El estado del dólar como divisa
hegemónica, está de fiesta cortesía de los graves errores que sus rivales
chinos están cometiendo al intentar reinflar la burbuja de sus mercados
bursátiles. Como en este espacio le hemos informado desde hace años, Beijing
tiene el gran sueño de consolidar su ascenso al liderazgo mundial de la mano de
su divisa, el yuan (renminbi o RMB). La aspiración es convertirla en una moneda de reserva global, y por
supuesto, llegar a desplazar al billete verde. Ese momento, sin embargo, se ha
alejado más en el tiempo.
Aunque China ha tenido aciertos
–como el seguir “devorando” cantidades enormes de oro
para diversificar su exposición al dólar y dar respaldo futuro al RMB-, al
meter mano a los mercados para tratar de levantarlos ha dado un gran salto
hacia atrás. Hasta el momento, la negociación del 49% de las acciones chinas
sigue suspendida, por lo que está más que claro que el de ayer no fue más que
un rebote del “gato muerto”. Los índices bursátiles –a pesar de las amenazas
del gobierno de encarcelar a los vendedores cortos “maliciosos”, se seguirán
“purgando”. No habrá amenaza que detenga la estampida.
Los millones de incautos jóvenes
“inversionistas” chinos que primero vieron en la bolsa la oportunidad ideal de
apostar como en un casino para ganar dinero fácil, seguirán participado hasta
ser aniquilados por la explosión de la burbuja más grande de la historia.
El ascenso de los chinos pues, no
está garantizado ni va a velocidad de crucero.
El “milagro” chino que comenzó
con las reformas de corte capitalista que impulsó Deng Xiaoping desde 1978, fue
posible gracias a la paulatina apertura hacia el exterior. Aunque en la
actualidad no se ha logrado una apertura plena por ejemplo en algo tan
importante como la libre convertibilidad del yuan, China venía avanzando en sus
propósitos.
Lamentablemente para ellos, las
arteras intervenciones en las bolsas chinas lanzan un mensaje de desconfianza a
los inversores. Queda claro que cada vez que se atraviese por una crisis, no
podrán sentirse seguros de que su dinero y decisiones serán respetados. El fantasma de la vieja planificación
central se sigue apareciendo.
Pocas cosas son tan dañinas para
el progreso económico como la falta de garantías y respeto a la propiedad
privada, y con ello, la ausencia de un libre mercado y confianza. En una
economía de mercado a los quebrados se les debe permitir quebrar, y dejar que
el mercado y los activos tomen su curso bajo el control de otros que toman las
decisiones empresariales corretas. Esa es la única manera de asegurar que
después de los necesarios ajustes, venga un nuevo crecimiento sobre bases sólidas.
Los chinos deberían tener
presentes y evitar a toda costa las consecuencias del socialismo y la ya citada
planificación central, que en el pasado les costó nada menos que la muerte por
hambre de decenas de millones de personas en la Gran Hambruna China. Mientras intentaron desarrollarse bajo ese
esquema, vivieron en la miseria absoluta.
Imitar las políticas de inyección
de liquidez, deprimir las tasas de interés y estimular el endeudamiento no
puede traerles nada bueno. De hecho, es justo eso lo que a sus rivales
occidentales los tiene en problemas y los dirige a la
debacle de su sistema monetario basado en el dólar, que les han hecho el
favor de posponer.
Si lo que quieren es recuperar la
senda de alto crecimiento que ya han perdido, van en la dirección contraria.
Es de esperar entonces que el estado
del dólar retome un nuevo aire de fortaleza, y al RMB, podría costarle el no entrar a la cesta de los Derechos
Especiales de Giro (activo de reserva internacional compuesto por una canasta que
incluye al dólar, al yen, la libra esterlina y al euro) del FMI este año, como
tanto anhela.
Después de todo, a pesar de ser
una divisa corrompida, y que su emisor sea el país más endeudado de la historia
de la humanidad –y por tanto no sea un refugio real, para mucha gente el dólar lo
sigue siendo porque no conoce otra cosa y seguirá yendo hacia él.
De manera que cuando llegue la
próxima crisis es posible que el dólar mismo se infle en una burbuja, que los
más avezados inversores aprovecharán para cambiarlo por activos que estarán
subvaluados como materias primas
agrícolas, oro y plata.
Los chinos recibirán una dura
enseñanza de la historia. Su destino no está escrito, y si continúan tropezando
así, echarán por la borda el sueño de ser la potencia dominante y sacar a más
millones de personas de la pobreza en que todavía se encuentran, que es lo que
importa.
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