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Existe en el mundo un poder que,
aunque no es perceptible a simple vista, está siempre detrás de las decisiones
más importantes, sea que estas se tomen por el presidente de Estados Unidos, la
canciller alemana o el primer ministro de Japón. El que sea.
Esa descomunal fuerza, alinea
siempre sus baterías para el logro de sus propósitos, y no titubea en presionar
por todos los medios a su alcance a los tomadores de decisiones, a la par de
esparcir sus argumentos a la opinión pública, no solo para que no se oponga a
las medidas pretendidas, sino incluso para que terminen exigiéndolas “por su
propio bien”. Una maquinaria perfecta.
No obstante, dado que el peso de
las decisiones siempre tendrá sus mayores efectos en la mayoría de la
población, es importante que estos sean dados a conocer, de manera que los
afectados, puedan tomar las previsiones más oportunas para su protección, tanto
personal como patrimonial. En ambos casos, la supervivencia está en juego.
Esto viene muy a propósito de la
nueva discusión de los posibles efectos “catastróficos” de una negativa del Congreso
de Estados Unidos, para elevar pronto el tope de endeudamiento de la
administración Obama, antes de que el peso de sus gastos lo lleve a un
incumplimiento de sus obligaciones de pago.
En los principales medios de
comunicación (the mainstream media) ya
se leen, ven y escuchan a diario, estos mensajes propagandísticos que reiteran,
una y otra vez, que de no alcanzar un acuerdo político al respecto, se
desencadenaría una nueva crisis global, una “recaída”.
Pongamos como ejemplo lo
publicado este lunes por Alan S. Blinder, en The Wall Street Journal, que ha trata de lo “peligroso” que sería la
caída del gasto estadounidense del seis por ciento de su Producto Interno
Bruto, si no hay arreglo político.
Lo cierto es que prácticamente lo
mismo se decía hace solo unas semanas, cuando el tema era el “precipicio fiscal”
que, también clamaron, se pudo “evitar”.
Nadie podría negar que cualquiera
de estos dos asuntos, por sí solos, en efecto implicarían una caída económica
pero, ¿vale la pena posponer una recesión que de todos modos no se podrá
evitar, y que más tarde será aún más pronunciada y con un costo aún mayor? Ese
es el centro del debate.
Elevar de nuevo el tope de endeudamiento
o posponer el indispensable recorte de gastos del gobierno, no hace nada por
arreglar el problema de fondo: el
dispendio que conduce a déficits públicos permanentes y la expansión del
crédito, que conlleva también a la emisión cada vez mayor de papel dinero, sin
respaldo en oro, pero sí en más deuda. Un círculo vicioso en el que subyacen las
causas fundamentales de la crisis.
Si estas fueran las soluciones, ésta
ya se hubiese resuelto, pues se recordará que al estallar el caos financiero
global en 2008, tanto gobiernos de todo el planeta como sus bancos centrales,
lanzaron medidas de “estímulo” sin precedentes que, prometieron, nos harían
recuperar la senda del crecimiento. Esas herramientas, a la fecha, continúan
vigentes.
Eso quiere decir que hoy, volver
a usar el mismo discurso, es también la admisión tácita de que el sistema económico-financiero es un sistema
fallido, pues siquiera para mantenerse en pie, con vida artificial, necesita
más de la misma medicina que ya probó su inutilidad.
Por ello, es una mentira que se
pueda evitar las consecuencias, como el poder detrás de la cortina nos vende
por todos los conductos posibles, y que consigue que la opinión pública misma
presione para que sus políticos “hagan algo”.
Imagen: poemayamor.net |
No es casualidad que esas mismas
fuerzas fueran las que doblegaran de la noche a la mañana, la oposición inicial
de los republicanos en la Cámara de Representantes (House of Representatives), al acuerdo sobre el abismo fiscal
enviado desde el Senado.
Con todo lo anterior, podemos
adelantar que, de forma análoga a ese arreglo de última hora, la endeble
oposición republicana volverá a ponerse a los pies de Obama para permitirle la
emisión de más deuda. Que no quepa la
mínima duda.
El ruido de la aparente controversia
que se suscitará alrededor, será solo parte de un “show” del que ya se conoce
el final.
Por cierto, uno trágico que en el
futuro tendrá que ocurrir no poco a poco, sino rápido y forzado por el mercado,
pues los políticos de todo el orbe tratarán con todos los medios a su alcance, que
suceda lo más tarde posible para que la “bomba”, le explote a otros en el cargo.
Para ser claros: Estados Unidos
como el Japón, se dirige sin remedio a una crisis fiscal y de divisas para la
cual, más vale estar preparados, como países y como personas.
Lo macro le toca a los políticos,
pero lo micro, corresponde a cada uno y por tanto, buscar amparo financiero en
activos reales, como el oro y la plata físicos, bien podría permitirnos sortear
las vicisitudes por venir. La alternativa de esperar a que los de arriba solucionen
todo, no parece ser una inteligente idea.
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