El triunfo de candidatos
independientes en las elecciones del pasado domingo, es de la mayor
trascendencia para la vida política de México. Gracias a ellos muchas personas abrirán
los ojos respecto a un hecho innegable: los
partidos políticos no son necesarios. Y es que aunque en realidad siempre
ha sido así, lo cierto es que nos han hecho creer que sí a los ciudadanos no
solo en México, sino en buena parte del mundo donde se ejerce el sufragio.
Victorias tan sonadas como las de
Jaime Rodríguez “El Bronco” para gobernador de Nuevo León, la de Manuel
Clouthier para diputado federal en Sinaloa o la del joven Pedro Kumamoto para diputado local en Jalisco entre otras, no deben
ser tomadas a la ligera: podríamos tener un sistema electoral que no significara una carga para el
contribuyente. No hay razón que lo justifique.
Veamos por ejemplo que este año
el Instituto Nacional Electoral (INE) destinará a los partidos políticos
nacionales en total casi 5.5 mil millones de pesos de financiamiento público
para el sostenimiento de las actividades ordinarias permanentes, gastos de
campaña, “actividades específicas” (educación, capacitación, investigación
socioeconómica y política, así como a las tareas editoriales), “la capacitación,
promoción y el desarrollo del liderazgo político de las mujeres” así como
franquicias postales y telegráficas. Desde luego, en la práctica poco sabemos
de adónde van a parar en realidad gran parte de esos recursos.
Es una pena pero en un país donde
el intervencionismo del Estado se encuentra en todas partes –lo que obstruye el
libre ejercicio de la empresarialidad de las personas y por tanto el
crecimiento y desarrollo económicos-, la política se vuelve un botín, un fast
track a la riqueza de manera ilegal. Siempre será más fácil “morder” el
presupuesto público que jugársela en libre competencia empresarial por el
dinero de los consumidores. Eso tiene que cambiar si lo que anhelamos es
crecimiento para México.
La complicidad de la clase
política ha hecho que nos den una doble cara: en público condenan la corrupción
y hablan de austeridad, pero en la práctica, todos callan y poco cambia porque
actúan muchos de ellos de la misma opaca y dispendiosa manera. Saben que si
necesitan más dinero –y es lo que siempre quieren, basta estirar la mano al
gobierno que ellos mismos controlan en conjunto, para resolver sus problemas de
financiamiento con cargo a impuestos y
deuda que pagamos todos.
Un sistema electoral en el que
los partidos políticos tuvieran que competir por financiamiento privado los
obligaría a la austeridad, de entrada, y no implicaría cargos para el fisco o estos
serían mínimos. Es importante que para las candidaturas ciudadanas
independientes haya una cancha pareja,
y para todos, mecanismos de rendición de cuentas de origen y destino de los
recursos privados recaudados.
Ahora, si bien los partidos
políticos no son necesarios tampoco implica que deban desaparecer pues se tiene
que respetar el derecho a la libre asociación. No obstante, el financiamiento público es el que no
debería de continuar.
Casos muy destacados como el de Pedro Kumamoto en Jalisco, callan la
boca a aquellos que aseguran que en las contiendas electorales siempre gana el
que más recursos tiene. Es falso entonces –como se suele argumentar en contra
del financiamiento privado de partidos y candidatos, que ese sistema
privilegiaría en automático los intereses de los acaudalados. Con dinero o sin
él hace falta ganarse el voto de los
electores.
Kumamoto por ejemplo, derrotó con
holgura a candidatos de los partidos teniendo todo en contra. Según ha revelado
él mismo en entrevistas, todos sus activistas fueron voluntarios, contó con
solo 18 mil 626 pesos de financiamiento público y gracias al apoyo de
“micro-donantes” logró reunir poco más de 250 mil pesos para su campaña. Con el
20 por ciento del tope de gastos de campaña, “Kuma” le da a México una gran lección de cómo debe ser el futuro
sistema político-electoral de México: con apertura a ciudadanos en igualdad de
circunstancias y donde los partidos políticos compitan por el financiamiento
privado. Todos, deberán rendir cuentas de manera pública.
Un sistema electoral
transparente, desde luego, no es suficiente. Gobernantes de todos los niveles
deben ser ejemplo de austeridad y honradez, y para eso hace falta atarles las
manos del gasto público que debe ser siempre
equilibrado y el mínimo posible. Son los trabajadores y los empresarios los
que deben decidir qué hacer con su dinero y el gobierno no debe confiscárselos
por la vía impositiva más allá del mínimo indispensable para sus funciones. Por
eso la victoria de los independientes es histórica y representa una nueva
oportunidad. No la dejemos pasar.
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