Mario Urióstegui |
Columna Invitada: En Síntesis
Mario Urióstegui*
No cabe duda que Acapulco
(de donde es un servidor) es el ejemplo claro de que un lugar tranquilo, bello
en cuanto a sus atractivos naturales y próspero, puede convertirse en caótico y decadente cuando se
desaprovecha su época de bonanza y esplendor. La ciudad que en algún momento
fue un paraíso aislado y pueblo de pescadores, en cuya cúspide estaban familias
de origen español que regían la vida económica y política del puerto, terminó
como muchas ciudades mexicanas que
desatendieron el desordenado crecimiento urbano pero sobre todo, no respetaron
una planeación urbana adecuada a las necesidades del lugar.
Dos son los problemas que
originaron lo anterior: La corrupción y la falta de regulación de la tenencia
de la tierra.
La tormenta tropical Manuel
en 2013 dejó ver la ineficacia de las instituciones para aplicar la ley pues
gran parte de los damnificados estaban en zonas de alto riesgo y de deslave. Aquí
se incluyen grandes unidades habitacionales y ni pobres ni ricos se salvan,
pero, ¿quién les permitió construir y
vivir allí? ¿Por qué? La respuesta es obvia: Los gobiernos municipales y del
estado en colusión con los líderes (servidores de la clase política) de colonos paracaidistas (invasores de
terrenos ilegales), quienes aprovechándose de la necesidad de un lugar para
vivir de gente con escasos recursos, se apropiaron ilegalmente de gran cantidad
de terreno en zonas de alta riesgo, pero también invadiendo y arrebatando
terreno destinado a la construcción de espacios públicos en colonias dentro de
la ciudad. De ahí la escasez que padecemos en cuanto a la cantidad y calidad de
espacios como parques, jardines y plazas dignas de un destino turístico de
altura.
Por otra parte la clase
política (regidores, alcaldes y gobernadores sobre todo) solaparon la
construcción de unidades habitacionales y comercios en la Zona Diamante del
puerto, aun cuando el consejo de urbanismo de Acapulco se ha opuesto, es decir,
los intereses mezquinos de quienes ostentan los poderes están por encima del
bienestar ciudadano.
Pero los causantes de uno
de los grandes males de Acapulco desde luego que se cobran ¡y vaya que bien!
Ahora se les puede ver participando activamente en este proceso electoral
“acarreando” gente para quedar bien con el partido que más le convenga y así seguir
despojando a la ciudad de más terreno, agudizando con ello la carencia en
servicios públicos sobre todo de agua, recolección de basura, alumbrado,
seguridad y vialidades.
De acuerdo al IMCO los destinos turísticos crecen dos y
media veces más rápido que el resto de las ciudades mexicanas y por ello los
diversos problemas se agravan en esas urbes. Lo anterior tiene su origen en las
etapas iniciales de desarrollo, pues es donde se reciben las inversiones
públicas y privadas, las cuales fomenta el crecimiento acelerado de la
población en el lugar receptor.
Ahora ya es tarde para
querer reconstruir Acapulco “desde los cimientos”. Sin embargo se puede (y debe
de) frenar las invasiones ilegales con un gobierno municipal fuerte y decidido
a realizar un proyecto de rescate urbano e implementarlo cuanto antes, desde
luego que deberá acompañado con la aplicación de la justicia a quien fuera en
contra del bienestar ciudadano que tanta falta nos hace alcanzar a los
acapulqueños.
Esperen la segunda parte en
la que explicaré más sobre los “grandes males de Acapulco” pero también
compartiré opiniones de expertos para rescatar la ciudad.
Por Mario Urióstegui Mendoza*
*Analista político en formación y apasionado del sector energético
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