INVITADO: PESOS
Y CONTRAPESOS
¿Puede un taxista tradicional competir
con un taxista uberiano? La respuesta depende de qué se entienda por
“competir”, y en concreto por competir en “el mercado”.
Competir en el mercado supone ser
capaz de ofrecer una mercancía a menor precio, mayor calidad y mejor servicio
que los otros oferentes, lo cual supone reglas del juego justas (que reconozcan
plenamente y garanticen jurídicamente la libertad individual para producir, ofrecer
y vender) y parejas (que ese reconocimiento y esa garantía sea para todos los
productores, oferentes y vendedores, sin excepción), algo que no sucede en el
mercado del trasporte terrestre ofrecido por medio de taxis.
En dicho mercado opera un grupo de
oferentes, los taxistas tradicionales, concesionados y regulados por el
gobierno, lo cual limita su “capacidad de respuesta” frente a la nueva
competencia generada por los taxistas uberianos, no concesionados ni regulados
por el gobierno, restándoles a los primeros, ¡de manera artificial, gracias a
la intrusión del gobierno con sus concesiones y regulaciones!, competitividad. No,
los taxistas tradicionales no pueden, tal y como están las cosas, competir con
los taxistas uberianos, quienes les están comiendo el mandado. El piso no está
parejo. ¿Qué hacer al repecto?
Dos son las opciones: concesionar y
regular el servicio de taxi uberiano, ¡con lo cual dejaría de ser uberiano!, o
desconcesionar y desregular el servicio de taxi tradicional, ¡con lo cual
tendría la posibilidad de convertirse en uberiano! ¿Cuál es la opción correcta?
La que beneficie, con menores precios, mayor calidad y mejor servicio, a los
consumidores, siendo esa la segunda, no la primera, y a las pruebas me remito:
¿del lado de quién, el taxi tradicional o el taxi uberiano, está la mejor
oferta?
La mayor traba para hacer realidad la
opción correcta no es principalmente económica sino política, y tiene que ver
con el poder que la concesión y la regulación le concede, a quien la otorga e
impone, sobre quienes las reciben y aceptan, poder que es control político a
costa de eficacia económica. ¡Mal!
Twitter: @ArturoDammArnal
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