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Hemos explicado que la ruta del oro en la mayoría de los casos está siendo Inglaterra – Suiza – Hong Kong – China continental.
Suiza es destino obligado intermedio por la gran capacidad de refinación que posee, y que le permite convertir el oro de lingotes “Good Delivery” (estándar definido por la London Bullion Market Association, LBMA) en barras u otros formatos que se ajusten a las necesidades y características que demandan los consumidores chinos.
Para quien está al tanto de esta situación, no le sorprenderá lo dicho por expertos como Keneth Hoffman, titular del área de Investigación en Minería y Metales de Bloomberg Industries, quien la semana pasada comentó en televisión: “Podías ir a una bóveda en Londres hace un par de años y (estas) estaban llenas a rebosar (…) Puedes entrar en esas bóvedas hoy y están virtualmente vacías.”
Hoffman coincide con lo que aquí, como sabe, hemos dicho desde hace mucho tiempo: “el oro se ha ido a China para nunca regresar” (vea el video al final de este post). Sentencia además: "Los chinos ya no quieren dólares, quieren oro". Y tiene razón.
Las importaciones de oro de los chinos continentales se siguen acelerando. Las cifras más actualizadas del Departamento de Estadísticas y Censo de Hong Kong (HK) dan cuenta de ello.
De enero a octubre pasados, el monto neto de oro exportado de HK a China continental fue de 957 toneladas, 200 por ciento más que en el mismo período de 2012.
El principal proveedor sigue siendo, como dijimos, Suiza. Las importaciones de HK desde aquel país europeo, en lo que va del año, ascienden a unas impresionantes 782 toneladas.
Los otros grandes proveedores en 2013 han sido Australia (141 toneladas), Reino Unido directo (92 tons.), Estados Unidos (172 tons.) y Sudáfrica (138 tons.).
El gráfico siguiente, cortesía de Koos Jansen del blog In Gold We Trust, nos muestra la tendencia creciente de las importaciones chinas desde HK, a partir de 2009.
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China continental no publica datos de su comercio de oro, por lo que las estadísticas de HK son el mejor referente que tenemos.
Por supuesto, la demanda total de oro del país asiático es mucho mayor a lo que el mismo Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés) estima, alrededor de 1 mil toneladas para este año.
Según cálculos con base en datos recopilados por Alasdair Macleod, especialista de Goldmoney.com, el total de compras conjuntas efectuadas por China y Hong Kong en los primeros nueve meses del año, fue de 2,130.7 toneladas, o sea un anualizado de 2,841 tons. a las que habría que sumar todavía su producción minera (400 tons. más).
Para dimensionar mejor qué tan grande es esta cantidad, recordemos que según el WGC la oferta minera mundial en 2012 fue de 2,824.4 toneladas.
Es un hecho que para China el oro es un tema estratégico en sus planes de avanzar hacia un mundo “desamericanizado”. No por nada desde el gobierno se alienta la inversión de las personas en él, mientras también acumula reservas en secreto.
China no actualiza este dato ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde abril de 2009, cuando las fijó de modo sorpresivo en 1,054.1 toneladas desde las 600 que decía tener desde 2003.
La regla de oro jamás pierde vigencia: “quien tiene el oro pone las reglas”.
Hoy que la discusión vuelve a centrarse en los descendentes precios del oro y su vinculación con el recorte de estímulos monetarios de la Reserva Federal estadounidense, debemos esperar que esta transferencia del metal se mantenga o incluso se acelere todavía más.
Está claro que Occidente le seguirá haciendo el favor a los asiáticos de seguirse llevando el tesoro a precios de ganga, pero también, que en el futuro las tensiones internacionales podrían escalar a niveles peligrosos cuando el inevitable colapso del sistema se presente y todos se pregunten: ¿quién se ha llevado nuestro oro?
Tarde o temprano, como en el juego de las sillas, alguien se quedará fuera sin el metal que creía poseer. Cuando la música deje de sonar, nos daremos cuenta de que el mundo ya no es el mismo, y que cambió ante los ojos de todos, pero que pocos, muy pocos, fueron capaces de darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Para entonces, ya será tarde.