Hace unas semanas le informé que
la escasez de oro y plata en el mercado de metales preciosos, se
había esfumado con rapidez. La “backwardation”, fenómeno que se
presenta cuando el precio al contado (spot) es superior al del contrato de
futuros activo (el que tiene abiertos el mayor número de ellos), había dado
paso a la normalidad del “contango”. Éste ocurre cuando el precio futuro es más
alto que el spot, lo normal.
La backwardation es una señal de “escasez” en el mercado de metal
físico, al contrario del contango,
que refleja abundancia.
Desde la crisis de 2008-2009 el
oro y la plata han oscilado entre ambas. Esto que para la mayoría de
economistas y financieros no tienen un significado relevante, para los
estudiosos de la Nueva Escuela Austríaca de Economía sí es de la mayor
importancia.
Como su fundador –el Prof. Antal
Fékete- ha expresado también en este espacio, cada vez que el oro se comienza a
ocultar de la circulación es un síntoma de que los inversores más avezados empiezan a acumularlo en físico y
abandonando sus formas “en papel”. No hay existencias de oro suficientes
para amparar cada onza comprometida en contratos, por lo que la tendencia es a
que se acabe el metal disponible. Como ocurre en pánicos bancarios, cuando una
parte considerable reclame sus monedas o lingotes, habrá quiebra.
El profesor explica que ese ha
sido el caso en crisis de grandes dimensiones, como la del colapso de Roma en
el año 476 de nuestra era. Augura por lo tanto que un gran cambio vendrá y que
marcará también un hito en la historia.
De estar en lo correcto –y en
esta columna estamos de acuerdo con ello-, un nuevo gran colapso económico se
avecina.
La razón de que el “ocultamiento”
del oro sea un síntoma de una crisis de enormes proporciones, es que el metal
precioso constituye un indestructible e
inmejorable refugio financiero. A lo largo de la historia de la humanidad ha
fungido como depósito de valor, protector del patrimonio, medio de acumulación
de ahorro y su rol más destacado: como dinero.
Dinero es el intermediario
general en los intercambios. El devenir del ser humano en el mercado discriminó
a lo largo del tiempo entre varias mercancías que ocuparon dicho rol. Sin
embargo, el oro –y en segundo término la plata-, fue encumbrado en distintos
lugares al mismo tiempo, y en los mismos sitios en diferentes momentos, como el dinero por excelencia gracias a sus
características.
Milenios de aprendizaje no se
perdieron u olvidaron con el encumbramiento de la actual divisa de reserva –el
dólar, ni con la invención de los futuros de oro-, sino todo lo contrario.
La
corrupción del actual sistema monetario basado en la acumulación exponencial de
deuda, es insostenible. Esto se debe a que las
deudas tarde o temprano se tienen que pagar, y la capacidad de posponer ese
momento emitiendo volúmenes crecientes deuda para “liquidar” lo antes debido,
se va reduciendo. Igual que el quebrado que consigue tarjetas de crédito nuevas
para abonar a las viejas.
Los bancos centrales por lo
tanto, gozan de un privilegio enorme y poder extraordinario, gracias a la
fuerza de la ley que obliga a los ciudadanos a usar sus billetes como “dinero”.
Si esa ley no existiese para forzarnos, la gente repudiaría ese papel moneda
pues no tiene sustento, respaldo o valor alguno más allá del material del que esté fabricado.
Con el oro y la plata es
distinto, pues siempre serán valiosos –debido a que el público mantendrá en
todo momento una demanda insatisfecha por ellos-. Lo que varía es su precio, pero su valor como mercancías con la mayor
negociabilidad de entre todas las existentes –gracias a sus propiedades-, se
mantiene intacto.
Asimismo, debido a que su
cantidad es limitada y su producción abona sólo una mínima parte a las nuevas
existencias, no es posible crear oro sin límites, como las divisas de papel. Es
por ello que NO se puede emitir deudas en él y luego crear más oro ficticio de
la nada para pagar el capital e intereses acumulados. Con el rey de los metales
las deudas no pueden crecer “ad infinitum”. Quien recibe oro ya ha sido pagado con mercancía, quien recibe
billetes necesita aún cambiarlos para ser pagado. Son deuda.
La disciplina que imponen estas
restricciones comentadas, es la que tanto incomoda a la dupla
gobierno-banqueros, pues los primeros, no pueden derrochar a placer un dinero
que no se crea sin fin, y los segundos, hacer negocio con ello.
Cobra sentido que en un mundo
donde se acumulan deudas, aquellos que consideran que el desenlace fatal se acerca,
se preparen acumulando oro, tal como lo hicieron sus ancestros.
El valor de activos inflados de
precio por la expansión crediticia, puede
desaparecer hasta ser cero, el del oro, no. Esas burbujas –cortesía de la
depresión de tasas de interés e inyección de liquidez de los bancos centrales-,
siempre explotan.
Por todo lo anterior, hay una
tendencia clara de la backwardation a volverse permanente. Hasta el momento, esa
escasez de metal ha desaparecido con alzas de precios como la observada durante
la primera mitad de octubre, pero alcanzaremos el punto tras el cual conseguir oro físico a cambio de dólares
será casi imposible. Los inversores en valor no lo venderán fácilmente,
como nadie hubiese vendido su bote salvavidas en el Titanic.
No por nada analistas
internacionales como James Rickards estiman un
precio real del oro entre 10 y 50 mil dólares. Otros más como Hugo Salinas
Price llevan años promoviendo la monetización de la plata, que en México –el principal
productor-, sería un auténtico “salvavidas” financiero para la población.
No es posible predecir el momento
del colapso, pero de lo que sí hay certeza es que el sistema monetario como lo conocemos llegará a su fin.
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