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El creciente escándalo mundial por
el espionaje, parece no detenerse. Las revelaciones de la semana pasada,
seguramente no serán las últimas.
Es comprensible entonces la
desesperación de los gobiernos, sobre todo del de la Casa Blanca, por acallar
voces como las del periodista Glenn Greenwald y Laura Poitras, que han
desvelado la información confidencial filtrada por el ex analista de la Agencia
de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, Edward Snowden.
La molestia de Obama y su
principal aliado en Gran Bretaña, David Cameron, es evidente. Por fortuna, el
ejercicio de la libertad de expresión ha impedido que, como es su deseo, se
dejen de hacer públicos los abusos cometidos por las agencias de espionaje de
sus países.
Una y otra vez pretenden desviar
la atención y subestimar las acusaciones de ilegalidad con el viejo discurso de que “todos lo hacen”.
Cámeron ha dicho en una rueda de
prensa en Bruselas, que “lo que Snowden
ha hecho efectivamente, y lo que algunos periódicos le ayudan a hacer, es
convertir en mucho más difícil la protección de nuestros países y de nuestra
población”.
Está claro que el ideal en la
mente de estos políticos es el Estado policial, en el que todo esté disponible
menos la libertad de las personas, a la que contribuyen los molestos diarios y
publicaciones que “les hacen el juego”.
Por eso ahora que el gobierno
estadounidense ha reconocido que las revelaciones han perjudicado sus
relaciones con países considerados “amigos”, podemos asegurar que esta especie
de “disculpas” y explicaciones son solo la nueva
cara del falso arrepentimiento de Barack Obama.
Y es que en un breve artículo de
opinión publicado en el periódico USA Today el jueves pasado, Lisa Mónaco,
asesora presidencial de seguridad y contraterrorismo, afirmó que las
actividades que han desatado el escándalo no han sido conducidas sin control ni
supervisión.
En su párrafo clave, Monaco
revela que el presidente Obama ha dado instrucciones “para que revisemos nuestras capacidades de vigilancia, incluso con respecto a nuestros socios
extranjeros. Queremos asegurarnos de que estamos recopilando información porque
lo necesitamos y no sólo porque podemos”. Énfasis añadido.
Es evidente que de esta manera,
Obama quiere dar “carpetazo” al asunto y cerrarlo de una vez por todas,
aceptando a través de la pluma de Mónaco que “revisarán” sus protocolos.
Sin embargo, los líderes del
mundo –incluido por supuesto el gobierno mexicano que también ha sido
perjudicado, no debe perderse en el juego de las palabras ni conformarse con la
respuesta. Esto es muy importante, pues en ningún momento se habla de cancelar las
operaciones de espionaje, ni siquiera de suspenderlas de forma provisional. Al
contrario.
Lo que ahora nos mandan a decir
desde Washington, es que estudiarán cuál información podrían requerir y cuál
no. Si ellos deciden que la necesitan –y por supuesto esto tendrá el grado más
alto de confidencialidad, continuarán las escuchas y las intervenciones, le
pese a quien le pese. Punto.
Tal vez hasta llegue a existir un
oficio firmado que declare que todas las comunicaciones de Angela Merkel, la
canciller alemana; Dilma Roussef, presidenta de Brasil o de Enrique Peña Nieto,
presidente de México, son de tal importancia estratégica para los intereses de
Estados Unidos que es necesario que el espionaje prosiga, esta vez, con mayores controles para evitar fugas de información. Es un
hecho que no se detendrán.
Justo por eso no solo es urgente
que a escala internacional, se establezcan férreos controles legales que
establezcan sanciones a todos aquellos que vulneren las soberanías nacionales
en materia de privacidad de las personas y funcionarios, sino que los países en
sus propias jurisdicciones, legislen para proteger y garantizar también este
derecho.
Asimismo, aquí reiteramos nuestra
propuesta de que el gobierno mexicano y de otras naciones, destinen recursos
presupuestales al desarrollo de tecnología propia de comunicaciones y/o
codificación, elaborados en el país propio país, para garantizar la
confidencialidad, sobre todo, de sus decisiones más estratégicas.
La interconexión planetaria es un
proceso irreversible y la tendencia es a más conectividad, no a menos. Mientras
más tardemos en corregir nuestras vulnerabilidades, más seguiremos siendo
víctimas de aquellos que, aprovechando su superioridad tecnológica, continuarán obteniendo ventajas injustas a
nuestras espaldas, y eso, no lo debemos permitir más.