Imagen: Oroplata.com |
El día de las elecciones en
Estados Unidos, un indicador adelantó mucho mejor los resultados de lo que pudo
hacerlo cualquier encuesta: la cotización de los metales preciosos. Y es que tanto el oro como la plata,
tuvieron subidas muy importantes que transmitían, para el que lo quiso ver,
señales inequívocas de que Obama sería el gran ganador.
Los conteos conocidos aquella
noche lo confirmaron: el presidente fue reelegido por cuatro años más y ganó de
forma apabullante. ¿Cómo es que lo sabían los metales precisos? La respuesta no
es difícil.
En este espacio siempre se
manejó, a contracorriente de lo expuesto en los principales medios de
comunicación, que Obama ganaría por amplia ventaja. Los datos serios que rara
vez se dieron a conocer de forma masiva, demostraban que en el Colegio
Electoral mantenía una delantera irreversible: jamás fue “too close to call”
(demasiado cerrada para “cantar”).
La supuesta “competencia cerrada”
con Romney, no fue más que una ilusión que nunca engañó a los inversionistas, que
de antemano saben también que el viejo cuento de campaña, respecto a que su
segundo período de gobierno será mejor, es
otra mentira. No por nada al día siguiente, los índices accionarios se
desplomaron.
Esto es así, pues Obama garantiza
la continuación de dos políticas desastrosas, que han probado su ineficacia una
y otra vez: el déficit público y la expansión monetaria. Ambas, por cierto, conocidas impulsoras de los precios
del oro y la plata, que consolidan aún más su posición de refugio financiero.
Eso explica su gran salto del 6 de noviembre, con el que por supuesto, no le
estaban aplaudiendo al presidente.
Y es que no hay duda de que Obama
seguirá el mismo camino de sus primeros cuatro años, pues él y sus teóricos
keynesianos, están convencidos de una falacia: más gasto y deuda son benéficos
pues “estimulan” la economía y alientan la “recuperación”.
Justo por eso es que
no habrá ningún precipicio fiscal (fiscal cliff, en inglés, que consiste en
amplios recortes presupuestales y alzas impositivas a partir de la llegada de
2013). Seguirán derrochando.
Pero, ¿puede una crisis provocada
por gasto, consumo y crédito excesivos, solucionarse con más de lo mismo? La
respuesta, es obvia.
Imagen: CNN Money |
No obstante, del otro lado el
presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, será el
encargado de reforzar el trabajo gubernamental con más rondas de inyección de
liquidez, conocidas como “flexibilizaciones cuantitativas” (QE, en Inglés).
Por ello, en cuestión de semanas
seremos testigos del acuerdo que hará a un lado el citado precipicio fiscal,
bajo el pretexto perfecto de evitar una nueva recesión que, en el mejor de los
casos, solo podrán posponer unos
trimestres más.
Asimismo, ese acuerdo que
garantizará la perpetuación del déficit público, llegará de la mano de una
actualización de la fase “QE3” que,
al concluir la denominada Operación Twist
(consistente en la venta de bonos de corto plazo para cambiarlos por otros con
vencimientos más lejanos), dará paso ahora a la adquisición no esterilizada de
bonos del Tesoro estadounidense.
Dicho de otro modo, tendremos un QE3 “recargado”,
más impresión monetaria acelerada y sin límite determinado, que rondaría los 85 mil millones de dólares mensuales.
La historia se cansa de
enseñarnos en incontables ocasiones, cómo cada vez que se ha recurrido a esta
letal herramienta, el efecto solo puede ser la elevación de los precios de los
activos tangibles, como las materias primas, que algún día tendrán también su
propia burbuja. Crear divisas, no es sinónimo de crear riqueza.
En suma, toda tensión y
volatilidad que se genere en los próximos días en los mercados, atribuidas a
supuestas complicaciones en el proceso de negociación entre republicanos y demócratas,
es puro ruido. Los índices bursátiles podrían ponerse nerviosos en la
coyuntura, pero de nuevo, como en el caso de las elecciones, ya conocen el resultado desde antes.
En cierto sentido, el acuerdo que
se alcanzará en Washington será similar al que esta semana se logró con Grecia:
más promesas de que en el futuro habrán de solucionar, lo que antes también ya
habían prometido pero no cumplieron. Ese perverso arte de los políticos,
consistente en posponer las soluciones para después, pero anunciándolo al
público como si hubiesen arreglado los problemas de fondo.
Es así que la dupla de metales
preciosos, se prepara de forma silenciosa pero firme, para una nueva racha
alcista que comenzará muy pronto, y se prologará en 2013. Todo ello, razón
suficiente para recordar a inversionistas y bancos centrales, que no es buena idea desprenderse de sus metales físicos sino reforzar sus reservas, pues
mañana, las necesitarán más que nunca.
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