El debate sobre el salario mínimo
en el mundo sigue vigente. En su momento en este espacio también le entramos
con un artículo (“La
absurda idea de subir el salario mínimo”). En ese entonces comentamos
respecto a lo dañino que resulta el que una autoridad gubernamental pretenda
determinar según su criterio cuál es el “adecuado” nivel salarial de las
personas. Explicamos además que si se fija un salario mínimo demasiado alto
para las posibilidades de las empresas, los más perjudicados son aquellos a
quienes se busca beneficiar que terminan siendo despedidos y condenados al
desempleo formal.
Más allá de sueños y buenos deseos,
el salario debería ser convenido en libertad por las partes. Pero incluso en
estos casos, un empresario de buen corazón que ofreciera un pago muy elevado a
todos sus trabajadores podría verse en peligro de perderlo todo si la capacidad
de su empresa no da para sostenerlos. Este por cierto, es justo el caso de Dan
Price, un joven empresario estadounidense quien hace tres meses fijó un salario
mínimo de 70 mil dólares (aproximadamente un millón 120 mil pesos al año) para
sus empleados.
La historia recogida hace unos días por The New York Times relata
cómo este empresario, director de una compañía procesadora de pagos con tarjeta
de crédito de nombre Gravity Payments, tuvo la idea después de que un amigo le
platicara lo difícil que le resultaba salir adelante con un ingreso de 40 mil
dólares anuales.
Luego de indagar respecto al tema,
decidió que 70 mil dólares era el nivel adecuado desde el cual los empleados
comenzarían a experimentar una “diferencia enorme en su bienestar emocional”.
Sobra decir que miles de personas comenzaron a enviar sus solicitudes a su
compañía establecida en la ciudad de Seattle, medios a entrevistarlo y hasta
profesores de Harvard acudieron a realizar un estudio de caso.
Sin embargo, no todo fue miel
sobre hojuelas. Dos de sus empleados más valiosos renunciaron por inconformidad
con que los nuevos contratados recibieran el doble de paga, mientras los más
antiguos solo aumentos pequeños o ninguno. Amigos empresarios de Seattle se
molestaron con él por hacerlos parecer mezquinos frente sus propios empleados. Por si fuera poco, su
gerente de finanzas –una mujer de 26 años que se unió a la empresa cinco años
antes y que al principio de mostró entusiasta con la idea-, se dio cuenta de Price
le dio aumentos a la gente menos cualificada. Cuando acudió a hablar con él
–dice la nota del Times, la trató
como si fuera una egoísta que solo se preocupara por sí misma. También se fue.
Clientes inconformes con lo que
consideraron una postura política abandonaron el negocio junto con otros más
que anticiparon posibles aumentos en los precios. El hermano mayor de Price y
cofundador de Gravity, Lucas Price, demandó a Dan por sus profundas diferencias
con él, y debido a los costos de juicio, la compañía podría irse a la quiebra.
La dura lección que se llevará
ese joven empresario de Seattle, es que más allá de las buenas intenciones
siempre estará la barrera de la realidad. Ahora o hace ajustes enormes a su
compañía que pasan necesariamente por recortar empleados, o lo perderá todo. Si
esto le ocurre a un empresario que solo buscaba ser generoso, podemos imaginar
lo devastador que puede ser para la economía que funcionarios gubernamentales
decidan cuál es el nivel “adecuado” de salario mínimo. Como en todo lo demás,
bien harían en dejar de meterse en lo que no les corresponde y dejar que sean
las partes las que procedan de común acuerdo. Mucho ayuda el que no estorba.
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