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martes, 14 de julio de 2015

GRECIA Y ALEMANIA, VICTORIAS PÍRRICAS

El fin de semana se concretó lo que hace unos cuantos días parecía impensable, sobre todo después de la victoria del “NO” (Oxi) en el referéndum al que había convocado el primer ministro Alexis Tsipras: la capitulación total de Grecia digna de una apabullante derrota de guerra. A estas alturas ya se ha comentado con amplitud la serie de medidas que los griegos tendrán que adoptar, que son más o menos las mismas que habían rechazado en el referéndum pero con condiciones aún más severas que las que les ofrecían antes.

Dicho de otro modo, con el referéndum la coalición de “izquierda radical” que gobierna desde Atenas tuvo una victoria pírrica: quemó sus naves y apostó al voto popular, consiguió lo que quería pero el resultado fue que le señalaran la puerta de salida del euro, Tsipras tembló de miedo y culminó suplicando que lo mantuvieran dentro.

Pero del lado alemán las cosas no son mejores. Es cierto que la rendición absoluta de Grecia luce como un contundente triunfo de la troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea), pero en el fondo lo que se esconde es otra victoria pírrica: la de Alemania, la verdadera voz de mando. A nadie conviene, y menos para el “proyecto europeo”, una verdadera humillación como la que le propinaron a Grecia. ¿O la Unión Monetaria –y en general la Unión Europea- se trata de agachar la cabeza y obedecer los dictados alemanes?

Si la respuesta es sí, entonces no estamos hablando de Unión, sino de un nuevo imperialismo.

Si eso lo saben los alemanes y así lo practican, es tema de ellos. Pero si el resto de países europeos –a sabiendas o no- lo permite, esa sí es otra cosa.

Por eso en este espacio hemos sostenido que el euro es un proyecto condenado a fracasar de todos modos, producto de su mal diseño que incluye, sobre todo, la ausencia de mecanismos de aplicación y corrección obligatoria de desbalances, como sí los hay en el patrón oro.

De seguir igual, el futuro que les espera en particular a los países del sur de Europa, es el del sometimiento, la deuda, el atraso y la depresión permanentes.

Por eso es una victoria pírrica para Alemania: sí, sometieron al inepto gobierno griego y lo humillaron para que les diera lo que querían. Pero en el camino, en vez de aprovechar la coyuntura y buscar con liderazgo una muy compleja reforma de la Unión, ha pospuesto su debacle pero confirmado la sentencia.

Grecia, por su parte, desperdició una gran oportunidad: si de verdad estaban dispuestos como dicen a hacer las amargas reformas necesarias, lo mejor era haberse levantado de la mesa y salir del euro. Es cierto, el colapso económico hubiese llegado más pronto de lo deseado, pero de todos modos la resaca después de la borrachera de excesos en gasto, deuda y “beneficios sociales” ya no se las quita nadie. Era pagar un precio alto en el corto plazo, o más caro después. Optaron por lo segundo.

De haber tomado la primera opción el golpe hubiese sido durísimo, pero la recuperación mucho más rápida. Ahora, si de verdad cumplen los nuevos compromisos asumidos, la depresión continuará por décadas en perjuicio sobre todo de las nuevas generaciones. Si se porta bien Grecia y por fin cumple los acuerdos, es posible que la inevitable quita de deuda que necesita llegue en la forma de plazos mayores y condiciones más favorables, pero en el camino el costo pagado, reiteramos, será mayor que el de haber dejado la divisa única.


Tsipras ya no tiene nada que hacer al frente del gobierno, y su caso de demencia política merecerá análisis profundos. Nada pues, se ha resuelto con esa crisis griega. El resultado es más de lo mismo que tanto agrada a los políticos: posponer los estallidos de bomba para después. Esta tragedia griega, aún tendrá más episodios.

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