Guillermo Barba / Oroplata.com
El mundo se encuentra inmerso en
una crisis económico- financiera que no ha terminado. Esto es evidente, pues a
pesar de los típicos discursos sobre la “recuperación”, las acciones de los
políticos gritan en sentido contrario la desesperación en que se encuentran.
Más que nunca es válida la frase
de: no creas nunca en lo que te digan,
sino solo en los hechos de quien te las dice.
En estos años desde el estallido
de la Gran Recesión, hemos sido testigos del rebote de un “gato muerto”.
Este,
solo fue posible gracias a la inyección de trillones de divisas y déficits
públicos, con los que bancos centrales y gobiernos pudieron dar la impresión de
revivir incluso a un enfermo terminal como la economía global, que se sustenta
en lo insostenible: un sistema de dinero fíat (divisas digitales o de papel,
sin respaldo en oro).
Sin embargo, las cifras que
evidencian una nueva recaída en el futuro cercano para Estados Unidos, las
permanentes tensiones en Europa y la preocupante situación en Japón, por citar
solo algunos ejemplos, han empujado a los tomadores de decisiones a pensar en
invadir esferas que no les corresponden, para dar la impresión de que todo
marcha bien.
En específico, podemos referirnos
a la nueva andanada de presiones y
ataques a los que se está sometiendo a los bancos centrales y su pretendida
autonomía, de los que la mayoría goza. Al menos por ahora.
Para decirlo sin eufemismos,
estas instituciones están bajo asedio en una guerra que, por definición, tienen
perdida: la guerra de la politización.
Y es que para la mente de los
gobernantes, cuando una ley estorba a sus intereses es momento de cambiarlas, y
pueden hacerlo. En este sentido, su lógica será amenazar a los banqueros contrales
con una consigna: o hacen lo que se les pide –por lo general “coadyuvar” al avance de la economía por la
vía de más expansión crediticia (inflación), o se les cambiarán las reglas para
que no sea voluntario hacerlo, sino por fuerza.
El caso más paradigmático es
reciente: el del Banco de Japón (BoJ).
No olvidemos que el entrante
primer ministro japonés, Shinzo Abe, fue categórico al señalarle que si no
garantizaba una “ilimitada” impresión monetaria de yenes, y elevaba al doble su
objetivo de inflación, perdería su independencia.
Con esa “arma” en la cabeza, el BoJ cumplió. Este martes anunció que
para 2014 cambiará a un enfoque abierto de compra de activos (13 billones de
yenes), cada mes, sin una fecha ni monto límite, por lo que se equipara al QE4 de la Reserva Federal estadounidense
(Fed). La diferencia está en que no
se establecen, como sí lo hizo la Fed,
metas específicas de desempleo ni inflación. El sueño de la creación de divisas sin fin, se le cumplió a Abe.
Es de esperarse que la sucesión
en la cabeza del BoJ que se dará en
abril, traiga a un funcionario todavía más agresivo y afín al gobierno, por lo
que la “flexibilización cuantitativa” japonesa ad infinitum podría ocurrir antes y con montos más grandes, pues la
misión que le encomendará Abe, no es fácil aún: destruir al yen.
Ahora bien, el BoJ no es el único bajo ataque político.
El Banco Nacional de Hungría está
sufriendo presiones análogas, y también tendrá un cambio de titular en marzo de
este año. Éste, según el ministro de Economía húngaro Gyorgy Matolcsy, será
aprovechado para construir una “alianza estratégica” que ayude al
crecimiento y el empleo. Discusiones como estas también ocurren en otras
latitudes.
Ante esto, una voz sensata como
la del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, advierte con razón los
peligros que esto conlleva, pues de hecho será visto como una declaración
abierta de guerra de divisas (devaluaciones
competitivas), en las que todos quieren correr las imprentas lo más rápido
posible para que su moneda, al perder poder adquisitivo, el país gane en “competitividad”.
Esto no es nuevo, pero se acelerará
con la mano gubernamental. Todos sabemos que lo que tocan los políticos en
materia económica termina peor de lo que empezó, por la sencilla razón que lo
que les importa, es la apariencia en el corto plazo para poder ganar la
siguiente elección.
En este sentido, las
declaraciones de Weidmann hacen notar que entre los motivos para repatriar su
oro desde Nueva York y París, como anunció este mes, el Bundesbank tuvo que
haber ponderado los costos y alcances de esa guerra de divisas, pues saben de
antemano que pronto se convertirá en un juego en el que, quieran o no, todas las monedas tendrán que participar.
Una a una caerá como ficha de dominó.
Justo ahí radica también la
similitud que tendrá este efecto con el del oro.
Tal como hizo Alemania, es
cuestión de tiempo para que cada día más países comiencen a demandar la
repatriación de sus lingotes. Si nadie querrá quedarse atrás en la carrera de
la devaluación, mucho menos en otra más importante: la carrera por un oro que no alcanzará para todos. Los banqueros
centrales, aunque lo guarden “in pectore”, lo saben muy bien.
Como en el juego de las sillas, en
el que al cesar la música siempre hay alguien que se queda sin asiento, así la
falsa sobreoferta de oro físico maquinada por los derivados de “oro” papel,
garantiza que a alguien se le tendrá que incumplir la entrega de su metal, y
que para cuando eso ocurra, no será imposible conseguirlo en el mercado, pero
para ello, se tendrá que pagar un precio que habrá crecido exponencialmente.
Así pues, los bancos centrales
enfrentan tres guerras perdidas: la de
la politización, la de divisas y la del oro, que auguran un escenario en el
que las víctimas serán cuantiosas. Por supuesto, sobre todo aquellas que por
desconocimiento u omisión, no hayan recurrido al incomparable amparo del oro y
la plata físicos.
Tantos comentarios en los videos de Jenny Rivera, y solo esta este comentario huerfano para tan importante información.
ResponderEliminarExcelente artículo. Sin embargo lo de la politización me parece que lo llevas a un extremo. La independencia de los Bancos Centrales fue una lección dura de aprender para muchos. No olvidemos el pavor existente en Europa por la inflación y en países latinoamericanos como México, que saben que son periodos de super-inflación. La guerra de divisas sin duda comenzará, pero será en aquellas naciones que ya hayan alcanzado sus senda de estado estacionario (crecimientos de economías maduras) y no en economías en pleno desarrollo, me parece. Felicidades por el artículo
ResponderEliminarRealmente buen articulo, muchos bancos realizan prestamos digitales a sus clientes los cuales nunca ven en físico ya que solo les dan un plástico, y el préstamo es solo si eres cliente y hay garantía, pero quien me garantiza que el banco tiene realmente su respaldo en oro por lo que me está prestando ......... macabro no???
ResponderEliminarRealmente buen articulo, muchos bancos realizan prestamos digitales a sus clientes los cuales nunca ven en físico ya que solo les dan un plástico, y el préstamo es solo si eres cliente y hay garantía, pero quien me garantiza que el banco tiene realmente su respaldo en oro por lo que me está prestando ......... macabro no???
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