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Cada vez que ocurre un ataque
terrorista, las mentes inquisitivas comienzan a cuestionarse si se trató en
efecto de una ofensiva perpetrada por aquellos quienes son señalados como
responsables, o no. Nada de esto debe sorprendernos, pues a lo largo de la historia
ha habido tantos casos de ataques de “falsa bandera” que resulta imposible creer de entrada las versiones oficiales.
Este tipo de atentados son
aquellos perpetrados o solapados casi siempre por dependencias o ramas de algún
gobierno, que busca sacarse de la manga algún hecho que genere la indignación popular
que necesitan, para legitimar una decisión que en condiciones normales no sería
respaldada por los ciudadanos. Ya con la culpa descargada en otros que son
señalados con dedo flamígero, la luz verde se enciende para proceder conforme a
lo planeado: presentar o promulgar alguna ley que perjudique las libertades
individuales “en aras de la seguridad”, ordenar la invasión de otro país o el
inicio de una gran guerra, etc. La
gravedad del crimen variará en función de la dificultad en ganarse el apoyo
popular.
Lo malo de este tipo de actos
violentos es que, debido a la ilegalidad y mala fe con que se cometen, es
indispensable que los verdaderos autores intelectuales preparen también todo lo
necesario para borrar cualquier evidencia que permita detectarlos o
identificarlos. Es una pena pero lo han hecho tantas veces, que ya son
expertos. A causa de esta
clandestinidad, solo en los casos de reconocimiento oficial de la culpa, la
falsa bandera queda confirmada. En el resto, tenemos que conformarnos solo con
algunas pistas más o menos contundentes, análisis, versiones y hasta
testimonios que, de inmediato, siempre serán desmentidos o descartados por las
autoridades a la vez que son calificados como “teorías conspirativas”.
No es propósito de este artículo
enumerar los casos más emblemáticos de falsas banderas, para lo que se sugiere mejor
echar un vistazo al artículo The
First Question to Ask After Any Terror Attack: Was It a False Flag?,
publicado por Zerohedge. En él se enumeran 36 casos de ataques de falsa bandera.
Ante eso, debemos decir que la lamentable masacre de la semana pasada contra el
semanario satírico Charlie Hebdo en
Paris, parece ser solo la más reciente
edición de este tipo de atentados.
Pensemos por un momento en los
posibles ganadores y perdedores de un crimen tan ruin. ¿Quién pierde? Sí,
pierde sobre todo la libertad de expresión, esa molesta piedra en el zapato de
la que quisieran prescindir los más afectados por ella: quienes ejercen el
poder en Francia en particular y en el mundo occidental en general, supuesto
“garante” de la misma y de los derechos humanos. ¿Quién gana? Precisamente ellos, porque
uniendo a la mayoría sin importar credo religioso –como se vio en las calles, tienen carta abierta para proceder “en
defensa de todos”. Un ganar-ganar.
Como en otras ocasiones, muchos
analistas hemos comenzado a dudar de las presuntas evidencias presentadas. Y es
que en lo que al final se convirtió en tres días de horror en Francia –en los
que además otro supuesto yihadista tomó rehenes en un supermercado judío, llama
la atención que por ejemplo, no se destruyera material alguno de la revista
que, se argumenta, habría sido atacada por ridiculizar al profeta Mahoma y al
Islam. En cambio sí, según fuentes policiales, la Tarjeta Nacional de Identidad
de uno de los dos hermanos atacantes, Said Kouachi, fue encontrada en el auto que abandonaron los sospechosos después de
los asesinatos. Así que ya sabe, si es usted terrorista recuerde siempre
cargar consigo su identificación oficial y dejarla donde sea posible
encontrarla.
También se dijo que un periodista
había llamado al edificio donde estaban resguardados y que Cherif, hermano de
Said, contestó el teléfono y aseguró ser defensor de Mahoma y que había sido
enviado por al-Qaeda en Yemen. Paso dos del buen terrorista, recuerde siempre tomar llamadas y decir quién lo
mandó. Por su parte, Amedy Coulibaly, quien tomó rehenes en el supermercado,
dijo que era parte de ISIS, según un reporte de la emisora BFMTV.
