ARTURO
DAMM ARNAL
Termino esta serie de cuatro Pesos y Contrapesos dedicados al Banco
de México, y a la conveniencia de que Agustín Carstens repita como gobernador
de la institución, reconociendo, de manera realista, que tendremos banco
central para rato y que, por ello, tendremos el sistema monetario que sintetiza
los peor de tres mundos: 1) el mundo del dinero fiduciario, sin respaldo de
ningún tipo, sin ningún valor intrínseco; 2) el mundo del dinero fiduciario,
ofrecido de manera monopólica por una entidad estatal, el banco central; 3) el
mundo del dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por bancos centrales, e impuesto
por ley (es decir: por la fuerza), como único dinero de curso legal, todo lo
cual abre la puerta a los abusos en la producción de dinero, mismos que no se
conjuran con señalar, tal y como se hace en la Constitución, y luego se repite
en la ley de banco, que la tarea primordial del Banco de México es “preservar
el poder adquisitivo de la moneda nacional”, lo cual señala el fin, pero no el
medio para conseguirlo: la regla monetaria.
Si por preservar el poder adquisitivo
de la moneda nacional entendemos que no haya ni inflación, pero tampoco
deflación, entonces la cantidad de dinero que se intercambia en la economía,
que depende en parte de la cantidad de dinero que se produce para la economía,
deberá aumentar o disminuir según aumente o disminuya la oferta de bienes y
servicios, compuesta por la producción interna y la importación de esos bienes
y servicios.
Esta debe ser la regla monetaria en los sistemas monetarios que
tienen como fin, tal y como es el caso del nuestro, preservar el poder adquisitivo
de la moneda nacional, momento de preguntarnos si el Banco de México, a la hora
de decidir cuánto dinero producir para la economía, decide en base al
comportamiento de la oferta de bienes y servicios. La aplicación de la regla
monetaria supone problemas que resolver, pero no por ello debe descartarse como
impracticable. No lo es.
Twitter: @ArturoDammArnal
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