De lo expuesto ayer por el
presidente de la República, Enrique Peña Nieto, sobrarán hoy los análisis. En
este espacio nos concretaremos por ahora en sus infundadas esperanzas de que la
economía global “habrá de mejorar, y cuando llegue ese momento, México será de
las naciones con mejores condiciones para crecer aceleradamente.”
Se entiende que un jefe del
Ejecutivo siempre hable en tono positivo, optimista, sin embargo, la realidad
es que expuso una clara miopía sobre el
problema que apenas empieza para los mercados emergentes. Éste, solo de manera
temporal podría aliviarse si la Fed lanzara una nueva “flexibilización
cuantitativa”, el QE4.
En este espacio hemos dedicado la
mayoría de los artículos recientes a revisar muy en particular los pasos que ha
dado China en su intento por superar la crisis económico-financiera que le
aqueja.
China, como segunda economía del
mundo sólo después de Estados Unidos, es a su vez la cabeza de los mercados
emergentes. Como sabe, el
mes pasado decidieron devaluar al yuan. Esa decisión se suma a otras
con las que han intentado evitar el desplome de su bolsa y detener la estampida
de capitales que sigue presionando a la baja a su divisa. Para ello, han
comenzado una masiva liquidación de reservas internacionales y
en especial de bonos de Tesoro estadounidense.
De este modo, el previsible
fracaso que significará para ellos la “defensa” del yuan, quedará marcada como
una histórica lección de lo que pasa cuando se quiere vencer al mercado. Nadie,
ni siquiera quien más reservas tenga, puede vencerlo. Si los capitales están
huyendo de China es porque la situación
ahí es insostenible, y antes de que el yuan continúe su inevitable caída
preferirán huir.
Se sabe que Beijing ha ordenado
ya el endurecimiento de los controles de capital. Esa es otra pésima noticia
para los chinos, que en lugar de ello deberían dejar “flotar” el tipo de
cambio, levantar todos los controles de capital, abrir por completo su economía
y dejar que los quebrados quiebren.
¿Se generaría una recesión? Es
muy probable, pero de todos modos seguir tratando de inflar una burbuja
reventada tendrá efectos peores entre más se posponga esa crisis. El ascenso de
China como máxima potencia global que tanto sueña el gobierno de Beijing, se pospondrá quizá por décadas.
Así que mientras el éxodo de
capitales sigue, no irán a parar a México o Brasil, economías poco fuertes y
con divisas que flaquean, sino a la seguridad que en apariencia les brinda el
dólar. Los más avezados irán al oro. Si este mes la Reserva Federal estadounidense inicia su alza de tasas de
interés, la “tormenta perfecta” estará más que lista para dichos mercados en
desarrollo.
Si la Fed no sube los tipos,
podría venir una calma temporal que de nuevo, que será la última oportunidad
para hacer lo que se tiene que hacer para sortear de la mejor manera la crisis
global por venir. De entrada: recortar masivamente
el gasto público, equilibrar el presupuesto (incluida la inversión de Pemex),
bajar los impuestos y abrir de forma total la economía.
La economía nacional no puede
hacer mucho contra esa reversión del “tsunami” de dólares que ahora se va de
los emergentes, pero lo que sí depende de nosotros y es muy importante hacer,
debe hacerse pronto. No es posible
corregir el rumbo con discursos, decretos o nuevas leyes. Por desgracia, ya
no hay esperanzas de corrección de rumbo.
Lo más preocupante es que, si el
presidente de verdad cree lo que dijo –y así parece-, entonces lo tiene muy
desinformado el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. La peor parte es que
debido a ese optimismo oficial, la
recesión global que se avecina y que es muy probable que le toque en esta
segunda mitad del sexenio, tomará al gobierno por sorpresa. Que no le suceda a
usted.
Con los tiempos políticos como
están, el mayor peligro es que el populismo comience a ganar simpatías. Peña
Nieto le tienen pánico al ascenso de López Obrador –y con mucha razón-. El problema es que con sus torpezas en
materia económica, le está haciendo un gran favor.
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