Por si fuera poco, en los videos
se aprecia que los asesinos tienen evidente entrenamiento militar, sin mencionar
que hay quien cuestiona que en realidad sean una puesta en escena. Es un hecho
que los terroristas eran franceses, pero no por eso debe darse por hecho que se
trató de “lobos solitarios” actuando por cuenta propia o de al-Qaeda, y no bajo
las órdenes de alguna corporación de inteligencia occidental. Por desgracia si
esto fue así, nunca lo sabremos a
ciencia cierta.
Lo que sí es que, como lo reporta
el Financial Times, apenas 24 horas
después de que el primer ministro turco participara en la multitudinaria marcha
de París, el presidente de ese país fue muy duro: “La duplicidad de Occidente
es obvia”, y aseguró que “como musulmanes nunca hemos apoyado el terror o las
masacres: el racismo, el discurso de odio y la islamofobia están detrás de
estas masacres”. ¿Sabe algo el
presidente Erdogan que jamás dirá por ser parte de los aliados de la OTAN?
No tenemos idea, pero de forma coincidente Melih Gokcek, alcalde de Ankara, la
capital turca, ha dicho que “el Mossad (servicio de inteligencia israelí) está
definitivamente detrás de estos
incidentes… están impulsando la enemistad contra el Islam.” Gokcek ligó los
ataques a los movimientos franceses en pro del reconocimiento de Palestina.
En Rusia, vinculan los actos con
maquinaciones geopolíticas a cargo de Washington. Alexander Zhilin, titular del
Centro para el Estudio de Problemas Aplicados, asegura que estos actos
terroristas fueron la respuesta estadounidense al llamado del presidente
francés Francois Hollande para que la Unión Europea levantara las sanciones contra Moscú.
Como sea, lo cierto es que los políticos
de Occidente ya están muy activos desde el instante mismo del ataque. Eso
explica el poder de convocatoria de la histórica manifestación en las calles de
París que, de la noche a la mañana, reunió a varios jefes de Estado y de
gobierno (que “no estaban preparados” para ello) y millones de personas contra
el terrorismo.
Por cierto el gran ausente,
Barack Obama, ni tardo ni perezoso ya convocó a celebrar en febrero a una
“Cumbre contra el Extremismo Violento” que debía celebrarse en octubre, pero
que de manera sospechosa y sin dar
explicaciones, se había pospuesto sin una fecha específica. Al mismo
tiempo, Bloomberg reportó ayer que
Obama dijo a líderes del Congreso durante una reunión, que buscaría
autorización para emprender “acciones” contra el Estado Islámico (ISIS). Es por
tanto inminente que se haga a un lado la promesa de no enviar tropas de tierra
a la zona de conflicto, pues para ser claros, hasta ahora ISIS les está ganando
la guerra a pesar de los bombardeos aéreos.
Ahora bien, preocupa que para
Obama el “extremismo violento” también incluya a aquellos osados que defendemos las libertades y derechos individuales.
Esta y otras barbaridades se encuentran en una guía de estudio sobre
“extremismo” preparada por el Instituto de Gestión de Igualdad de Oportunidades
del Departamento de Defensa estadounidense (DEOMI por sus siglas en inglés),
dado a conocer gracias a la ley de transparencia americana por el blog The
Economic Collapse.
Así que mucho cuidado. El ataque contra Charlie Hebdo no es un
acto terrorista o una falsa bandera más. Será el “9/11” de esta década.
Por último, como ha apuntado el
periodista Glenn Greenwald –famoso entre otros temas por publicar las revelaciones
de Edward Snowden sobre la vigilancia mundial de la Agencia de Seguridad Nacional
de Estados Unidos, si queremos demandar una auténtica libertad de expresión, que se haga de forma completa y no solo
cuando se satiriza al Islam. En palabras simples, no se vale burlarse de
Mahoma sin que al mismo tiempo seamos capaces de ver expresiones similares
ofensivas para cristianos, judíos o de cualquier credo, sin que sean
reprimidas. De otro modo, no es libertad de expresión lo que se defiende, sino hipocresía y radicalismo. Que las vidas
de los periodistas del Charlie Hebdo,
sean honradas de esta manera y no con más violencia, odio y muertes.
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