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Ayer el presidente de la Reserva
Federal (Fed) de Estados Unidos, Ben
Bernanke, declaró que “nadie entiende
realmente a los precios del oro”, y que él, “tampoco finge entenderlos”. Esto al ser cuestionado por senadores
respecto al desplome de las cotizaciones que éste ha sufrido los últimos meses.
No cabe duda que Bernanke no solo miente, sino que sus palabras rayan
en el cinismo. Fingió demencia.
En este blog le he explicado cómo
el precio del oro no es como el de cualquier mercancía, y que su mercado es
todo, menos libre.
La razón es que se trata de la mercancía dinero, pues no existe
otra “materia prima” cuyo ratio de existencias sobre flujo (stock-to-flow), sea
tan elevado.
Esa verdad inocultable ni
siquiera el mismo Bernanke se atreve a ponerla en duda, al admitir que “el oro es un activo inusual. Es un activo
que la gente guarda como una especie de seguro contra el desastre.”
Y vaya que sí. No por nada,
gracias a su valor, así como se extrae de las minas casi todo es atesorado,
pues el apetito por el metal amarillo es insaciable.
Esa voluntad de la gente de
aceptar sin límites cualquier cantidad de oro, es la que lo convirtió a lo
largo de la historia, y en las más distantes latitudes, en el medio de intercambio por excelencia, junto con la plata.
Y es que ambos constituyen un
pago en sí mismos, pues por su calidad de bienes valiosos pueden ser cambiados
en cualquier momento por otros bienes y servicios.
Esa es una brutal diferencia con
respecto a los billetes y monedas que estamos acostumbrados a llamar dinero,
pues en realidad constituyen solo una promesa de pago, ya que nadie puede
guardar por siempre sus dólares, euros o pesos, sin miedo de que en el futuro, vayan perdiendo su valor.
Siempre hay que redimirlos,
cambiarlos pronto por algo.
Imagínese que descubriera que sus
antepasados dejaron enterrado en el jardín, un cofre con billetes de la época
de la Revolución mexicana.
Más allá de la anécdota poco o
nada de valor se guardaría en ellos.
Pero la historia sería muy
distinta si lo que encontrara, fuera un cofre repleto de oro en cualquiera de
sus formas.
Por esa razón tuvieron que
crearse leyes en todo el mundo que desmonetizaran al oro y la plata, y así estuviésemos
dispuestos a aceptar como dinero algo
que de otro modo rechazaríamos.
De esta manera hay tras
bambalinas, además de factores meramente técnicos, un interés político
particular por controlar y deprimir al máximo el precio del oro, pues su
desprestigio alienta la “confianza” y uso de las divisas ordinarias que
conocemos, sobre la de “reserva”: el dólar estadounidense.
Lo malo para los manipuladores es
que no se puede hacer esto para siempre sin castigo. Tarde o temprano, el
mercado pone las cosas en su justo lugar, y quien no tenga el metal físico en
sus manos, será defraudado.
Por otra parte, Bernanke asegura que
una razón para la caída del oro, es que la gente lo está menospreciando por estar más confiada y menos preocupada
por “resultados negativos” en la economía. No obstante, los hechos
demuestran todo lo contrario.
La verdad se esconde en el
secreto mejor guardado del oro y que tiene un nombre que para algunos es extraño,
llamado“backwardation”.
Esta es una condición del mercado
que ocurre cuando el metal al contado, es más caro que en su contrato de
entrega a futuro, y no al revés, como es lo normal. Ahí es donde nos
encontramos ahora. De hecho, desde enero
de este año.
Lo que esto significa es que la gente
está prefiriendo pagar hoy más caro su oro con tal de que se lo entreguen ya, a
esperar días o meses a que ocurra esa supuesta entrega más barata, por temor al
incumplimiento.
Entonces, sí hay un desprecio del
“oro”, pero solo del ficticio. Este
se expresa en las liquidaciones masivas que echan por la borda su cotización, para beneficio de quienes lo acumulan
físico.
De ahí que la tendencia es que
esa “backwardation” se vuelva permanente, hasta el punto de quiebre, que implicará el colapso del mercado de
futuros del oro y la plata.
La bifurcación del mercado de
“oro” papel y el del físico se vuelve a hacer evidente como en 2008 y 2009,
aunque aún no alcancemos los
elevados niveles de backwardation de
entonces.
Así que Bernanke se equivoca.
Los inversores inteligentes no están
queriendo menos sino más protección con oro y plata físicos, contantes y
sonantes, y están dispuestos a pagar por ello, pues aún así, reciben gran valor a un precio conveniente.
Hacen bien, pues la economía
global está prendida de alfileres, y estos, sin temor a equivocarnos, terminarán por ceder.
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