La economía mexicana continúa
estancada. Como sabe, la previsión de crecimiento de la Secretaría de Hacienda
para el año pasado quedó situada en un rango entre 2.1 y 2.6 por ciento. Para
2015, las proyecciones oficiales del crecimiento del Producto Interno Bruto
(PIB) están entre 3.2 y 4.2 por ciento anual. Ya veremos.
Lo cierto es que varios especialistas y organismos han
comenzado a corregir sus pronósticos. El Fondo Monetario Internacional (FMI),
por ejemplo, ajustó su previsión de 3.5 a 3.2 por ciento el mes pasado. Banamex
hizo ya lo propio de 3.4 a 3.0, y esta semana, Banco de México (Banxico)
“revisará” su rango que a la fecha está entre 3 y 4 por ciento.
Diversos son los factores que abonan
a esta falta de dinamismo, pero en todos los análisis sale a relucir el tema
del precio del petróleo. Que se mantenga (artificialmente) deprimido está
afectando a países productores no solo en sus ingresos presentes, que ya es
mucho decir, sino en las futuras
inversiones. Una cotización deprimida sin duda afecta la viabilidad de
muchos proyectos, a pesar de que los fundamentos del crudo –como los del oro,
sean tan sólidos que es previsible que retome su racha alcista en unos años y supere
incluso la marca de los 100 dólares. Como quiera, Hacienda tuvo que comerse
sus propias palabras de que las coberturas financieras adquiridas permitirían
mantener el ritmo de gasto gubernamental este año, y como sabe, anunció en
enero un recorte al gasto de 124.3 mil millones de pesos.
Aunque no faltaron las voces que
acusaron que esta reducción afectaría el crecimiento del PIB, lo cierto es que
se trató de una de las muy pocas decisiones en sentido positivo que ha tomado
el gobierno. Toda expansión de una economía basada en el gasto público no puede
ser duradera, y de hecho, es aparente, superficial y en última instancia, muy
dañina. En este sentido, qué bueno que se haya anunciado, pero lo malo, es que
seguirá siendo insuficiente para equilibrar las finanzas nacionales que
seguirán en números rojos. En consecuencia, sus limitados alcances nos
mantendrán lejos de algo que sí es
indispensable para dar solidez a nuestra economía: bajar los impuestos.
La llamada “reforma Hacendaria”
–que por cierto tanto aplaudió la izquierda, sigue siendo una tragedia y uno de nuestros principales lastres. No ha servido
en absoluto para sus objetivos explícitos de “reducir la desigualdad en la
distribución del ingreso e invertir en rubros estratégicos que detonen un mayor
crecimiento económico”. Eso sí, ha constituido una pesada carga sobre los
contribuyentes que siempre han pagado, mientras los que no lo hacen, continúan
de fiesta. En Los Pinos no se dan cuenta que los esperados crecimiento y
desarrollo, pasan por la creación de más empresas generadoras de riqueza, y no
por el despilfarrador dispendio oficial. Sólo
una economía capitalista de auténtico mercado libre, donde la propiedad
privada esté garantizada y por tanto la apropiación de la ganancia, ofrece los
estímulos para eso a lo que tanto aspiramos. Los impuestos afectan la propiedad
privada pues constituyen de hecho una confiscación de aquella.
Como no tenemos hasta la fecha en
México ese capitalismo de verdadero libre mercado, el sueño de alcanzar el
progreso que nos equipare a las naciones más avanzadas del orbe, seguirá siendo solo eso.
Mientras eso suceda, indicios del
estancamiento que padecemos seguirán apareciendo por doquier. En este blog por
ejemplo, el año pasado publicamos un total de 67 fotografías de carteras o
anuncios “espectaculares”, como se les conoce también, que se encontraban
vacíos tan solo en el área de Periférico Sur. Esta vez le actualizamos ese índice.
En el tramo comprendido entre
Zacatépetl y la salida a calzada Chivatito y de regreso hasta Avenida San
Jerónimo, se contaron en total 367 estructuras. De ellos, al 11 de febrero 110
se encontraban vacíos, es decir, el 30%. En el conteo que publicamos en 2014,
el mismo recorrido tenía “solo” 69. Esto significa que en uno de los
tramos publicitarios más importantes de la ciudad, las carteleras vacías crecieron 60 por ciento en medio año. Que las
empresas, no tengan dinero para anunciarse, es un pésimo síntoma.
Las fotografías están disponibles aquí abajo. Juzgue usted mismo. El mensaje es claro: el curso que
llevamos es el equivocado y no parece que pronto vaya a cambiar. Para estos
casos, más vale tomar previsiones ante la próxima
crisis que se está gestando, y que a muchos tomará por sorpresa.
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