22 de marzo de 2013

SUIZA TAMBIÉN QUIERE REPATRIAR SU ORO ¿NOSOTROS CUÁNDO, BANXICO?

Imagen: Swissinfo.ch

Es innegable que existe en el mundo, una creciente ola de países que comienzan a demandar la repatriación de sus reservas soberanas de oro. Esto no debe parecernos raro, pues vivimos en un ambiente de crisis, causada precisamente por la corrupción del sistema monetario actual, que pretende seguir expandiendo al infinito el crédito, las deudas y el consumo. Un absurdo.

De ahí que las principales medidas de “estímulo” para la decadente economía actual, sigan siendo el deprimir de forma artificial las tasas de interés –que deberían ser determinadas por el libre mercado, el gasto público deficitario y la impresión monetaria sin límite (QE, o Quantitative Easing en inglés).

Esa concepción de “dinero infinito” es muy destructiva, pues si bien se pueden imprimir tantos billetes como se desee, no ocurre lo mismo con la riqueza que estos pueden adquirir, pues es finita y escasa. De este modo, lo único que le queda al dinero de papel, para compensar su exceso, es la devaluación.

Entonces, ¿por qué se sigue recetando la misma dañina y fracasada medicina?

La respuesta tiene que ver con los juegos del poder. Y es que esa creación desmedida de divisas (dinero fíat), desde luego, beneficia en gran medida a unos cuantos que son los que primero lo reciben –como los grandes banqueros y gobiernos derrochadores, a quienes poco importa que se merme de modo irreversible el poder adquisitivo de las mayorías.

Los tiene sin cuidado por una razón: el robo es sigiloso, pues llega disfrazado en forma de alza de precios, algo a lo que toda persona en el planeta ya se ha acostumbrado. Es más, esa “normalidad” ya ni siquiera es cuestionada. La estabilidad de precios queda como una mera aspiración en las leyes y mandatos de bancos centrales como el de México.

Lo que todo lo anterior nos dice, es que más que nunca necesitamos al único dinero real en el sistema, a la divisa que cumple con todas las funciones dinerarias que las demás tienen, pero con una cualidad que la hace superior a todas: no puede ser reproducida a voluntad. Nos referimos por supuesto, al oro.

Ese enemigo indeseable del dispendio, que justo por ello fue “pateado” fuera del sistema, será al final de este trágico experimento el último refugio de pie.

Así fue, ha sido y seguirá siendo siempre, como lo demuestra la fuerza implacable de la historia. Nada de esta crisis es nuevo, excepto que por primera vez la impresión monetaria es global, y por ende, serán iguales sus terribles alcances de miseria y destrucción.

Aún son pocos los que anticipan la llegada de este “día del juicio”, pero no por eso han callado. Sus voces se hacen sentir por diversas latitudes, advirtiendo del peligro y de la necesidad de que como medida de autodefensa, personas y naciones se preparen con “escudos” de oro, y de su eterna compañera la plata.

En este sentido, puede entenderse por qué la corriente que demanda la repatriación del oro a sus respectivos territorios, va adquiriendo fuerza.

Llegado el día crítico, ¿alguien cree que las grandes potencias como Inglaterra o Estados Unidos, que se supone son los principales custodios, lo van a entregar a sus propietarios cuando lo soliciten? Valdría la pena recordar que Estados Unidos ya incumplió antes, cuando en 1971 declaró que ya no entregaría más oro a cambio de sus propios dólares. Insistimos, nada de lo que se atestigua hoy es “sin precedentes”.

Pero vayamos todavía más lejos. ¿Se puede confiar en que tienen ese oro, cuando los propios bancos centrales como Banco de México, tienen simples papeles que los acreditan como dueños de lingotes que ni siquiera han comprobado que existan?

No. La única manera es contar con el metal áureo en propias manos, y por eso, naciones tan diferentes como Venezuela y Alemania ya han demandado su repatriación. La primera ya la ha concretado, pero el Bundesbank de forma inexplicable lo hará de forma paulatina, hasta tener la mitad de su oro en Fráncfort hasta 2020.

Ahora es Suiza. Esta semana, un grupo ha entregado más de 106 mil firmas a las autoridades federales, buscando un voto nacional que permita detener la venta de sus reservas áureas, y el traslado de sus barras, que se supone están en gran parte almacenadas en la Unión Americana, al Banco Nacional Suizo (SNB).

La iniciativa busca asimismo que su Constitución, obligue al banco central a mantener un mínimo de 20% de sus activos en oro, el doble del nivel actual, y que el gobierno revele abiertamente en qué otros países se encuentran sus reservas.

El parlamentario Luzi Stamm lo ha dicho de modo contundente: “las reservas de oro garantizan la estabilidad del Franco suizo. Aseguran que los ahorros privados, salarios y pensiones conserven su valor”, y que “solo está manos seguras si lo mantenemos en Suiza”.

Esperemos que aquí, Banco de México detenga ya la venta del muy poco oro físico que está en el país, incremente su posición aprovechando los bajos precios actuales y ordene la repatriación de esa valiosa parte de nuestro patrimonio nacional. El tiempo y la crisis, no se detienen.

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