Columnista Invitado
Luis Pazos
El mito de que no votar es una forma de protestar en una democracia imperfecta es falso. No votar o anular el voto beneficia a los partidos cuyo voto duro les da el triunfo cuando hay pocos votantes. El voto duro, integrado por “clientes” y quienes están dispuestos a cambiar su voto por dinero, una despensa o cualquier dádiva que sale de los impuestos, determina quienes triunfan en la medida que un menor número de ciudadanos acude a las urnas. No votar es votar, pero sin que el abstencionista sepa a quién benefició su “no voto”.Otro mito es creer que quien promete más es el mejor candidato, olvidándose que la mayoría de las promesas implican más gasto y burocracia. Lo que nos da un gobierno previamente nos lo quita. Si gana el candidato que más promete aumentará los impuestos, endeudará más al país o generará inflación al emitir billetes para cumplir con sus múltiples promesas.
Los candidatos demagogos y populistas le apuestan a la ignorancia de los ciudadanos, les conviene un pueblo inculto, que no analice sus promesas, que no acuda a las urnas y solo se queje cuando va a tomar café o una copa con sus amigos. Algunos son buenos para la crítica, todo lo que hace el gobierno está mal, todos son corruptos, pero no tienen claro cuáles son las soluciones para que la corrupción y la demagogia se reduzca. Las soluciones -como lo demuestro en los libros “Los ricos del gobierno y “Políticas económicas”- implican cambios de leyes, no sólo de personas.
Un buen
ciudadano empieza por analizar las promesas de los candidatos y los
resultados de cada partido cuando ha sido o es gobierno. Votar por el menos
malo es mejor que no votar y cooperar para que ganen los peores.
Votar
implica un razonamiento previo. Antes de comprar un refrigerador comparamos
marcas, calidad, precio y servicio, y decidimos cual es el mejor. Antes de
votar debemos identificar cuál es el candidato que nos va a dar un mejor
servicio. Un buen consumidor razona su compra, un buen ciudadano su voto.
Comprar uno
u otro producto significa ganancias o pérdidas para nuestro patrimonio; votar
por uno u otro candidato o no votar, también tienen consecuencias positivas o
negativas en nuestro patrimonio y bienestar.
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