La tragedia económica griega no
deja de ser noticia, ni dejará de serlo mientras no se acepte lo obvio: Grecia
está quebrada y no solo no puede, sino que no quiere pagar sus obligaciones, y
a estas alturas, hace bien. Su salida de la Euro Zona es inevitable y entre más
pronto suceda, mejor para ellos porque necesitan tocar fondo. Nada bueno se obtiene de prolongar la agonía.
Si los griegos entran en impago total
y escapan del euro –como deberían haberlo hecho desde el principio, tendrán la
oportunidad de hacer las necesarias reformas que necesitan y tomar la amarga
medicina de la crisis de una vez por todas. No hay duda de que la depresión en
el país helénico sería brutal y que una nueva moneda propia –seguramente el dracma,
perdería valor a una velocidad vertiginosa.
La crisis, una oportunidad
Sin embargo, es cierto que la
crisis será una nueva oportunidad de reestructurarse. Para ser sinceros, se
antoja difícil que pudieran hacerlo bajo la dirección de un gobierno de izquierda
radical como Syriza.
Quizá por eso es que el propio
primer ministro Alexis Tsipras acusa a los acreedores europeos de “motivos
políticos” para desestabilizar su gobierno. En el fondo, la tragedia griega
comenzó años atrás cuando derrocharon aprovechando la entrada de su país a la
moneda común europea.
A Grecia le quedarán pocos
aliados, pero entre ellos debería recurrir a Rusia, y asumir nuevos compromisos
de recorte masivo de gastos. Dentro del euro o fuera de él, la austeridad es
una condición indispensable para el gobierno griego, pues de hecho, para poder
progresar el país necesita volverse atractivo para los capitales no solo por
medio de la devaluación de su divisa, sino también bajando impuestos. Eso no
sería posible si sueña con que puede seguir manteniendo su obeso Estado, pues
en el fondo sólo estará pauperizando a sus habitantes.
Claro que es poco probable que lo
anterior lo hagan, pero el costo de no hacerlo sería más elevado. Grecia no
puede salvarse ya de una depresión pues ya está en ella, pero sí puede hacer
que dure menos haciendo lo correcto. Dejar que los griegos sufran menos
impuestos tiene más probabilidades de éxito a mediano y largo plazos que la
garantía de fracaso de continuar el dispendio y los altos tributos.
Impago griego, inevitable
Los acreedores deberán perdonar
la mayor parte de la deuda y asumir los costos de haber prestado a un quebrado,
o Grecia de todos modos incumplirá. Así de fácil.
Tsipras fue electo en gran parte
por su desafiante tono hacia Europa, y aunque ya en el puesto moderó su
discurso, lo cierto es que de algún modo tendría un respaldo popular si manda
al diablo al euro.
No obstante, no será tan
sencillo. Desde Bruselas y Berlín ya maquinan la imposición de controles de
capital que podría darse esta misma semana.
Se estima que Francia y Alemania
perderían con el impago griego unos 160 mil millones de euros, pero no hay
opción. La realidad es que Grecia tiene menos que perder si incumple los pagos,
que si aceptas las condiciones europeas. Atenas afronta un compromiso de pago
de 1.6 mil millones de euros para el próximo 30 de junio, pero su calendario de
pagos millonarios se prolonga por décadas. No pasará que desde el centro de
Europa expriman al contribuyente griego sin límites.
No hay plazo que no se cumpla. La
hora decisiva para Atenas ya es inminente y los efectos de lo inevitable, harán
parecer a ese pequeño país como si fuera un “Titanic”. ¡Abrochen sus
cinturones!
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