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Hoy en este blog le traigo la
novedad de que nuestro gobernador del Banco de México, por desgracia, no ha
perdido la costumbre de dar un pasito
para adelante y dos pasitos para atrás.
Aquí le he expuesto todos y cada
uno de los ejemplos que hay de esto, como la compra del oro para las Reservas que
no se trae al país, el haber dejado como hasta ahora las tasas de interés
relativamente altas y que nos ha valido que nos inunden capitales extranjeros,
etc.
Ahora le traigo una más. Como le
informé en este espacio, la semana pasada Agustín Carstens fue a decir de forma
acertada a Singapur, que temía que se estuviese formando una “tormenta perfecta” en el mundo económico-
financiero.
La exposición que hizo nos
permitió concluir que su diagnóstico era lo bastante bueno como para que aquí,
pusiera manos a la obra para mitigar a tiempo, y al menos en parte, los
devastadores efectos de esa nueva crisis que sin remedio habrá de llegar.
Sin embargo, una vez más se
empeña en perder los méritos obtenidos, pues lo que solo se atrevió a decir en
inglés del otro lado del mundo, casi lo vino a negar a México.
Este miércoles declaró que la
entrada masiva de capitales a la que se refería en su ponencia de hace unos
días, todavía no están grande para
nuestro país como para generarle riesgos financieros que impliquen, en el
futuro, ser víctima de esa tempestad.
En otras palabras, el gobernador
del Banxico ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio, pues ha
dicho también que no hay síntomas de una burbuja que se haya expresado en el
precio de los activos mexicanos, sobre todo los inmobiliarios, y que por tanto no hay peligro de que se esté formando en
el país esa “tormenta perfecta”.
Sin embargo, debemos advertir que
está volteando a ver a la esquina equivocada: nuestras burbujas no se están
inflando en los inmuebles pero sí en el peso, que sigue firme y sobrevaluado
por debajo de los 13 pesos.
Lo mismo en nuestro mercado de
bonos gubernamentales, cuyos rendimientos se mantienen cerca de sus mínimos
históricos debido a su alta demanda, por parte de inversionistas del exterior,
que no dejan de llegar. Igual en la Bolsa de Valores, por lo que llegado el
momento, no habrá “paraguas” que nos sirva.
Carstens aseguró que de
mantenerse un comportamiento favorable de la inflación, podría ocurrir una
reducción de su tasa de interés de referencia, pero la verdad es que ha enviado
señales tan encontradas, que ya no puede tenerse certeza de las acciones que
emprenderá en la política monetaria. Como ha dicho una cosa, también otra.
De cualquier manera, nuestra
máxima autoridad en la materia, debería ser más responsable y dar tanto mayor
claridad del rumbo que va a tomar y no andarse con rodeos, como tomar acciones
defensivas que nos protejan de esa tormenta, que aunque Carstens se empeñe en
negarlo, nos afectará tarde o temprano
en México vía el éxodo de capitales. Qué importa si incluso faltaran años
para que eso ocurriera.
Esto es de la mayor importancia, sobre
porque aunque el llamado G7, grupo de los siete países más industrializados del
mundo, se empeñe en negar la realidad de sus acciones de manipulación del
mercado de divisas –como quedó demostrado en el comunicado conjunto que
emitieron esta semana, lo cierto es que no se detendrán en su carrera de devaluaciones competitivas.
Aunque se trate de presuntos
amigos y aliados en el papel y la política, en el campo de batalla de la “guerra
de divisas” se seguirán dando con todo a través de las “flexibilizaciones
cuantitativas” (impresiones monetarias o QE, en inglés) de sus bancos centrales.
Nadie quiere una moneda fuerte ni muy baja inflación.
Por eso, no podemos caer en ese
mismo juego de simulación.
Negar lo evidente no ayuda y sí,
en cambio, expone a todos aquellos
que confíen en el buen juicio de Carstens y Banxico, a sufrir severas pérdidas en sus inversiones y poder adquisitivo
que podrían haberse evitado. Ojalá pronto, enmienden este error.
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