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En nuestros días es muy común que
la gente se crea el viejo cuento socialista/intervencionista de que el
capitalismo “es la madre de todos los males”. En este sentido, siempre bajo
esta lógica equivocada, las crisis económicas que nos aquejan son producto de
los “voraces” capitalistas que “explotan” a los trabajadores. La constante en
todos estos casos siempre es la misma: desde los marxistas más radicales hasta keynesianos
y monetaristas, confunden causas con efectos, síntomas con problemas originales
y con ello, su bagaje de recetas para un nuevo sistema productivo o formas de “estimular”
el crecimiento económico y la “igualdad”, en
realidad termina agravando los problemas. Para decirlo claro, la aspiración
socialista de igualdad solo puede ser alcanzada en la miseria generalizada.
Por cierto, Ludwig von Mises
sugirió en repetidas ocasiones que desde la aparición de la teoría del valor
subjetivo –en concreto desde la
publicación de Principios
de Economía Política del austríaco Carl Menger en 1871, el propio
Marx parece haberse dado cuenta de las
graves deficiencias de su teoría del valor-trabajo y por tanto, de su crítica
de la “explotación” capitalista. Ante ello, luego de haber publicado el
primer volumen de El Capital en 1867,
se abstuvo de hacer lo propio con los dos siguientes. Engels los editaría más
tarde pero solo después de la muerte de Marx ocurrida en 1883.
De modo que quienes piensan que
lo que tenemos en nuestros días es capitalismo auténtico, olvidan por ejemplo
que para que este exista, es condición indispensable que haya respeto irrestricto a la propiedad privada
que escasea hoy en día. Esta primera condición es necesaria y suficiente
para que el principal incentivo de la función empresarial –el derecho a
quedarse con el fruto de su creatividad emprendedora, continúe llevando a la
humanidad por la vía del progreso en todos los ámbitos. Quien ataca la
propiedad privada y por tanto al capitalismo, está atentando –se dé cuenta o
no, contra los avances de nuestra civilización que han permitido que la persona
promedio de hoy, pueda gozar de un nivel de vida que reyes del pasado ni
siquiera hubiesen soñado.
Garantía de propiedad privada,
por tanto, es sinónimo de libertad para
las personas; lo opuesto, lo es de absolutismo. La expresión de la libre
voluntad, claro está, quedará de manifiesto en el mercado donde pueden
intercambiarse bienes y servicios entre individuos. Una economía de mercado,
entonces, no puede funcionar adecuadamente con intervenciones/manipulaciones
externas, en especial, la gubernamental. Como debe quedarnos claro, para que
exista un verdadero respeto a lo ganado por las personas, los impuestos deben
ser lo más bajo posible, pues de hecho son una
confiscación de la ganancia privada. Pero bajos impuestos implican por
fuerza que los gastos de los gobiernos sean mínimos y en todo caso cuando menos
sus finanzas deban estar equilibradas, para no endeudar a los habitantes de su
jurisdicción. Nada de esto es la regla sino la excepción en el mundo.
La primera obligación del Estado
es la de garantizar la seguridad, tanto de las personas como de sus bienes. No
debe ser que el primero en atentar contra ella sea el propio gobierno. Así que
sin un Estado de derecho pleno y peor si las tasas impositivas son elevadas, no puede haber garantía de propiedad
privada, ni capitalismo y mucho menos crecimiento y desarrollo económicos.
¿Será casualidad que México siga como siempre en el atraso?
A propósito, de la misma manera
se atenta contra la propiedad privada, el capitalismo y el progreso, por la vía
de la corrupción monetaria. Los intervencionistas gracias a la inflación
–entendida como la expansión crediticia sin límite, encontraron la manera de
meter la mano en los bolsillos de todos, aún si el dinero se encuentra debajo
del colchón. Con un fraudulento sistema de dinero fíat, de papel, sin el freno
disciplinario del patrón oro, se crear
y gastar dinero de la nada y con ello, destruir el poder de compra (vía alza de
precios) de todos. Sobra decir que los
que más pierden son la población de menores ingresos –a los que los
intervencionistas dicen querer beneficiar, y se estimula el gasto excesivo
mientras se aniquila el ahorro.
Éste es, por cierto, la piedra
angular de la acumulación de capital, pues para que exista necesita primero hacerlo
en forma de ahorro. Sin éste no hay capital, y como ya vemos, sin reposición
continua del capital desgastado la
desgracia económica está más que garantizada: si el capitalismo nos trajo hasta
aquí, su destrucción nos regresará a la Edad de las Tinieblas.
Se equivocan pues aquellos que
piensan que la depresión actual fue consecuencia de las “contradicciones” del
capitalismo: es el intervencionismo gubernamental
y de los bancos centrales el que lo está destruyendo. Fue ese
intervencionismo el causante de la Gran Depresión –como ya lo comentamos en la
serie de artículos que inició con la entrega “Nueva
Escuela Austríaca de Economía (NASOE): el encuentro de Londres”, y
lo es de la depresión actual. Esa “mano negra” oficial es la causante del ciclo
económico de auge y depresión, siempre continuo y creciente hasta el colapso
final. Reiteramos, lo peligroso no sería acabar con capitalismo si eso no
significara a su vez destruir el avance de nuestra civilización, y con ello, acabar
con la vida de millones de seres humanos.
De manera que la ingenuidad y/o
el buen corazón de los socialistas, sea que se disfracen de keynesianos o bajo
el nombre que sea, que aspiran a un mundo económico igualitario, no debe ser
motivo para que se abandone el análisis racional del mundo económico, como el
que de manera incansable realizan la Escuela
Austríaca y la NASOE. Es demasiado lo que está en riesgo.
El mundo necesita capitalismo y a México le urge. Que no se
confunda más deuda con capital, expansión crediticia con acumulación de
capital, ni falsa “igualdad” con justicia. Lo justo es que tengamos un mundo en
el que la libertad sea la regla y no la excepción, en el que cada uno decida lo
que más le conviene y con ello, genere un proceso empresarial creativo,
pacífico y coordinador que nos permita seguir avanzando en todos los ámbitos de
la acción humana.
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