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sábado, 24 de noviembre de 2012

BANCOS CENTRALES: ¡SIGUE INSACIABLE SU APETITO POR EL ORO!


Mientras que para sus detractores el oro es una “reliquia barbárica”, que los bancos centrales atesoran por “tradición” (como dijo el presidente de la Fed, Ben Bernanke), para los conocedores de la naturaleza económica, sigue siendo lo que el sentido común y el libre actuar de los seres humanos lo llevó a ser: el dinero por excelencia.

Sí. En el origen del comercio, el intercambio de mercancías se dio primero como se tenía que dar: otorgando una a cambio de otra que se necesitara o quisiese. El poco desarrollo de las sociedades de entonces, no demandó en principio una alternativa a este mecanismo del mercado, sin embargo, con el tiempo, surgió un problema: ¿qué hacer cuando la mercancía ofrecida no era requerida por nadie?

Se hizo indispensable encontrar una materia prima aceptada en común, que a la vez permitiera de manera indirecta hacerse de los bienes finalmente deseados. Esa mercancía, en una palabra, se convertiría de esta forma en lo que hoy conocemos como dinero.

A lo largo de la historia se han utilizado granos de cacao, sal entre muchas otras mercancías que, con el tiempo, se fueron descartando por sí mismas para dar paso siempre a dos, que por sus características, cumplen mejor que todas con las funciones del dinero: el oro y la plata.

Quizás sea este origen tan antiguo el que lleve a muchos “sofisticados” economistas de nuestra era, a despreciar a los metales preciosos. No obstante, nada hay nada mejor que contar en las propias manos, con un bien que pase lo que pase, nunca llegará a valer cero, como las divisas fíat (de papel, plástico, digitales, etc.) que todos conocemos y usamos hoy en día.

Esta posesión constituye una legítima propiedad privada, y como tal, la expresión más amplia de la libertad de las personas para conservar, guardar o gastar en lo que les plazca, el fruto de su trabajo o aventura empresarial. El principio es muy sencillo: nadie puede crear, cultivar o reproducir metales preciosos de la nada, de manera que el valor de los que se tienen pueda esfumarse –por las leyes de la oferta y la demanda, en un instante.

Es justo este aspecto relativo a la conservación del valor, lo que ha llevado a los bancos centrales a dejar de ser los vendedores de oro que fueron por años, a compradores netos en el segundo cuarto de 2009, en medio de la peor parte de la crisis.

No podemos soslayar que desde entonces, gobiernos y bancos centrales de todo el mundo, están enfrascados en una lucha inútil por revertir los efectos de la gran recesión, utilizando las viejas herramientas que los enemigos del oro les han recomendado siempre: déficits públicos e impresión monetaria (flexibilización cuantitativa o QE, en inglés).

¿Puede más de lo mismo solucionar un problema que ellos generaron? La respuesta es no.

Pese a que ninguno de los titulares de bancos centrales se atreverían a admitirlo en público, la realidad es que sus hechos nos hablan de una pérdida de confianza en las divisas consideradas como “reserva”, encabezadas por supuesto por el dólar estadounidense.

No se puede confiar, como ya se aludió antes, en lo que sí puede ser creado sin fin, y con ello, perder su valor. De ahí que haya dado comienzo sobre todo en las naciones en desarrollo, un juego de diversificación pronta fuera de esas divisas.

En 2012 esta tendencia se está consolidando. Tan solo en el segundo trimestre, el apetito por oro del denominado “sector oficial” (bancos centrales) de la demanda, se disparó a más del doble (161 toneladas) respecto al mismo periodo del año previo, y según el último reporte del Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés), esa avidez siguió fuerte pese a haberse moderado en el tercer trimestre a 97.6 toneladas, alrededor del 9% de la demanda total del metal.

En este tercer cuarto, destacan las compras de Brasil (1.7 tons.) que no adquiría oro desde junio de 2005; la de Paraguay (7.5 tons.) que la llevó a incrementar en más de 10 veces sus reservas; y la de Corea del Sur (16 tons.), que juzgó de forma correcta que “las condiciones del mercado eran buenas”.

De acuerdo al WGC, la demanda del sector oficial, que de enero a septiembre totaliza así 374 toneladas (cifra preliminar), continuará siendo “un pilar muy sólido de la demanda futura”. Y no hay duda de ello, 2012 podría así terminar con un récord que podría superar las 457 toneladas de 2011, algo no visto desde los lejanos años ´60 del siglo pasado.

Cabe destacar que pese a sus cuantiosas compras, para la mayoría de los países sus tenencias de oro significan aún una porción muy pequeña de sus reservas internacionales, por ejemplo: México, 4%; Corea 1%; China 2%.

Este último caso es muy importante, pues no solo China junto con India constituyen los mayores demandantes del metal, sino que además no ha hecho declaraciones públicas respecto a sus reservas áureas en casi cuatro años. Se supone que sus tenencias ascienden a 1,054.1 toneladas (el 2% del total), pero su silencio despierta suspicacias. ¿Tendrán los chinos mucho más oro del que dicen tener?

Como sea, la lección y el mensaje son claros: si hasta los bancos centrales, que por lo general son torpes en sus decisiones, saben que deben estar menos en divisas de papel y más en el metal amarillo, es apremiante que cada persona, a escala individual, acumule sus propias reservas en oro (o plata), pues mañana, quizás, podría ser muy tarde.

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