La tragicomedia griega parece no
tener fin. En el más reciente episodio, el eurogrupo acordó utilizar el Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera para dar al país helénico un crédito puente
por siete mil millones de euros, hasta que concluyan las negociaciones del
siguiente rescate. Ese programa sería a tres años luego de que el Parlamento
griego ya aprobó las reformas a que se comprometió para recibirlo.
Al mismo tiempo, el Banco Central
Europeo (BCE) incrementó el techo de financiamiento de emergencia a los bancos
griegos en 900 millones de euros, con lo que de todos modos es dudoso que
puedan abrir a partir del lunes.
¿Se acabó el problema para Grecia
y el euro? Todo lo contrario.
Las exigencias para Atenas son
tan altas y sus deudas tan grandes, que hay garantía de 100% de que no las
cumplirán. Si cualquiera de las partes –los griegos y los acreedores- se creen
el cuento de que las metas y compromisos son alcanzables, los primeros pecan de
mentirosos y los segundos de ingenuos. En realidad, creo que ambos saben la
verdad, pero piensan que lo más conveniente es seguir el juego. Patear la bomba para después.
La prueba más clara de que los
griegos están mintiendo de nuevo, es que si estuvieran dispuestos a cumplir con
la austeridad y las reformas pactadas, hubiesen tenido el valor de salirse de
la eurozona, y de hecho, era lo mejor para ellos. Con las políticas que ahora dicen
aceptar, no tendría caso seguir en la divisa única porque al hacerlo, aseguran prolongar su depresión por décadas
y al final, de todos modos no tendrán con qué pagar a menos que les hagan una
gigantesca quita que Alemania no quiere aceptar. Y es que en los hechos, eso
significa que sus acreedores se sacrificaron para que los griegos, deudores,
disfrutaran de la buena vida.
Es entonces una mentira que Grecia
piense cumplir, sólo ganó tiempo.
La amarga medicina que no quieren
tomar y por lo cual no quisieron salir del euro, significaría para los griegos el
ponerse a trabajar más duro, apretarse el cinturón y hacer sacrificios de
inmediato, porque la depresión por la que atraviesan se profundizaría al
instante.
La parte positiva es que tendrían
una auténtica oportunidad de recuperarse en el mediano plazo y levantarse como
lo han hecho muchos otros países a lo largo de la historia que han implementado
políticas de libre mercado.
Pero no, los griegos no quieren
eso y no es un asunto de opinión. De hecho, eso nos dijeron de forma explícita al
votar por el “Oxi” (no) en el referéndum: austeridad
y sacrificio, ni pensarlo.
Tsipras hizo cálculos políticos
erróneos y, cuando se volvió a sentar a la mesa, en Europa le mostraron la
puerta de salida del euro, suplicó, capituló y aceptó todas y cada una de las
condiciones que Alemania quiso. ¿Era un arrepentimiento o una reconsideración
sincera? No. Tsipras solo fue el reflejo de un pueblo que se ha acostumbrado a
vivir de otros: está dispuesto a actuar,
humillarse o lo que sea, con tal de continuar viviendo del contribuyente
europeo, mientras le presten. Nada cambió. Unos volvieron a prometer y los
otros a abrir la cartera.
No debe soslayarse que ya hasta
el mismo presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha reconocido que
el Fondo Monetario Internacional tiene razón: es necesaria una quita de deuda para
Grecia. Alemania se sigue resistiendo bajo el pretexto de que las leyes
europeas no permiten una condonación así, pero todos sabemos que cuando
quieren, los políticos buscan la manera de darle la vuelta a todo.
Qué razón tenía el alemán Arnulf
Baring, de la familia de banqueros germano-británica Baring. Zerohedge citó
esta semana lo que Baring publicó en 1997: “Estarán subsidiando gorrones que
estarán pasando el rato en cafés en las playas del Mediterráneo. La Unión Monetaria,
al final, resultará en una gigantesca operación de chantaje. Cuando nosotros
los alemanes demandemos disciplina monetaria, otros países culparán a esa misma
disciplina de sus males económicos, y por extensión a nosotros. Más aún, nos
percibirán como una especie de policía económico. Corremos el riesgo otra vez
de convertirnos en el pueblo más odiado de Europa”.
Pero como aquí expusimos, la
culpa no es ni de Alemania ni de Grecia en particular o de los países
europeos acreedores y deudores en sí, sino de la falta de mecanismos de
aplicación y corrección obligatoria de desbalances como sí los hay en el patrón oro. Esa gran debilidad
estructural –no solo del euro sino del sistema monetario global, lo condena al
colapso porque solo puede subsistir mediante la acumulación de deuda
exponencial. Ello es insostenible porque las deudas tarde o temprano se tienen
que pagar, y eventualmente, la gente siempre termina repudiando el “pago” en
papel moneda.
Justo por ello los inversores más
avezados, sabedores de esta situación siguen acumulando oro y plata a manos
llenas, sobre todo, cuando los precios están bajando como ahora. Sobre este
tema abordaremos el próximo lunes.
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