ARTURO
DAMM ARNAL
En mayo pasado la inflación anual fue
2.88 por ciento, algo que puede considerarse un buen resultado, y para
demostrarlo comparemos con las inflaciones anuales de mayo de 2014 y 2013: 4.63
y 3.51 por ciento, respectivamente.
La tendencia a la baja en la inflación
apunta en la dirección correcta, y el Banco de México, cuya tarea, tal y como
se señala en el artículo 28 constitucional, es preservar el poder adquisitivo
de la moneda nacional, no debe quitar el dedo del renglón, preservación del
poder adquisitivo del peso que la autoridad monetaria no ha conseguido, sobre
todo si por preservar el poder
adquisitivo del peso se entiende, ¡como debe ser!,
inflación igual a cero.
No voy a discutir (discusión por demás
interesante) si es posible o no lograr una inflación de cero (de entrada la
respuesta depende de qué definición de inflación utilicemos, definición que no
debe limitarse a la clásica, y limitada, “alza de precios”), pero sí voy a
insistir en la conveniencia de que el Banco de México se fije como meta una
inflación de cero, y no, tal y como ha sucedido a todo lo largo del siglo XXI, una
del 3 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, meta que
tampoco ha conseguido: entre 2001 y 2014 la inflación promedio anual en México
fue 4.31 por ciento, con la máxima en 2008, 6.53 por ciento, y la mínima en
2005, 3.33 puntos porcentuales, todo lo cual dio como resultado una inflación
acumulada, a lo largo de los últimos catorce años, del 80.49 por ciento, cifras
que muestran que el Banco de México no ha cumplido con su tarea: preservar el
poder adquisitivo del peso, que no hay que confundir con inflación relativamente
baja, algo que sí se ha conseguido.
El Banco de México no ha cumplido, ni
con su tarea institucional (preservar el poder adquisitivo del peso), ni con la
meta que él mismo se ha fijado (inflación no mayor al 4.0 por ciento).
Twitter: @ArturoDammArnal
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