Luis Pazos
Un elemento constitutivo de la
democracia, sin el cual no hay democracia en un país ni son demócratas sus
dirigentes, es el respeto a los derechos humanos o naturales fundamentales:
vida, propiedad y libertad, y a los derechos que se derivan de ellos, como la
libertad de expresión y de elegir a los gobernantes.
Las elecciones libres y
periódicas, que permiten cambiar gobernantes pacíficamente, conllevan el
peligro, si no hay límites claros en las funciones del Estado, que gobernantes
demagogos, legitimados por las “mayorías” relativas que los eligieron, decidan
quitarles a los que producen con la excusa de “redistribuir la riqueza” y
terminemos en un social totalitarismo, que solo reparte miseria.
Los radicales marxistas de
izquierda, que justifican la vía violenta para llegar al poder y buscan
destruir el actual sistema, que tachan de capitalista, para construir sobre sus
cenizas el socialismo, no van a votar y planean boicotear las elecciones; hay
pensadores liberales que tampoco votarán, están decepcionados de la democracia,
que en Venezuela culminó en una “dictadura democrática”.
En México, aquí y ahora, no votar
como protesta a las fallas de la democracia imperfecta la empeora y facilita el
triunfo de los partidos que compran votos vía programas sociales o dinero, que
directa o indirectamente salen de los impuestos de los que producen. Si no
queremos elecciones donde ganen los que reparten y se quedan con la mayor
parte, es necesario que ciudadanos que razonan su voto y conocen las verdaderas
soluciones, participen como candidatos y se conviertan en legisladores o
funcionarios que frenen a los demagogos y corruptos, que legitimados por el
voto de quienes ven al gobierno como fuente de dádivas, utilizan el poder como
instrumento para enriquecerse y privilegiar a quienes votan por ellos.
La crítica no es suficiente para
una mejor democracia, es importante conocer y proponer soluciones no
demagógicas ni populistas. Si no votamos, con base en las actuales leyes
electorales, facilitamos el triunfo de los que consideramos los peores. Si
votamos, aunque no ganen por quienes votamos, ponemos nuestra parte para
mejorar la democracia imperfecta en la que vivimos y reducir las posibilidades
de llegar al totalitarismo por la vía “democrática”.
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